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'Western global'

Los recientes atentados en Chechenia, Riad y Casablanca, todos ellos en menos de una semana, confirman las peores hipótesis respecto a la estrategia impulsada por Washington desde el 11 de septiembre de 2001. Estrategia diseñada con anterioridad en el seno del think tank, laboratorio de ideas, Project for the New American Century, impulsado por el núcleo ultraconservador judeocristiano enrocado en la Administración de Bush, del que forman parte, entre otros: el vicepresidente, Dick Cheney; el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld; el subsecretario de este departamento, Paul Wolfowitz, y el politólogo Robert Kagan.

Su implantación en escala radicalizada se ha producido en los últimos 17 meses centrada en: 1) campañas mediáticas; 2) la escenificación de sheriff bueno capaz de derrotar a los malos; 3) la ampliación del llamado outsourcing, externalización y privatización de actividades realizadas tradicionalmente por las fuerzas armadas y que pasan directamente a los grupos empresariales vinculados al think tank citado con personajes que entran y salen de la Administración a los consejos de administración de las empresas.

Para preparar a la opinión pública norteamericana a favor del nuevo proyecto existe un importante grupo de presión que domina la Administración de Bush y que representa a la extrema derecha del partido republicano. Este grupo controla una potente red de centros de estudios, fundaciones, prensa, radio, televisiones e intelectuales que ejercen enorme influencia. Este universo mediático cuenta con la cadena de televisión Fox News, del multimillonario australiano Rupert Murdoch; el diario conservador The Wall Street Journal, y la revista Weekly Standard y su ideólogo de más peso, William Kristol. Entre los libros que el presidente Bush ha leído y en los que inspira su política destacan Supreme Command, de Eliot Cohen; Autumm of war, de Victor Hanson, y What went wrong?, de Bernard Lewis. En este último el autor teoriza que el 11 de septiembre es la última fase de un odio antiguo entre el islam y Occidente. Otro libro de cabecera de la nueva derecha es Of paradise and power: America Vs. Europe in the new world order, de Robert Kagan.

Con este panorama, el guión obligó a impulsar la satanización de Bin Laden para desencadenar la invasión de Afganistán e inventar luego conexiones entre él y Sadam Husein para atacar a Irak, todo con la falsa posesión de armamento nuclear, químico y bacteriológico. Ahora que la invasión está consumada, se nos dice que la CIA informó erróneamente sobre las armas de Sadam.

El segundo principio nos retrotrae a la imagen del presidente George Bush a bordo del portaaviones Abraham Lincoln, disfrazado de piloto de superbombardero, para anunciar la culminación de la invasión de Irak. Es una imagen tremendamente obscena, no menor que las de Bush, Tony Blair y José María Aznar en Azores, simbólicamente parecida a la de Franco, Hitler y Mussolini en Hendaya.

Pero el Western Global tiene otros simbolismos que encontramos en la baraja de naipes, reedición del wanted en versión múltiple que ya vimos tras los atentados del 11-S con la imagen de Bin Laden. Y aún peor es la reproducción del serial killer en la baraja de 52 naipes para eliminar a Sadam y sus principales colaboradores.

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Finalmente, la externalización de lo público a favor del "capitalismo de amiguetes" es, según Ken Silverstein, autor de Private Warriors, un nuevo sector económico al que denomina "sociedades mercenarias", hasta el punto de que existe una especie de nuevo Silicon Valley de la nueva economía de guerra ubicado en Virginia, cerca del Pentágono. En este lugar está instalada la empresa Vinnell, que ha perdido nueve empleados en el atentado de Riad, donde ofrece sus servicios de formación a la Guardia Nacional Saudí, trabajo por el que percibe millones de dólares. La constructora Bechtel, vinculada a Rumsfeld, se ha adjudicado el contrato más lucrativo de la reconstrucción de Irak, 680 millones de dólares en 18 meses. Bechtel trató de firmar con Sadam Husein en 1983 un contrato para construir un oleoducto entre Irak y Jordania que acabara en Aqaba, muy cerca de Israel. La definitiva negativa iraquí en 1987 marcó un cambio en las relaciones Irak-EE UU. Casualmente, los defensores del proyecto del oleoducto a Aqaba se convirtieron en los más activos defensores de la campaña contra Irak. El ataque al país se produjo con pleno conocimiento de que no existían armas de destrucción masiva porque las que EE UU le había vendido antes de 1991 las destruyeron los inspectores de Naciones Unidas en el territorio durante siete años tras la guerra del Golfo. El ataque a Corea del Norte no parece inminente dado que dicho país sí dispone de armamento nuclear y Rumsfeld lo conoce bien por haber efectuado lobby para la empresa suiza ABB, que se hizo con un contrato de suministro nuclear a Corea del Norte. Bechtel reconstruyó tras la guerra del Golfo de 1991 la infraestructura petrolera de Kuwait por 2.500 millones de dólares. Es interesante conocer que Shultz, asesor de Bechtel, presidió la empresa hasta 1981, cuando Ronald Reagan lo nombró secretario de Estado. Bechtel también fichó al secretario de Interior, Bill Clark; al ex director de la CIA, James Schlesinger, y al secretario de Defensa, Gaspar Weinberger. Por si faltaba algo, Bechtel gestiona un fondo de inversiones en el que la familia de Bin Laden ha invertido millones de dólares

. Algo parecido ha sucedido con la empresa Halliburton, vinculada al vicepresidente Cheney. A pesar del apoyo del Reino Unido y Australia, las empresas de dichos países han quedado excluidas del supercontrato para la reconstrucción del que se ha beneficiado Bechtel, pero EE UU está dispuesto a subcontratar con algunos países "amigos", los "beneficios inimaginables" prometidos por Jeb Bush, hermano del presidente. A España le han ofrecido subcontratas por 6.000 millones de euros, aproximadamente el 9% de los 64.625 millones que se gastarán hasta 2013.

La ambición sin límite del capitalismo de amigotes es un peligro real que no repara en daños para culminar sus objetivos. Que Dios nos proteja.

Anna Balletbó es presidenta de la Fundación Internacional Olof Palme.

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