Los problemas de alergias del olivar

Quiero hacer oír una voz discrepante en la vorágine oleícola que invade la región en la que vivo. No se me escapa la importancia económica y social de la actividad agrícola olivarera en el Alto Guadalquivir, y en estos días hemos vivido la máxima expresión de actualidad de tal actividad con la celebración de la importante feria de muestras denominada Expoliva.

Pero al lado de tanto desarrollismo uno debe contrapesar los posibles inconvenientes de este monocultivo. A mí se me ocurren dos: uno es el tremendo impacto ambiental del uso no tradicional del cultivo del olivar (expresado en términos de pérdida de biodiversidad y de pérdida de suelos por erosión) y el otro es el perjuicio a la salud de miles de ciudadanos ajenos a toda esta industria.

Cada primavera, miles de jiennenses deben pasar por los consultorios especializados para que se les suministren las dosis adecuadas de antihistamínicos e inmunodepresores. Es en esta época cuando el polen de olivo alcanza niveles insospechables (varios miles por metro cúbico) y cada vez son más frecuentes los casos de alergia entre personas que nunca las han padecido. Mi pregunta es, si tan cuantiosos son los beneficios, y las subvenciones, a esta industria, ¿no se podría dedicar una mínima parte a la inversión en salud pública?