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Apuntes

El CSIC se consolida en la Comunidad Valenciana de la mano de las universidades

El Consejo ha desarrollado siete institutos mixtos de investigación en los últimos años

La delegación valenciana del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) fue tardía, pero en los últimos 15 años sus centros no sólo han crecido y se han consolidado, sino que muchos de ellos se han convertido en referencia a nivel internacional. La buena relación que el Consejo ha mantenido con sus socios tradicionales, la Universitat de València y la Universidad Politécnica, y el consecuente éxito del modelo de centro mixto CSIC-universidad han permitido desarrollar en relativamente poco tiempo siete institutos a partir de grupos ya existentes en las universidades valencianas, además de los tres exclusivos del Consejo. Este crecimiento se ha traducido en la creación de mejores infraestructuras para los centros. Se encuentra en construcción un edificio para el Instituto de Neurociencias (IN) de Alicante -centro mixto del Consejo y un socio que se ha incorporado recientemente, la Universidad Miguel Hernández de Alicante-, ubicado hasta ahora en un edificio compartido con esta universidad que ha quedado obsoleto. El nuevo local contará con una superficie de 8.000 metros cuadrados, el doble que el del Instituto Ramón y Cajal de Madrid.

Pich: "Urge eliminar trabas burocráticas para los organismos de investigación"

Asimismo, la Politécnica va a comenzar las obras de una nueva sede para el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas Primo Yúfera (IBMCP) que doblará en tamaño la actual. "En siete años, el IBMCP ha saturado sus instalaciones. Ya no cabemos", explica José Pío Beltrán, investigador de este centro, y delegado del Consejo en Valencia de 1996 a 2000. El Consejo está a punto de finalizar en este centro el mayor complejo de plantas transgénicas de Europa: dos invernaderos que han supuesto una inversión de 4 millones de euros.

"Nos hemos puesto de acuerdo para pagar a medias", así resume Beltrán la colaboración del Consejo con sus socios. Antonio Pich, actual delegado del Consejo, explica que los centros mixtos "permiten desarrollar institutos de investigación a partir de estructuras ya existente en las universidades. Con esta colaboración optimizamos los recursos, tanto materiales como humanos". De la misma opinión es Daniel Ramón, antecesor de Pich como delegado. "El convenio logrado entre las universidades valencianas, el Instituto Valenciano de Investigaciones Agronómicas (IVIA) y el Consejo en el desarrollo de instalaciones de genómica y proteómica es un modelo a seguir", afirma Ramón.

En Valencia la aparición de la delegación del CSIC fue muy tardía y no han habido infraestructuras hasta hace una década. "Por eso el crecimiento resulta ahora tan espectacular", apunta Beltrán. "Aunque en el momento de crear los centros no te das cuenta de su potencial, al cabo de cinco años se convierten en un agujero negro que empieza a absorber fondos y personal investigador y a crecer. El Instituto Primo Yúfera, por ejemplo, en ocho años ha pasado de tener 45 investigadores a 95 en la actualidad", añade. Cuestión pendiente del CSIC en Valencia es la sede de su delegación, que en este momento es un piso en alquiler en la avenida Botánico Cavanilles.

"Aunque no tengamos una sede apropiada, los institutos se han acercado a sus socios, las universidades, y funcionan. Pero el problema es que no hay una visualización del conjunto y los gestores del I+D valenciano no acaban de ver la importancia del Consejo en la Comunidad Valenciana. Es muy importante que los responsables políticos nos den facilidades", afirma Beltrán. La necesidad de una sede apropiada resulta obvia si consideramos que la valenciana es la autonomía que más centros mixtos reúne y la cuarta delegación en número de centros, por detrás de Madrid (54), Andalucía (29) y Cataluña (21).

