Odiosas comparaciones
Hay algunas comparaciones que, por muy odiosas que sean para algunos, ilustran bien una situación y nos proporcionan una referencia hacia la que dirigirnos. El otro día fui a comer con un amigo al que veo muy de vez en cuando. Él es un investigador en el campo de la biología evolutiva con un talento que siempre he admirado y con resultados reconocidos internacionalmente por la comunidad científica. Aunque intentó establecerse en España, fue finalmente en Francia donde consiguió el apoyo y la libertad necesarios para desarrollarse científicamente. Y allí es donde está investigando.
Yo volví de Alemania hace casi dos años y medio, tras completar allí una estancia posdoctoral del mismo tiempo. También soy biólogo y también investigo. El trueque que hice a mi vuelta fue dejar allí un contrato laboral con la Universidad de Heidelberg que reconocía mi titulación de doctor, por una beca posdoctoral que no reconoce mis derechos laborales más esenciales (las becas no cotizan al sistema de pensiones, niegan el acceso a la sanidad pública, niegan el subsidio por desempleo, y... bueno, todo lo que significa no estar amparado por el Régimen General de la Seguridad Social). Alguno me dirá que para qué me volví, y a veces eso mismo digo yo.
No sé si tendrá algo que ver, pero las conversaciones de carácter científico que surgían allá a cada momento en el puesto de trabajo, aquí las sustituyen otras con la cuestión laboral, asunto que castiga cada nivel científico con una precisión tan meticulosa que cualquiera diría que parece hecho aposta. El caso es que era ineludible que este tema de conversación saliera durante la comida con mi amigo.
Me comentó varias diferencias notables entre el sistema español y el francés que me ponían los dientes largos, pero una me llamó la atención especialmente. Cuando llegó el momento de redactar su contrato, hubo una fase previa que recibía el nombre de Reconstitución de la Carrera Científica, y que consistía en analizar toda su experiencia científica previa, debidamente documentada. De este modo se evalúa la antigüedad laboral, que tendrá efectos en el salario y en el tiempo de cotización a la Seguridad Social francesa. Pues bien, a efectos de antigüedad laboral y cotización a la Seguridad Social francesa consideraron el tiempo que dedicó a hacer la tesis doctoral... ¡que hizo en España! ¡Con una beca del entonces Ministerio de Educación y Ciencia! En España, esa misma beca no cotiza a la Seguridad Social.
Estos usos y costumbres reflejan la forma de pensar de unos y otros. Y qué casualidad que detrás de un sistema laboral sólido y establecido haya una producción científica con las mismas características.
Durante el año 2002 se publicaron en París 15.383 artículos científicos (entre ellos, varios de mi amigo español). En Madrid, 7.621. En Barcelona, 5.645.
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