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Columna
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Extraña frialdad y brutal acusación

Soledad Gallego-Díaz

La frialdad con la que José María Aznar contempla la posibilidad de que las tropas españolas en Irak sufran bajas está siendo una de las características más extrañas de su actuación en las últimas semanas. Esa frialdad es, sin embargo, compatible con una gran preocupación por el efecto que esas posibles bajas puedan tener en la opinión pública, hasta el extremo de que ha decidido lanzar una ofensiva "preventiva" sobre cualquier crítica por parte de la oposición. Ayer, en Palma de Mallorca, Aznar dejó marcada la línea que seguirán todos los dirigentes del PP: acusar al PSOE y a cualquiera que exprese su preocupación por la suerte de los soldados españoles de "cifrar sus esperanzas políticas en los féretros", una acusación tan grave que probablemente no haya otro presidente del Gobierno en Europa capaz de lanzarla sin que le tiemble el pulso ni le cueste un grave disgusto político.

Las terribles palabras de Aznar son, según recogieron textualmente las agencias, las siguientes: "Hay gente que lo único que espera es que tengamos la desgracia, y no se han ocultado en decirlo, de ver a nuestros soldados que vuelvan en féretro". Queda claro que el presidente del Gobierno no acepta responsabilidad alguna sobre la suerte de los soldados enviados a Irak, puesto que si les sucediera algo sería consecuencia de una "desgracia", algo así como una catástrofe natural de la que resultaría absurdo pedir cuentas. Y si la oposición lo hiciera, se trataría de buitres deseosos de ver muertos y heridos entre nuestros soldados y oficiales. Aznar no está dispuesto a aceptar que si los soldados resultan heridos o muertos será como consecuencia de una decisión estrictamente política, que es responsabilidad legítima suya, de su Gobierno y de su partido. Como lo es de Blair la suerte de los soldados británicos o de Bush la de los norteamericanos. Y a ninguno de los dos se les ha pasado por la cabeza, como al presidente del Gobierno español, diluir su responsabilidad atribuyendo por adelantado las posibles bajas a "desgracia" alguna. Entre otras cosas porque sus opiniones públicas no toleran que los gobiernos escamoteen su protagonismo en momentos de crisis ni que insulten a sus oponentes de una forma tan brutal.

Aznar se empeña también en recalcar que los soldados que van a Irak son profesionales, gracias a que su Gobierno suprimió la mili. No parece que esa sea razón para dejar de preocuparse por ellos. Todos tenemos la obligación de saber por qué están ahí y quién dará la cara si algo les sucede.

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