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Entrevista:MONICA BELLUCCI | Actriz

"Tengo curiosidad por sentirme fea"

Jesús Ruiz Mantilla

Monica Bellucci (Citta di Castello, Perugia, 1968) ha decidido volverse una chica normal. Quiere caminar por la calle y que no la miren, quiere parecer una mujer fantasmal de tanto pasar inadvertida, o al menos experimentarlo. "Tengo curiosidad por saber qué se siente estando fea", dice. Por eso ha elegido rodar Agentes secretos en España, donde lleva dos semanas jugando al anonimato, cosa difícil en plena efervescencia del fenómeno The Matrix reloaded, donde ella hace un pequeño papel de 15 minutos. El caso es que la Bellucci, sin que muchos se enteren, ha trabajado en Madrid en este thriller de coproducción hispanofrancesa junto a su marido, el actor Vincent Cassel, y los españoles Najwa Nimri y Sergio Peris Mancheta, dirigidos por Fréderic Schoendoerffer.

"No me cuido. No hago gimnasia y como lo que me apetece, me encanta comer"
"Si digo que mi físico no me ha ayudado, miento, me eligieron al ver las fotos"
"Los americanos son muy raros, las relaciones humanas son difíciles, les interesa el negocio"

Interpreta a una Matahari mediterránea y es un papel que le seduce. Hace de mujer espía con un sexto sentido que le da malas vibraciones: "Los agentes secretos son como los actores, su trabajo es mentir. Están obligados a hacerlo todo el tiempo, hasta el punto de suplantar su identidad. Es un trabajo lleno de soledad y riesgos, se juegan la vida cada minuto", describe Bellucci con entusiasmo. Y sobre todo, deben ser unos genios de la discreción, del no hacerse notar, justo lo que Bellucci anda buscando en este personaje, de nombre Nadege: "Nunca puede hacer cosas que la delaten, tiene que ser una chica como cualquiera de las que podamos ver tomando un café en una terraza o andando por la calle, es lo que me gusta de este papel".

Pero para lograr eso con una mujer como ella, alta y maciza, con la cara larga, los brazos largos, la melena morena recogida atrás para estirar bien sus facciones de explosiva figura italiana... En fin, que hay que emplearse a fondo en los trucos o en los efectos especiales para destruir tamaña belleza natural. "No, no tanto. Bueno, algo se hace, emplean luces muy violentas, me maquillan para parecer estropeada, dejada, con ojeras y alguna arruga". Castigando el físico como penitencia para el pecado y como han hecho otras estrellas espectaculares últimamente, caso de Cameron Díaz, en Como ser John Malkovich, o de Nicole Kidman, en Las horas, entrando en la piel de efigie anamórfica de Virginia Woolf, algo que, de paso, le ha valido un Oscar. "Sí, las admiro muchísimo por lo que han hecho, esa transformación al revés, contra su naturaleza, ha sido muy valiente. Pero igual que me parecen fabulosas las que sin belleza aparente consiguen resultar atractivas", afirma.

Esto es un reto profesional, en suma, y una curiosidad morbosa también por bajar del templo de Venus. "Quiero sentirme fea porque a mí me matan con la mirada, cuando entro a un restaurante los hombres se giran para verme porque soy mona, aunque no me reconozcan, por eso quiero saber qué es ser una de tantas".

No es que reniegue de su físico. ¿Cómo va a ser así? Tampoco esconde que le haya ayudado a esta chica explosiva, que estudió Derecho en Perugia, aunque no terminó, y se fue a Milán a ganarse la vida como modelo y empezó pronto su carrera internacional como vampiresa en el Drácula, de Bram Stoker, que rodó Francis Ford Coppola. "Si yo digo que mi físico no me ha ayudado, miento. Yo empecé por mi físico, a mí me eligieron al ver mis fotos. He tenido mucha suerte por eso, pero podría haber hecho sólo una película y no más", afirma.

