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El Gobierno iraní reconoce que la fotógrafa canadiense fue apaleada en comisaría

La muerte de la reportera gráfica Zhara Kazemi, nacida en Irán aunque de nacionalidad canadiense, a raíz de las lesiones sufridas cuando se encontraba detenida en una comisaría iraní ha agriado las relaciones entre Ottawa y Teherán, al tiempo que ha recrudecido la pugna política entre reformistas y ortodoxos en la República Islámica. Los primeros, alineados tras el presidente Mohamed Jatamí, han acusado ya al sistema policial y judicial iraní, controlado por los sectores más inmovilistas del régimen, de intentar encubrir el asesinato de la fotoperiodista.

Kazemi, de 54 años, fue detenida el pasado 23 de junio cuando fotografiaba la prisión de Evin, en Teherán. Murió el día 10 de julio en un hospital de la capital iraní, donde había ingresado el 27 de junio en estado de coma a consecuencia de las heridas que sufrió en la cabeza después de tres días de sucesivos interrogatorios en comisaría.

El presidente Jatamí ordenó una investigación sobre las circunstancias de la muerte de la periodista que concluyó con un lacónico informe -publicado el 20 de julio- en el que se afirmaba que Kazemi falleció "por una hemorragia cerebral tras haber sufrido una fractura de cráneo", aunque sin pronunciarse sobre las causas de las lesiones.

Los partidarios de Jatamí parecen haber roto la baraja y han aireado en las últimas horas nuevas revelaciones para desmontar las tentativas de encubrir el crimen. El vicepresidente iraní, Mohamed Alí Abtahi, fue el primero en hablar ayer abiertamente de "asesinato a golpes" como "tesis más probable". El ministro de Sanidad, Masud Pezeshkian, insistió también en que una caída o un golpe accidental no hubiesen bastado para producir las lesiones mortales.

Una comisión parlamentaria encargada de la investigación del caso ha llegado también a la conclusión de que la muerte de Kazemi fue un acto deliberado y que ni la policía, ni los fiscales ni los servicios secretos -bajo cuya custodia permaneció detenida la fotógrafa- han querido comparecer ante los diputados.

La prensa iraní también se ha hecho eco de las presiones que sufrió la madre de la periodista, Ezzat Kazemi, para que autorizara la inhumación de los restos de su hija en Irán, en lugar de enviarlos a Canadá como reclamaban los hijos de la fallecida y el Gobierno de Ottawa, que acabo llamando a su embajador en Teherán a consultas. "Cada día venían cinco o seis personas, incluso a medianoche, a casa de la familia donde me alojaba en Teherán para exigirme que les entregara el cadáver. No tuve otra opción", declaró la madre de la fotógrafa al diario Yas-e No.

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