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La boda que se volvió funeral

Naava Applebaum planeaba casarse en la noche del miércoles con un vestido blanco perla bajo la luna llena. Cerca de 900 amigos y miembros de su familia fueron invitados a la celebración. Seis horas y media antes de la esperada ceremonia, cientos de los invitados se instalaban bajo el sol ardiente, observando el cadáver de la novia, de 20 años, quien era enterrada, dentro de un ataúd labrado, en el pedregoso suelo del cementerio de Jerusalén. El cuerpo de su padre, David Applebaum, de 50 años, quien había sido jefe de la sala de emergencia del servicio médico de Jerusalén Shaare Zedek, fue colocado en un segundo ataúd apenas a pocos centímetros de distancia.

Padre e hija habían ido juntos en la noche del martes a comprar café y bocadillos para los miembros de la familia que escribían invitaciones al banquete de bodas y fueron asesinados por un suicida palestino, de 22 años, que se hizo explotar a poca distancia del exteriore del café Hillel, en uno de los barrios más prestigiosos de la ciudad. Siete personas murieron tras la explosión y otras 30 resultaron heridas.

"En lugar de estar juntos bajo el toldo de la boda, yacen juntos aquí, para ser enterrados en los surcos de la tierra", dijo el rabino Meir Lau, entre llantos y lamentos de la dolida muchedumbre. Un grupo de judíos ultraortodoxos que vestía con trajes negros y sombreros de copa, comenzaba a llenar de tierra la tumba de Naava. El novio, Chanan Yaacov Stand, de 20 años, se deslizaba entre las figuras de atuendo oscuro y dejaba caer una pequeña caja roja dentro de la fosa. Dentro estaba el anillo de bodas que tenía previsto poner en el dedo de Naava.

El doble funeral de un hombre que había dedicado su carrera atendiendo a las víctimas de las bombas suicidas y de su hija mayor, comienzan a verse como el símbolo de la disparidad de una nación que en recientes semanas se ha sido despertada de un breve verano de relativa calma.

"Estamos en medio de la guerra donde cualquier calle, cualquier autobús y cualquier tienda se ha convertido en la línea del frente", decía Shubert Spero. En el funeral, la foto de Naava y Chanan sentados en un sofá estaba apoyada en una mesa. Naava, una mujer pequeña y delgada con delicados rasgos y oscura cabellera, sonreía de oreja a oreja.

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