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Sanidad protege un ambulatorio con cristales blindados, alarmas y guardas

Tres sanitarios agredidos y dos pacientes detenidos en el centro de Villaverde

Oriol Güell

Convertir un centro sanitario en una fortaleza. Esto es lo que ha hecho la Consejería de Sanidad con el centro de salud Potes, (distrito de Villaverde Alto) ante las reiteradas agresiones, insultos y amenazas con las que un grupo reducido de pacientes somete a los médicos, enfermeros y demás empleados del centro. Sanidad empezó instalando cristales blindados y contratando un vigilante de seguridad, pero en los últimos tiempos ha tenido que reforzar estas medidas con un sistema de alarmas, un canal cerrado de televisión y la contratación de un segundo guarda.

Sillas de plástico blanco, paredes color salmón, cuadros de arte contemporáneo, suelo limpio de terrazo... El centro de salud Potes (Villaverde Alto) parece a primera vista un modélico ambulatorio de barrio. Esta imagen, sin embargo, se viene abajo cuando el visitante advierte los detalles que revelan que, casi con seguridad, el de Potes es el centro sanitario más conflictivo de toda la región.

Tres ventanas del ambulatorio presentan impactos de bala procedentes del exterior. Aunque pueda llamar la atención, éste es un detalle de poca importancia para los trabajadores si se compara con el resto de precauciones que marcan su labor diaria: circuito interior de televisión, cristales blindados, puertas reforzadas, sistema de alarmas, vigilantes de seguridad...

"Suerte que todos los que trabajamos aquí nos llevamos muy bien. Seguramente, el hecho de que tengamos que hacer piña para ayudarnos unos a otros nos ayuda a ello", explican dos empleadas del centro.

Resulta difícil comprender lo que ocurre en un centro de salud que está en Villaverde Alto para prestar asistencia médica gratuita a una población de 13.000 personas. Los meses del verano han sido especialmente duros en el centro sanitario, con al menos tres agresiones físicas y decenas de insultos y amenazas.En un solo día, el pasado 20 de agosto, la policía se llevó detenidos a dos pacientes del ambulatorio por amenazar y agredir a sus trabajadores. Uno de los dos detenidos es una mujer de unos treinta años que atacó a su médica porque ésta la hizo esperar unos minutos antes de atenderla. Como no lo logró, la amenazó: "Te voy a arrancar la nuez [del cuello] a mordiscos", le espetó. El vigilante que ayudó a la facultativa a huir tampoco se libró de sus insultos: "Voy a pagar para que te quemen vivo y te graben mientras mueres". La médica insultada está de baja por ansiedad.

Bastan unos segundos de conversación con cualquier trabajador del centro para que se explayen con episodios violentos como éste. El mismo miércoles día 20, sólo una horas después de la detención de la mujer, la policía se llevó a otro paciente por insultar e intentar agredir, en evidente estado de embriaguez, a los vigilantes jurados. En otro incidente ocurrido unos meses antes, el agresor, conocido en el barrio como El Marqués, amenazó a la plantilla con un cuchillo.

A finales de julio, una pediatra fue abofeteada por la madre de un niño al que la facultativa no consideró necesario remitir a las urgencias de un gran hospital. En las mismas fechas, El Aquilino, otro paciente, obligó bajo amenazas a una médica a firmarle un certificado médico por un accidente falso.

"Las amenazas, los insultos... La verdad es que asusta un poco cuando los recibes, pero nos animamos unos a otros pensando que nunca van en serio, que nunca ocurrirá nada...", explica una médica. Pero las amenazas imponen, especialmente para quien no está acostumbrado a oírlas. Y no sólo por lo que dicen, ni por cómo lo dicen. Lo más llamativo es la total falta de respeto, cuando no el más absoluto desprecio, con el que un grupo de pacientes trata a los profesionales.

El pasado viernes, ante la acumulación de episodios violentos, la concejal del PSOE Carmen Sánchez Carazo acudió al ambulatorio para interesarse por lo sucedido. El Aquilino no dudó en acercarse para vanagloriarse de sus hazañas. "A mí me han cambiado de médico, porque a la mía la tenía ya acojonada. Hago lo que quiero con ellos", soltó este hombre, de entre 25 y 30 años.

Si se pregunta a los pacientes las razones de su comportamiento, las respuestas son vagas, pero inciden siempre en un punto: los supuestos aires de superioridad que médicos y enfermeros profesan ante sus pacientes. "Se creen muy importantes por ser médicos y nos miran por encima del hombro", contestó El Aquilino. La mujer detenida el pasado día 20 añadió: "A ver si contáis que los médicos nos faltan al respeto todos los días...", gritó a los periodistas.

Los trabajadores del centro sonríen con tristeza cuando se les cuenta lo que dicen los pacientes sobre ellos. "Las relaciones son muy buenas con la inmensa mayoría de los pacientes. Los que causan problemas son sólo unos pocos, pero hacen mucho ruido y son muy reincidentes", lamenta la plantilla.

¿Cómo puede un centro de salud llegar a esta situación? Una de las trabajadoras que más tiempo lleva trabajando en el centro sanitario de Potes tiene su particular opinión: "El centro de salud es el reflejo del barrio y de sus problemas internos y en relación con el resto de la ciudad. No olvidemos que nosotros somos el elemento externo al entorno familiar y social de los vecinos que más íntimamente entra en su vida diaria", explica esta trabajadora.

La concejal Sánchez Carazo comparte la idea de que lo que sucede en el centro es un reflejo de la sociedad que le rodea. Y considera que el municipio debe emprender acciones, como una campaña informativa, que promuevan la responsabilidad personal de los pacientes.

"El Ayuntamiento debe promover acciones que extiendan entre los ciudadanos la idea de que el buen ejercicio de sus derechos implica el respeto a las personas e instituciones", afirma Sánchez Carazo.

El centro de salud Potes, ubicado en Villaverde Alto, que ha sido testigo de numerosas agesiones a sus empleados.
El centro de salud Potes, ubicado en Villaverde Alto, que ha sido testigo de numerosas agesiones a sus empleados.LUIS MAGÁN

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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