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Reportaje:

El Gobierno de Hamburgo sale del armario

Escándalo en Alemania por las acusaciones de homosexualidad y amiguismo entre los ministros de la ciudad-Estado

Un escándalo, con chantaje de por medio y acusaciones de amiguismo y homosexualidad, sacude desde hace días a la ciudad-Estado de Hamburgo y ha desencadenado en Alemania un debate sobre los límites de la información y el derecho de los políticos a su vida privada. Todo comenzó cuando el alcalde de Hamburgo, el abogado democristiano de 48 años Ole von Beust (CDU) destituyó a su ministro del Interior, el juez ultraderechista de 45 años Ronald Schill, quien lo había acusado en público de mantener relaciones homosexuales con el ministro de Justicia, el también democristiano y jurista de 49 años Roger Kusch.

La fría y elegante ciudad de Hamburgo, situada en la otra punta de Europa, parece estos días empeñada en dejar chica a Marbella. Con la diferencia de que en Hamburgo los actores son alemanes rubios y altos, modelo Curd Jurgens, no parecen escapados de una vieja película mexicana y el escándalo es por sexo entre homosexuales y no por un quítame allá esos ladrillos. En Hamburgo gobierna desde hace dos años una coalición de democristianos (CDU), liberales (FDP) y un partido ultraderechista y xenófobo llamado Ofensiva por el Estado de Derecho, que obtuvo casi un 20% de votos en las últimas elecciones de la ciudad que tiene el rango de Estado federado con sus 1,7 millones de habitantes.

El ministro del Interior acusó al alcalde de tener relaciones homosexuales con el de Justicia

El democristiano Von Beust olvidó la máxima cervantina de que quien con infantes pernocta excrementado alborea y se alió con el temido juez Schill, alma del partido ultraderechista y xenófobo, y le dio la cartera de Interior. Surgió una disputa por la destitución de un cargo de segunda línea del partido de Schill. El juez, ni corto ni perezoso, se presentó en el despacho del alcalde y lo amenazó con denunciar en televisión, a la hora de máxima audiencia, que Von Beust mantiene una relación homosexual con su ministro de Justicia, Kusch, quien vive en un piso propiedad del burgomaestre. Von Beust expulsó a Schill de su despacho y lo destituyó en el acto. A continuación el alcalde compareció ante la prensa para denunciar con todo lujo de detalles el intento de chantaje de su ministro del Interior. No se amilanó Schill, que, tras negar lo del chantaje, insistió ante la prensa en que en el piso donde vive el ministro de Justicia se escuchaban gemidos de placer cuando el alcalde se encontraba allí de visita.

La polémica estaba servida y ocupó todas las portadas desde el amarillista Bild Zeitung, con sus 12 millones de lectores, al prestigioso semanario Der Spiegel. Se preguntaba Bild, y aportaba los ejemplos de los alcaldes homosexuales de París y Berlín, si las personas con esta preferencia sexual no son mejores políticos. El alcalde Von Beust ha salido fortalecido por haber dado el paso al frente y no dejarse chantajear. No obstante, algunos se preguntan si no hubiera sido mejor, en vez de salir casi a patadas del armario, admitir la homosexualidad como hizo el alcalde de Berlín, el socialdemócrata Klaus Wowereit (SPD), quien declaró textualmente antes de las elecciones: "Soy marica y está bien así". La polémica sobre la homosexualidad y la vida privada ha dejado en segundo plano la cuestión del amiguismo: nombrar ministro de Justicia a un íntimo.

El debate abierto pone de manifiesto la diferencia entre la bucólica República de Bonn, donde lo que ocurría debajo de la cintura era tabú, y la invasión de la intimidad que se empieza a practicar a la República de Berlín. Hoy día el canciller Gerhard Schröder ya acudió a los tribunales para dirimir si se tiñe las canas y que no se acuesta con una presentadora de televisión. Más de uno añora los días felicies cuando alguien acudió al viejo canciller Konrad Adenauer con el cuento de la homosexualidad de su ministro de Exteriores Heinrich von Brentano. El viejo democristiano respondió: "Mientras no me meta mano, a mí no me importa".

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