_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Proteccionismo: ahora toca a EE UU

Joaquín Estefanía

Nada es más difícil de eliminar que una subvención. Por ello, la reforma de la Política Agraria Común (PAC) a la que llegó la UE la pasada semana, con ser modesta, significa un paso adelante. La PAC nació hace cuatro décadas y en ese transcurso ha generado intereses tan significativos que en muchos casos han distorsionado la propia filosofía con la que nació. En estos momentos, la PAC se lleva el 45% del presupuesto europeo y sus beneficiarios no llegan al 4% de la población activa del territorio de la UE. Los excesos de la PAC están vinculados al incentivo artificial para producir, lo que daba lugar a excedentes que inundaban los mercados en detrimento de los países del Tercer Mundo, muchos de los cuales no tienen otra cosa que vender que sus productos agrícolas; esos países no sólo veían inundados sus mercados de la agricultura occidental, sino que no pueden exportar sus productos agrícolas a los países ricos.

La reforma de la PAC significa un nuevo principio: las ayudas de los contribuyentes ya no incentivarán la producción (una agricultura intensiva que facilitaba los excedentes), sino la demanda, las explotaciones, el medio ambiente, la calidad de los alimentos o el desarrollo rural. A cambio de ello -porque la negociación en el seno de la UE no ha sido fácil y se ha cerrado con cesiones-, la reforma es más modesta y menos compulsiva: las ayudas se reducen menos de lo que el comisario de Agricultura pretendía, y se pondrá en práctica a más largo plazo.

Con todos los defectos de este cambio de filosofía, Europa ha movido ficha y reduce las posibilidades de proteccionismo respecto a los países menos avanzados. Ahora llega el momento de que los otros dos bloques ricos (EE UU y Japón) tomen la iniciativa. Japón, con dificultades económicas estructurales, no ha manifestado voluntad alguna de desmantelar sus subvenciones agrícolas y, en general, los aranceles proteccionistas. Los EE UU de Bush han devenido un país que multiplica las ayudas proteccionistas a sus ciudadanos y empresas. No solamente en el sector agrícola, sino en el industrial (por ejemplo, la siderurgia o la madera) y de servicios (las compañías aéreas). Muchas de las ayudas estadounidenses están directamente relacionadas con las zonas del país en las que el Partido Republicano es más débil desde el punto de vista electoral. Dado que en 2004 tendrán lugar nuevas elecciones presidenciales, habrá que seguir con especial atención qué tipo de política económica aplica Bush a partir de ahora.

No se puede ser optimista. Además de los recientes encontronazos comerciales entre EE UU y la UE, hay otro frente abierto: los organismos genéticamente modificados (OGM). Los productos transgénicos han dado lugar a la última denuncia de EE UU contra Europa en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Europa mantiene desde 1998 una moratoria contra el registro de nuevos OGM, lo que ha dado lugar a una acusación verdaderamente peregrina por parte de Bush: "Por la causa de un continente amenazado por el hambre [África], pido a los europeos que abandonen su oposición a la biotecnología", dijo recientemente en Washington. Hay dos formas contradictorias de aproximarse al comercio de los productos transgénicos: los europeos priman la seguridad alimentaria (apenas apagada en la zona la crisis de las vacas locas) frente a las consideraciones meramente económicas (el principio de "más vale prevenir que curar"), mientras que EE UU, que tiene el mayor número de empresas dedicadas a OGM, cree que ha de primar el interés económico frente a los riesgos alimentarios, que consideran artificiales e hinchados.

En septiembre tendrá lugar en Cancún (México) una cumbre muy importante de la OMC para liberalizar el comercio. La reforma de la PAC no es una panacea, pero es un primer paso que han de dar ahora los competidores europeos. Los beneficiarios de un comercio más libre serán los países subdesarrollados. Los países ricos dedican siete veces más dinero a subvencionar su agricultura que a la ayuda oficial al desarrollo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_