Entre el enigma y la realidad
Un libro repasa en Huelva la trayectoria de la arqueóloga Elena Whishaw
Sobre Elena Whishaw, una arqueóloga inglesa de la época victoriana afincada en Niebla (Huelva) hacia 1915, sobrevuela una leyenda: se cuenta que salía desnuda todas las noches al patio de armas del castillo de Niebla a tocar el piano. En el castillo vivían en esa época vecinos del pueblo. Todas las dependencias de esa fortaleza medieval eran casas. Algunos la han acusado de expoliadora por haber vendido algunas piezas arqueológicas pertenecientes al castillo a los museos ingleses y americanos.
Elena Whishaw fue una mujer enigmática, siempre situada a la vanguardia de su tiempo y misteriosa. "Un torbellino de mujer, un derroche de energía para la Niebla de entonces", afirma Juan María Acosta, autor del libro Niebla: entre la leyenda y la realidad, un estudio riguroso sobre Elena Whishaw que ha publicado la Diputación onubense. "He tratado de desmenuzar los aspectos fantásticos y de ficción que pesan sobre ella y mostrar la realidad de este personaje, lo que de verdad hay en su vida y en su obra", explica Acosta.
Acosta: "Fue un torbellino de mujer, un derroche para la Niebla de entonces"
Elena Whishaw sintió una gran afición por la arqueología. "Fue más bien una exploradora superficial. Le faltaba rigor científico. Muchas de sus teorías se han desplomado con el paso del tiempo por su propio peso. Demasiado fantásticas. Demasiado ligeras. La comunidad científica ha manifestado que algunos de sus hallazgos e interpretaciones son erróneos", indica Acosta. "Eso no impide", añade, "que a Elena Whishaw haya que vincularla de forma obligada con los yacimientos más importantes de la provincia de Huelva, caso del embarcadero de Palos de la Frontera, La Fontanilla o la iglesia de San Jorge". Además, a esta mujer se debe la creación de lo que después se convertiría en el Museo Provincial de Huelva, que originariamente estuvo ubicado en Niebla, y la construcción de la primera escuela anglo-hispana de arqueología como centro de investigación. "Durante muchos años Niebla se convirtió en centro de estudios y de investigación. La localidad recibió la visita de numerosos científicos y académicos dedicados al arte y a la arqueología", indica. Acosta explica en el libro que la arqueóloga vivió en Sevilla antes de fijar su residencia en Niebla. Su marido, Bernhard, era un diplomático inglés destinado a la capital hispalense. "En Sevilla se relacionaron con la aristocracia y con el ambiente de élite de la época. En esta ciudad crearon el Museo de Artes y Costumbres Populares y el Museo de Arqueología y la escuela de investigación arqueológica", señala.
Dos acontecimientos cruciales en su vida hacen que Elena Whishaw, que había pasado por Niebla en varias ocasiones para llegar a Huelva, donde se encontraba la colonia inglesa de la compañía de Minas de Riotinto, decidiera fijar en esa localidad su residencia. "El estallido de la I Guerra Mundial provocó una situación incómoda para las colonias extranjeras en Sevilla. La sociedad se dividió en germanófilos y simpatizantes de los aliados. En ese marco también muere su marido, un golpe duro para ella que la obligó a adoptar esa decisión", detalla Acosta. Ella realizó la primera restauración del castillo. Se conservan los carteles donde se leía que Elena Whishaw fue la promotora de las obras de rehabilitación en 1929.
El libro recoge otras muchas facetas de este personaje: "Fue una mujer polifacética, misteriosa y magnífica. Lo mismo le interesaba la defensa del patrimonio histórico-artístico que el folclore popular, las costumbres, la artesanía, la música o la danza", señala el autor. En lo social llegó a poner en funcionamiento un centro educativo en Niebla y se preocupó por el reparto de tierras en la etapa anterior a la II República. "Llegó a construir una barriada de 37 viviendas a sus expensas para las familias más pobres", afirma Juan María Acosta, quien apostilla: "Eso, a pesar de ser una entusiasta del general Primo de Rivera, e incluso del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera". "Sus relaciones sociales y políticas", explica Acosta, "estaban vinculadas a la clase conservadora. Tenía correspondencia continua con los personajes políticos de la época: Calvo Sotelo y Queipo de Llano, entre otros". Esa tendencia política le supuso algún disgusto durante los años de la República.
Juan María Acosta afirma que uno de los objetivos del libro ha consistido en reflejar el espíritu paradójico y polifacético de Elena Whishaw: "Fue una mujer influyente, clasista y egocéntrica".
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