Entre Dios y la patria
El obispo emérito de San Sebastián, José María Setién, expone los planteamientos del discurso de un clero comprometido indirecta pero apasionadamente con la causa nacionalista a través de unas páginas por las que desfila todo el mundo del nacionalismo vasco.
Pequeño libro imprescindible para entender lo que ocurre en el interior del mundo nacionalista vasco y cómo se gesta la buena conciencia de sus integrantes en medio de la barbarie. No sólo por el éxito alcanzado, tres ediciones en dos meses, o por la personalidad política del autor, sino sobre todo por la claridad con que expone los planteamientos y la estrategia del discurso de un clero comprometido indirecta pero apasionadamente con la causa nacionalista bajo el manto de un magisterio fundado en la doctrina social y política de la Iglesia.
"Antes de hacer una valoración o de emitir un juicio sobre la realidad es necesario conocerla", advierte Setién a sus colegas españoles de la Conferencia Episcopal. No es seguro, sin embargo, que a estas alturas el conocimiento de la realidad se obtenga como es el caso mediante el encadenamiento de preguntas, objeciones y deducciones al servicio de postulados producto de la ideología del autor. Setién brilla en el arte de la disputatio, en la combinación de argumentación, distinción y réplica, ante los obispos españoles en el ars opponendi et respondendi, y eso debe embelesar a sus seguidores, al mismo tiempo que les traslada a ese mundo tan poco frecuentado por el conocimiento científico actual como es la lógica escolástica.
DE LA ÉTICA Y EL NACIONALISMO
José María Setién
Erein. San Sebastián, 2003
132 páginas. 11 euros
El objetivo principal del librito consiste en inmunizar al nacionalismo en general, y de modo especial al independentista, respecto de ETA, cuya condena Setién tampoco aprecia demasiado por poco "novedosa". Silogismo a silogismo, vamos a parar en que si ETA es parte del Movimiento de Liberación Vasco, éste es el todo y no puede ser condenado por lo que haga la parte. Setién no proporciona dato alguno. Le basta con su autoridad y el hábil uso de su técnica de argumentación. Tampoco juzga lícito que se condene sin más la colaboración con ETA, ni que todos los demócratas se unan frente al terrorismo, ni que de la existencia de víctimas del terrorismo pueda sacarse una consecuencia política.
Hay que matizar, son temas complejos, desvía una y otra vez. En cambio no hay matices a la hora de suscribir el planteamiento nacionalista de que hay un Pueblo Vasco, con mayúsculas, que debe ejercer la autodeterminación. La cosa es clara: si un Estado tiene una composición plural, las partes tienen derecho a separarse. Más claro, agua.
Resulta comprensible, en fin,
que Setién rechace la identificación de ETA, guiada nada menos que por el "marxismo", con el "nacionalismo radical", según él, perfectamente democrático, tal y cmo lo definió su fundador, Sabino Arana, quien para el ex obispo plantea alcanzar la independencia "por vías exclusivamente políticas", sin relación alguna con la lucha armada. Acabáramos: Setién pontifica sobre el nacionalismo vasco sin haber leído siquiera Bizkaya por su independencia, o habiendo leído las obras de Sabino oculta su contenido en un punto crucial, lo cual sería grave para su conciencia si no estuviera convencido de que tal actuación se encuentra al servicio de una causa superior.
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