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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bush el africano

El hecho de que los presidentes de EE UU no viajen con frecuencia a África es uno de los motivos por los que debe acogerse con satisfacción la gira por cinco de sus países que George Bush finaliza hoy en Nigeria. El periplo no sólo estrecha las relaciones de la hiperpotencia con el continente descabalgado -algo que parecía imposible escuchando a Bush hace dos años-, sino que subraya el compromiso del líder estadounidense en el incremento de la ayuda humanitaria y económica a unos países que en buena parte navegan a la deriva, devastados por la trágica interrelación entre el sida, las guerras civiles, la corrupción de sus Gobiernos y una pobreza lacerante.

El viaje presidencial tiene un alto contenido propagandístico. En buena medida se dirige a compensar el desplome del crédito político estadounidense acarreado por la aventura iraquí. Pero no todo es propaganda. Bush también quiere convencer a sus interlocutores de que la seguridad es el argumento supremo de esta hora, y esto significa evitar atentados de Al Qaeda contra sus ciudadanos e intereses en África. No es ajeno al súbito interés norteamericano por África una nueva estrategia de control de los recursos energéticos del planeta. El 15% del petróleo que importa EE UU procede del África subsahariana, pero quiere incrementar esta cifra hasta el 25% en 2015 para compensar así el menor flujo que se prevé desde los países árabes.

Pero, además, Bush ha acompañado su gira de algunas iniciativas relevantes, proyectos concretos que, si no acaban difuminados en el Congreso de EE UU, llevarán alivio a un continente del que el reciente informe de la ONU sobre Desarrollo Humano hacía una radiografía aterradora. Destaca su promesa de 15.000 millones de dólares en varios años para combatir el sida en una docena de países. Y su contribución con 10.000 millones en ayuda al desarrollo y facilidades comerciales a los Gobiernos reformistas que luchen contra la corrupción y promuevan la democracia.

Incluso más acuciantes que sus carencias estructurales son hoy para África las secuelas derivadas de sus guerras intestinas. Liberia es en este terreno el país que más urgentemente necesita la ayuda de Washington. Bush parece haber entendido, pese a su reticencia a intervenir en conflictos étnicos, la situación desesperada del país que fundaron los esclavos liberados tras la guerra de secesión de EE UU. La inacabable carnicería civil de Liberia es además combustible de otros conflictos regionales. Una avanzadilla del Pentágono prepara en Monrovia el eventual despliegue de tropas, algo que los liberianos piden a gritos en las calles. Su pacificación sería para Bush la mejor tarjeta de presentación de su anunciado compromiso con África.

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