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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Hacia la tregua?

La decisión de Hamás de suspender sus ataques contra los israelíes, anunciada ayer informalmente por su jefe máximo, el jeque Yassin, podría suponer, de concretarse, un empujón significativo a la maltrecha Hoja de Ruta, iniciativa de la que EE UU es principal auspiciador y último garante. Los acontecimientos en Oriente Próximo enseñan que toda cautela es poca a la hora de concebir esperanzas, pero es un hecho que durante los últimos días se está produciendo una conjunción de esfuerzos encaminados a forzar un alto en una situación críticamente degradada. El anuncio de Yassin coincide con la llegada a la zona de Condoleezza Rice, y es más alentador porque en paralelo hay un principio de acuerdo entre los gobiernos israelí y palestino para la retirada de las fuerzas hebreas de la franja de Gaza y de la ciudad cisjordana de Belén.

Hamás es el más fuerte e influyente de los grupos armados palestinos y también el más letal en sus atentados. Su líder supremo no ha detallado los términos del armisticio, pero sí precisa que discuten su aceptación con otras organizaciones como Al Fatah, las milicias de Arafat o la Yihad Islámica. El predicamento de Hamás entre los palestinos -su brazo social es un aglutinante básico de la resistencia- hace improbable un abierto rechazo a sus tesis por parte de otros militantes.

Por más que Israel reaccionase ayer con su habitual intemperancia, una tregua efectiva resultaría un revulsivo en la situación actual. Aunque no sea el alto el fuego incondicional reclamado por la Hoja de Ruta, aunque no implique el desmantelamiento de Hamás en todas sus vertientes, como reclama el maximalismo de EE UU e Israel, un armisticio otorgaría al primer ministro palestino, Abu Mazen, su principal impulsor, el sosiego imprescindible para reconstruir su dinamitada Administración. Y permitiría a Sharon suspender su estrategia de asesinatos selectivos y retirar parcialmente su ejército.

La pregunta inevitable es si un alto el fuego puede durar en un escenario tan saturado de odio, en el que ahora hace tres años que israelíes y palestinos se desangran en una escalada de atrocidades. Ambos bandos deberían asumir que nada es más importante ahora que establecer una pausa, para dar una oportunidad al diálogo en esta guerra no declarada.

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