No ha sido así, ni mucho menos. Desde que empezara en el cine en 1990, con Vita coi figli, ha rodado 34 filmes para cine y televisión en Europa y Estados Unidos, algunos de ellos taquillazos, como Astérix y Obélix. Misión Cleopatra; otros con el lujo de compañeros de reparto como Morgan Freeman y Gene Hackman, en Bajo sospecha, donde hace de esposa de este último, que inexplicablemente le es infiel, y también ha tentado el escándalo en Irreversible, donde ha rodado la escena más difícil de su carrera cuando la violan durante media hora. Pero igual ha explotado su redonda y calurosa sensualidad en Malena, de Giuseppe Tornatore, donde muchos la bautizaron como la nueva estrella italiana explosiva del siglo XXI, heredera de Sofía Loren, Gina Lollobrigida o Claudia Cardinale. Aunque ésa es una responsabilidad que esta mujer se quita de los hombros: "Sobre ellas sólo tengo admiración. Eran épocas distintas. Hoy no son buenos tiempos para ese tipo de estrellas. Saltaron al cine internacional con Fellini, Visconti, De Sica; ahora, con el cine italiano es muy difícil sobresalir, en parte porque no existen esos directores, pero también porque el cine europeo está en una posición débil".

Ella prueba la experiencia de Hollywood, pero que no la dejen allí: "Los americanos son muy raros. Soy europea, ellos tienen otra cultura, el cine es muy rico y es realmente otra cosa, pero las relaciones humanas son difíciles, a ellos les interesa el negocio, para nosotros es un choque su forma de ver el mundo", dice.

Además, cree que las estrellas son muy esclavas de su físico y Monica Bellucci no quiere eso.Presume de mujer natural, sin adornos, cosa que salta a la vista, porque sólo luce un anillo de plata discreto en el anular que destaca poco entre su atuendo negro y un escotazo de Triángulo de las Bermudas, para meterse y desaparecer. "No me cuido. No hago gimnasia y como lo que me apetece, me encanta comer", afirma. Para prueba, se pellizca el brazo, que además de largo es rollizo, y se ríe.

Tampoco parece estresada, ni preocupada por esa plaga que se quita de en medio a las actrices de más de 40 años. "Eso es en Estados Unidos; en Europa, no. Se respeta más a las actrices", cree. Así que mientras dure, seguirá cruzando el charco de vez en cuando, aunque, como confiesa: "A veces me siento como una maleta en un avión". Lo de Matrix no se lo pensó mucho. "Quería conocer a los hermanos Andy y Larry Wachowsky, porque me parece que tienen mucho talento. Además, mi papel, aunque sea corto, está lleno de detalles, es una mujer sensual, sombría y divertida". Además, acaba de terminar The passion, el biopic sobre Jesucristo que ha rodado con Mel Gibson y en el que ella hace de María Magdalena. Bellucci avisa: "Tengo la impresión de que va a ser una película muy violenta. Jesús fue un hombre de paz, pero su vida está llena de violencia y a María Magdalena le ocurre lo mismo".

Nunca dirá que no a venir a España, país que conoce bien y que adora: "Lo conocí cuando rodé El apartamento, en 1996, luego hice A los que aman, con Isabel Coixet, que es una directora increíble". Eso sin contar la experiencia actual, de la que le queda todavía una semana de trabajo en Tarifa y que tiene el aliciente de que rueda junto a su chico Cassel, con quien también compartió reparto en la cruenta Irreversible. "Procuro olvidarme en el plató de nuestra relación íntima, tratamos de separar. Por lo demás, es estupendo estar juntos y más vernos crecer como actores, porque hace año y medio que no trabajábamos en una misma película".

Ella está contenta con los progresos de Cassel. "Es cada día mejor", dice. En cuanto a sus avances, a sus constantes clases de actuación, dicción e idiomas, que hacen mella en su vocabulario diario y en ese popurrí de italiano, francés, inglés y español en el que se expresa, espera que no caigan en saco roto.

La actriz Monica Bellucci, ayer en Madrid.
La actriz Monica Bellucci, ayer en Madrid.MIGUEL GENER
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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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