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Columna
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Polos

¿Los hombres atacan ahora más a las mujeres o se trata de que las mujeres callan menos la agresión? Este dilema, convertido en tópico, trata de zanjarlo un flamante invento del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) consistente en un vestido rechaza-machos de gran poder disuasorio para el atacante o el circunstancial maltratador. La prenda, con el corte de una cazadora tipo Matrix, ha sido diseñada por una pareja compuesta por un investigador y una diseñadora de vanguardia y se la conoce ya con el nombre de No Contact Jacket.

Mediante esta chaqueta, tejida con fibra DuPont altamente tecnificada, la mujer impide de plano que se la toque y el pretendiente indeseado no tendrá siquiera la oportunidad de acercar su cuerpo porque el ingenio es capaz de emitir una descarga de hasta 80.000 voltios: significativamente la misma cantidad que emiten las cercas que los pastores instalan para controlar el movimiento de los rebaños.

El hombre aparecía antes paralizado (y esposado) por la moral y los usos sociales, pero hoy más que nunca parece oportuno aplicarle medidas pensadas para las bestias. ¿No hay también chaquetas para caballeros que les defiendan de violadores, atracadores o asesinos? Precisamente no porque, en general, el hombre en cuanto género es quien se revela como el problema más acuciante para la investigación del MIT. Cuanto más próximos e intercambiables han llegado a ser los sexos, más fuertes medidas de protección. Cuanto menor parecía la tensión como efecto de la igualdad, mayor recurso a la fuerza bipolar.

En Japón se utiliza desde hace tiempo una señal en los móviles para que un chico o una chica hagan saber a otros su franca disposición para establecer contactos. Ahora, sin embargo, la No Contact Jacket viene provista de unas bandas a la altura del pecho que emiten destellos para anunciar el tremendo castigo que sufrirá quien llegue a aproximarse. Este nuevo artículo, firmado por Adam Whiton y Yolita Nugent, todavía en fase de pruebas, se lanzará al mercado a finales de año cuando acaso el galopante descrédito del hombre habrá llegado al terrible punto crítico de las nuevas mujeres galvanizadas.

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