Manipulación en TVE
El día 4 de junio de 2003 seguí por la segunda cadena de TVE las explicaciones que el ministro de Defensa, Federico Trillo-Figueroa, dio sobre el accidente del Yak 42 en Turquía, donde perecieron 62 militares españoles. El ministro no convenció en absoluto, aunque presentó un nutrido número de folios cargados de datos de todo tipo que aburrían más que aclaraban el laberinto de contratos y subcontratas a las que el Ministerio de Defensa acude para trasladar a las tropas españolas a diversos lugares del mundo en sus tan cacareadas misiones de paz.
Muy acertada me pareció la relación que estableció Carlos Aymerich, del Bloque Nacionalista Gallego, entre este siniestro y el acaecido en Chinchilla, donde dos trenes se estrellaron, con el resultado de numerosas víctimas. Carlos Aymerich culpabilizó al Gobierno del creciente deterioro de las infraestructuras públicas, por falta de inversiones, y le recordó al señor Trillo sus declaraciones respecto a las playas gallegas, que el señor ministro encontró "esplendorosas" después de la mayor catástrofe acaecida en las costas españolas en su historia, con el hundimiento del Prestige; al mismo tiempo que el Yak 42, según el ministro estaba en perfecto estado.
Al final de la comparecencia del señor Trillo me quedé atónito ante un mensaje rápido y subliminal que apareció en la pantalla entrecomillado: "Cuando el adiós dolorido...", o algo similar, estrofas sacadas de una famosa canción recordando a los caídos. El PP nos quiere hacer ver que es el único partido realmente preocupado por el dolor de los demás, sintiéndose víctimas ellos mismos y diciéndoles a los demás miembros de la oposición que no intenten sacar ventajas políticas del dolor ajeno.
En una televisión pública, donde deben tener cabida todas las opciones políticas en igualdad de condiciones, ya que estamos en un Estado democrático, tal texto sobraba, porque las muertes de los seres humanos nos duelen a todos por igual.
El PP en el poder manipulala televisión pública de una manera descarada en provecho propio. Parece que ya no sólo se sienten dueños del Parlamento democrático con su mayoría absoluta, sino que se adueñan de una televisión que, por solidaridad democrática, debería pertenecernos a todos los españoles.
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