El 'plan Ibarretxe"

El nudo gordiano del conflicto político entre los sucesivos gobiernos de Madrid y Euskal Herria es el manido "dogma de la territorialidad", una conquista irrenunciable para los constitucionalistas de la "Una, grande y libre", un objetivo irrenunciable para los independentistas del entorno de ETA. Ambos extremismos cometen el gravísimo error de tratar de imponerlo sin tener en cuenta la voluntad soberana del pueblo vasco. Si el control de un territorio se mantiene o se trata de conseguir pisoteando los deseos de sus habitantes, el atasco político está servido.

Simultáneamente, la vida sigue su marcha, con toda la normalidad posible en un entorno puntualmente desestabilizado por provocadores políticos y militares. Ibarretxe lo sabe y, además, conoce bien a su pueblo individualmente soberano. Con su plan se ha propuesto buscar una salida al laberinto de la política vasco-española, intentando deshacer el tal nudo. ¿Cómo? Poniendo encima de la mesa la posibilidad de consensuar avances concretos en el disfrute de una determinada soberanía colectiva de corte europeo, para el conjunto de la ciudadanía de Euskal Herria.- Iñaki San Sebastián. Bilbao.

No soy vasca, soy andaluza; no soy nacionalista, soy universalista. Sin embargo, el plan de Ibarretxe me parece una vía digna ante una montaña de demagogia política en la que no hay espacio para nada. Ibarretxe no está hablando de escisiones o imposiciones por la fuerza, sólo de un referéndum. Creo que es un milagro que haya conseguido hacer algo coherente teniendo en cuenta las limitaciones que el sistema constitucional actual supone.

Si la Constitución es un problema, ¿por qué nuestros políticos se aferran a ella? Si queremos solucionar el problema vasco, todos debemos poner de nuestra parte, pero da la sensación de que la Constitución es la Biblia. Yo no creo en los dioses del Olimpo constitucional, sólo en la buena fe de la gente para solucionar los problemas dialogando.

No sé por qué resulta tan difícil aceptar que la Constitución no sólo puede ser modificada, tal como ella misma contempla, sino que debería serlo. La Constitución fue redactada en un período político en el que el dictador estaba enterrado, pero la dictadura andaba tan fresca por las calles; ciertas cuestiones fueron obviadas en aras del entendimiento entre todos: la cuestión de la bandera y la de los nacionalismos históricos, por ejemplo. Pero llevo 20 años escuchando al Ministro del Interior de turno perjurando que la policía y la justicia van a solucionar el problema vasco como por arte de magia, y lo único que ha seguido es una larga lista de muertos, de juicios, enfrentamientos, una larga lista de nada.

Por lo demás, que cada uno se sienta como quiera. Sería muy aburrido que todos fuéramos un molde de los demás. Y que los vascos se sientan como ellos quieran, que eso no me quita el sueño, y sí tener 38 años, un currículo de miedo y no tener trabajo en mi país.- Teresa de Castro.