Reforestar las cenizas
La regeneración artificial de los bosques devastados por los incendios de este verano durará décadas
Andalucía, Cataluña, Valencia y las dos Castillas han sufrido los peores incendios del verano. Sus respectivos gobiernos ya se han puesto manos a la obra para que brote la vida donde ahora sólo queda una alfombra de cenizas y cientos de esqueletos de pinos calcinados. El coste de reforestación de las zonas quemadas aún no ha sido calculado, ni siquiera existe una estimación. Pero su recuperación se hace imprescindible porque los bosques españoles, valorados por el Ministerio de Medio Ambiente en 164.100 millones de euros, constituyen la base del equilibrio ecológico de nuestra fauna y flora.
España ocupa el cuarto puesto entre los países europeos con mayor superficie boscosa; exactamente su territorio tiene un 51% de bosques. Le aventajan Finlandia, con un 74% de bosques; Suecia, con el mismo porcentaje, y Rusia, con un 54%.
Las plagas de insectos pueden acabar de rematar un monte incendiado
"El 10% de los pinos reforestados se secan y hay que reponerlos", explica un ingeniero
La regeneración de los montes quemados no es tarea fácil y llevará un siglo hasta que se restituya su estado original. Las autonomías hacen lo que pueden dado sus escasos recursos humanos y presupuestarios, comparados con los del Ministerio de Medio Ambiente; por ello, muchos gobiernos regionales reclaman al Ejecutivo ayuda financiera para poder desarrollar sus planes de recuperación.
En este sentido se pronunció Fuensanta Coves, consejera de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. Después del peor mes de agosto de incendios del último lustro en España, Coves demanda de la ministra Elvira Rodríguez una intervención a nivel europeo para exigir fondos en la lucha contra el fuego, tanto para la prevención como para la extinción.
José Guirado Romero, director general de Gestión del Medio Natural de la Junta de Andalucía maldice el rayo que el 29 de julio pasado cayó en la sierra de Aracena (Huelva) causando un incendio que devastó 6.000 hectáreas de pinos y eucaliptos. "Ha sido una pena porque se trata de un área de gran valor ecológico. Hemos comenzado la regeneración de la zona y el 15 de septiembre tendremos el estudio inicial del plan de emergencia que seguiremos para la reforestación", explica Guirado.
Huelva es la provincia Andaluza con mayor proporción de terreno forestal: un 75% de sus 815.000 hectáreas son bosques. Tras el desastre de este verano, la Junta ya está haciendo evaluaciones de lo sucedido y planes para volver a replantar miles de árboles.
Guirado planea la recuperación completa del bosque a largo plazo y la estructura en varias fases. La primera medida consiste en elaborar un estudio del suelo, para acometer las obras de hidrología necesarias. "Vamos a levantar diques de retención en los barrancos para evitar que las lluvias erosionen un terreno que ha quedado desprotegido, desnudo, sin árboles que contengan la tierra," explica Guirado. Una vez asegurado el terreno se procederá a la extracción de la madera quemada. Son árboles que han quedado calcinados o moribundos. Ahora están a merced de los parásitos y su tala se hace imprescindible para evitar la llegada de plagas que rematen los escasos ejemplares que se han salvado o que contagien a otros.
"En octubre próximo comenzaremos la extracción de la madera quemada para venderla en subasta a precio tasado. El dinero que se obtenga será reinvertido en la reforestación del monte quemado", asegura Guirado.
Tras el proceso de extracción de la madera quemada llega una fase de larga espera, unos dos años, en la que los técnicos forestales le dan tiempo a la naturaleza para que se regenere en lo que pueda.
"Dentro de un par de años analizaremos hasta qué punto el bosque se ha regenerado por sí solo, si han surgido brotes de pino de forma natural o si han crecido matorrales o no. El bosque mediterráneo es muy resistente al fuego y, a los dos años, aproximadamente, se produce una explosión de brotes de miles de pinos, hasta una media de 1.800 pinos por hectárea", explica Guirado. Pero el monte no puede asumir semejante proporción por lo que la intervención del hombre se hace necesaria: "Es entonces cuando hay que reducir la cantidad de pinos a unos 400 o 600 por hectárea", explica el ingeniero de montes.
En la regeneración artificial del bosque juega un papel muy importante la diversificación de las especies vegetales que se planten. No sólo hay que abrir claros y eliminar los pinos excedentes sino que tambien hay que reforestar con distintas especies, siempre autóctonas. "Cuantas más especies distintas tenga una zona más dificil le es al fuego avanzar por ella", explica el ingeniero de montes andaluz.
Sin embargo, la regeneración natural de una zona quemada nunca es completa y puede durar una eternidad sin la ayuda del hombre. Las zonas reducidas a cenizas, donde la naturaleza no ha sido capaz de recuperarse por sí sola, requieren de la reforestación artificial.
