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Reportaje:PRIMERA VÍCTIMA ESPAÑOLA DE LA POSGUERRA DE IRAK

Experto en operaciones de paz

El capitán de navío Manuel Martín-Oar trabajó en la sede de Naciones Unidas en Nueva York entre 1995 y 1996

Guillermo Altares

El capitán de navío Manuel Martín-Oar y el embajador Miguel Benzo llegaron a Bagdad a la caída de la tarde del jueves 15 de mayo, escoltados por un convoy militar español, desde el puerto de Um Qsar. Fue un viaje agotador, de 14 horas, y no les esperaba una labor precisamente fácil. Eran los primeros españoles enviados por el Gobierno para integrarse en la Administración provisional estadounidense. Lo malo es que la Administración se encontraba en esos momentos cambiando de nombre y de patrón -de Jay Garner a Paul Bremer-, y no se veía nada claro cuál iba a ser su misión. Benzo reconoció entonces que las autoridades estadounidenses en Irak "estaban en un profundo proceso de reorganización".

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Cuatro días más tarde, después de sus primeras entrevistas con las nuevas autoridades de ocupación, supieron que serían los encargados de la coordinación con Naciones Unidas y de la ayuda humanitaria. Martín-Oar, que trabajaba como asistente del embajador Benzo, era un hombre educado y tranquilo, con experiencia en misiones de paz de Naciones Unidas, lo que no le impedía sentir una cierta inquietud ante la situación de caos que se vivía aquellos días en Bagdad, que no ha hecho más que empeorar desde entonces.

Tanto Benzo como Martín-Oar hablaban de "una estancia de varios meses" cuando eran preguntados por el plazo que se planteaban para su misión.

Sus primeras noches en Bagdad las pasaron en la Embajada de España, por motivos de seguridad. Dormían en dos camastros militares, en lo que llamaban la biblioteca de la legación, un cuarto relativamente pequeño, donde habían instalado el teléfono satélite y otros pertrechos antes de mudarse, en julio, a una casa. A mediados de junio, contaban con una pequeña oficina en la sede de Naciones Unidas, en el hotel Canal. Pero no tuvieron nunca la seguridad, proporcionada por soldados estadounidenses, de la que disponían los altos funcionarios españoles del Gobierno de ocupación. De hecho, al principio se movían con dos escoltas privados contratados por la Embajada.

Nacido en Madrid, Manuel Martín-Oar, de 53 años, casado y padre de cuatro hijos, ingresó en la Armada en 1967. Como piloto, estuvo destinado en el portaaviones Príncipe de Asturias y en la quinta escuadrilla de helicópteros, en la base naval de Rota. Su familia conoció la noticia de la muerte cuando estaba de vacaciones en el Puerto de Santa María, según explicó ayer una hija del militar, que declinó hacer cualquier otra declaración, informa desde Cádiz Francisco José Román.

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Benzo y Martín-Oar se conocieron cuando ambos trabajaban en Nápoles, el embajador como cónsul general de España y el militar en el cuartel general de la OTAN en la ciudad italiana. Cuando Miguel Benzo fue nombrado por el Gobierno español para incorporarse a la Administración provisional en Irak, inmediatamente ofreció a Martín-Oar que le acompañase y el capitán de navío se presentó voluntario.

Había trabajado entre 1995 y 1996 en el Servicio de Planteamiento de Misiones de Paz en la sede de la ONU en Nueva York, sobre todo para Guatemala y Timor. Era consciente de la dificultad de colaborar en la reconstrucción de un país después de una guerra, sobre todo en Irak, donde se trata de una ocupación militar. Martín-Oar era pintor aficionado. Estaba previsto que expusiera sus cuadros en el centro cívico El Castillo, en la localidad madrileña de Villanueva de la Cañada, entre el 27 de octubre y el 14 de noviembre.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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