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El comienzo del Consejo en Valencia fue el Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (IATA), un centro potente que sigue siendo el referente nacional en tecnología de los alimentos. En el IATA convivían 400 investigadores de agroquímica, tecnología de los alimentos, biología de plantas, desertificación, etc. "Durante mucho tiempo se trabajó alrededor de este instituto. Los valencianos y el propio IATA se resistían a que se formaran nuevos centros; creían que les quitarían los recursos", recuerda Beltrán. El traslado del primer instituto dio lugar a cuatro centros: el nuevo IATA en Paterna; el IBMCP; el Centro de Investigación sobre Desertificación (CIDE) -centro mixto de la Universitat y la Generalitat-; y el Instituto de Biomedicina (IBV), ubicado en las antiguas instalaciones del IATA y que venía a paliar las deficiencias en este área en la Comunidad Valenciana. El IATA sigue siendo exclusivo del Consejo y también lo es el IBV.

El último centro en constituirse en 1999 fue el Instituto de Gestión de la Innovación (INGENIO), constituido por personal veterano del IATA que trabaja en políticas de innovación y gestión científica. Sin embargo, aunque de manera no oficial, el germen del Consejo estaba ya en los años cincuenta en los futuros institutos de Física Corpuscular (IFIC) y de Acuicultura Torre la Sal, en Castellón, cuando grupos de investigadores firmaron acuerdos de colaboración con el Ministerio de Fomento. En la actualidad, ambos centros, cuyas infraestructuras han sido renovadas y ampliadas en los últimos años, mantienen un excelente nivel científico. El IFIC -centro mixto- colabora en la mayor parte de los proyectos que se desarrollan en el CERN en Ginebra, el laboratorio de referencia internacional en el área de la física de partículas. En cuanto al Instituto de Acuicultura, no fue hasta finales de los noventa cuando se compraron los terrenos a la Diputación y al Ayuntamiento de Castellón en el centro del Parque Natural de Torreblanca-Cabanes. Sus investigadores están produciendo resultados científicos muy satisfactorios en varias áreas relacionadas con el estudio y desarrollo de los peces destinados a la alimentación.

Uno de los institutos más jóvenes del Consejo es el Instituto de Tecnología Química (ITQ), centro mixto con la Politécnica que, con sólo diez años de existencia, es el que más patentes produce de España. Se creó alrededor de un investigador sobresaliente, Avelino Corma, que supo rodearse de un equipo de científicos excelentes. En la actualidad, existen 10 Unidades Asociadas, es decir, grupos de investigadores de otros organismos vinculados al CSIC mediante un convenio específico, que son el germen teórico de futuros centros. El ITQ es un buen ejemplo de cómo la buena ciencia básica genera aplicaciones tecnológicas; sus trabajos son citados por las revistas punteras de catálisis y al mismo tiempo trabaja con las multinacionales más potentes del petróleo y derivados. "Las grandes innovaciones tecnológicas tienen su origen en la investigación fundamental, en el límite de la frontera del conocimiento. Hay que invertir en ciencia básica que producirá nuevas tecnologías", explica Pich.

Un ejemplo del gran potencial de la investigación de calidad en ciencia básica para el desarrollo de tecnologías de amplia aplicación se halla en el trabajo de un grupo del IFIC dirigido por José María Benlloch, que ha patentado una minicámara gamma para la detección del cáncer de tiroides. Con un detector muy pequeño y un ordenador portátil detectan imágenes del tiroides mejores que las obtenidas por el costoso equipamiento existente en los hospitales y utilizando dosis mucho menores de isótopo radiactivo. Este aparato se ha desarrollado utilizando técnicas del CERN y otros laboratorios de física de partículas.

Los tres últimos delegados del CSIC coinciden en que la prioridad actual del Consejo deben ser los recursos humanos. "Tenemos en la Comunidad Valenciana investigadores del más alto nivel científico que debemos potenciar al máximo, jóvenes que han adquirido una formación excelente en los mejores centros de investigación de otros países", afirma Antonio Pich. "Es urgente eliminar todas las trabas burocráticas actuales que encorsetan peligrosamente el funcionamiento de los organismos de investigación. Si todos estamos de acuerdo en que España necesita más investigadores, no tiene sentido que estemos perdiendo buenos científicos y técnicos ya formados por la existencia de normas generales de índole presupuestaria que no han sido pensadas para el I+D. Es importante que el CSIC logre una mayor autonomía para desarrollar políticas propias", concluye.

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