La sierra de Madrid ofrece un ejemplo de reforestación exitosa en fase avanzada: la realizada en los últimos años en el monte de Abantos, en San Lorenzo de El Escorial. En agosto de 1999 un incendio arrasó 400 hectáreas de bosque, un pinar de reforestación que comenzó a plantarse hace más de un siglo bajo las directrices de la Escuela de Ingenieros de Montes.
Los métodos para reforestar una zona dependen de las condiciones orográficas. Si el paraje es inaccesible para el hombre por sus barrancos, se llegan a emplear helicópteros para las siembras, como se hizo en Cataluña: los forestales lanzaban semillas lastradas desde el helicóptero. Al caer al suelo, las semillas se clavan solas pero en un porcentaje escaso. Porque muchas semillas se golpean contra rocas o piedras y no alcanzan el suelo por lo que nunca llegan a crecer. Tambien se lanzaron piñas recubiertas de un tejido biodegradable que las hacía más pesadas durante la siembra. Pero el elevado coste de lastrar las semillas y piñas comparado con su escasa efectividad no hacen rentable el método.
En el monte Abantos, el gobierno regional madrileño hizo la siembra a mano, con la ayuda de una máquina llamada retroaraña, de ocho patas, que "evita pisotear las zonas donde hay brotes naturales durante la plantación de los pinos de vivero", explica Federico Sepúlveda, ingeniero de Montes y viceconsejero de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid.
En Abantos, donde en agosto de 1999 sólo quedaron los esqueletos humeantes y carbonizados de pinos centenarios, ahora crecen tres tipos de pinos que alcanzan más de medio metro de altura. "Se plantaron 400.000 árboles. El 80%, pinos, el resto frondosas", comenta el consejero de Medio Ambiente madrileño, Miguel Garrido. El pino silvestre se plantó en las zonas más altas del Abantos; el negral, en la zona media porque se adapta mejor al calor; y en la franja más baja, el pino resinero o piñonero, el más resistente.
"Eran plantones de una savia [de un año] que son los que más posibilidades de éxito tienen. Se planta en una densidad muy elevada, unos 1.600 pinos por hectárea porque siempre se producen marras. Aproximadamente, un 10% de los árboles plantados se secan y es necesario reponerlos", afirma Sepúlveda. A los 25 años ya se puede determinar si la reforestación ha sido exitosa o no. Pero un bosque tarda en recuperar su aspecto original el tiempo que tardó en crecer. Y en algunos casos ni siquiera.
Cataluña, donde se registró el peor incendio de este verano en España, admite dificultades a la hora de efectuar una reforestación con éxito. En 1994, el año de la gran sequía en España, Cataluña sufrió el mayor fuego de la década: 45.600 hectáreas arrasadas, de las cuales 34.500 eran superficie forestal arbolada, según informó un portavoz del Departament de Medi Ambient de la Generalitat de Catalunya el pasado jueves.
Un tercio de la superficie arbolada que arrasó el fuego, la mayor parte de pinos, se regeneró por sí sola. La Generalitat acometió la recuperación de más de 24.300 hectáreas que no lograron salir adelante: encinas y robles pueblan ahora 6.700 hectáreas que fueron devastadas; el pino carrasco (Pinus halepensis), 7.700 hectáreas; y hay una zona mixta de encinas, robles y pinos que ocupa 1.100 hectáreas. El resto ha pasado a ser una zona de cultivos y pastos, sin un solo árbol.
Andalucía, pionera
El mayor incendio registrado en Andalucía en la última década no solo arrasó en 1991 más de 10.000 hectáreas en Almería, sino que puso patas arriba la legislación regional contra el fuego. Ese incendio, intencionado, promovido por intereses urbanísticos, fue el detonante que impulsó a la Junta de Andalucía a volcarse en la lucha contra incendios hasta posicionarse como la región española pionera en la materia.
Desde entonces, Andalucía ha atacado al fuego por varios frentes. A nivel legislativo, la Junta Andaluza le saca diez años de ventaja al gobierno central. En 1994, la Junta aprobó una normativa regional que prohíbe la recalificación de las zonas quemadas para evitar incendios intencionados, sobre todo en zonas costeras, con fines urbanísticos. La nueva Ley de Montes del Ministerio de Medio Ambiente incluye un artículo similar -aunque no tan tajante porque deja en los gobiernos regionales la última palabra sobre la recalificación de suelo quemado- y ni siquiera ha sido aprobada aún. Otras comunidades autónomas como Madrid o Galicia, entre otras, tambien se han adelantado al ministerio al aprobar esa prohibición.
Los jueces tambien se han concienciado y ahora castigan con dureza a los pirómanos. En los juzgados de Málaga hay más de 30 causas abiertas contra acusados de provocar incendios. En una sentencia reciente un agricultor malagueño ha sido condenado a ocho meses de prisión por provocar un incendio durante la quema de rastrojos.
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