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Alberto Manguel vindica el futuro del libro, la lectura y las bibliotecas

Conocida es la pasión de este argentino nacionalizado canadiense y residente en Francia por los libros y la lectura. Alberto Manguel inauguró ayer en Santander el 19º Encuentro sobre la Edición, dedicado este año a El derecho a la lectura: las bibliotecas. Con emoción y humor habló de su biblioteca de noche, la preferida, en la que se siente como lector conjurado por las letras, en la que restaura el caos eliminando el orden diurno impuesto por catálogos y clasificaciones.

"¿Existirán por siempre las bibliotecas?", se preguntó. "Puede que no. O puede que las bibliotecas virtuales burlen algunos riesgos: la falta de espacio ya no justificará los sacrificios, puesto que el ciberespacio es prácticamente infinito; y la censura ya no afectará de igual modo a los usuarios de una biblioteca, dado que un censor, circunscrito a un solo Gobierno y a un solo lugar, no puede impedir que un lector acceda a un texto prohibido disponible en otro país, fuera del alcance del censor. Hasta el papel y la tinta pueden burlar una sentencia de muerte. Recuerdo haber visto en el Museo Arqueológico de Nápoles, detrás de una lámina de vidrio, las cenizas de un papiro rescatado de Pompeya, aún legible 19 siglos más tarde. Tengo la ilusión de que estas humildes pruebas de la constancia del libro sean la constante pesadilla de quienes quieren destruirlo".

Estas palabras finales de Manguel arrancaron entusiastas aplausos en el comedor de gala del Palacio de la Magdalena, donde se celebra el curso, abarrotado hasta los topes (hubo que importar sillas de otro lugar) y con alumnos muy atentos y cualificados: editores y bibliotecarios de toda España.

Contó Manguel que colecciona libros desde que tiene uso de razón. "A los siete u ocho años, había reunido ya una buena cantidad, unos cien tomos de varios géneros y formatos. Por el placer de la variedad, pasaba el tiempo reordenándolos. Solía decidir, por ejemplo, agruparlos por tamaño". Pero a veces ese orden no le satisfacía y entonces colocaba sus libros por temas: "Las fábulas en un estante, las historias de aventuras en otro, los libros científicos o de viajes en un tercer estante, los de poesía en un cuarto. En otras ocasiones, para variar, agrupaba mis libros por idioma, o por colores, o por cuánto me hubiesen agradado".

Manguel llegó a la conclusión de que "en una biblioteca no existen categorías definitivas".

Alberto Manguel.
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