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Reportaje:LA AMENAZA TERRORISTA

El integrismo crece en los suburbios de Casablanca

Los terroristas que cometieron los atentados del viernes en Marruecos vivían en el barrio de Sidi Mumen

"La vida sigue". Sentado en el suelo de su pequeño almacén, un vendedor de piensos responde con esta frase evasiva a buena parte de las preguntas que se le hacen sobre los atentados que sacudieron el viernes la ciudad de Casablanca, el origen de los jóvenes que los perpetraron causando 41 muertos y las posteriores redadas policiales. Los habitantes de Sidi Mumen tienen miedo a hablar. Desde el sábado, esta barriada popular de 43.000 habitantes, al norte de Casablanca, está infestada de policías. El ministro de Justicia marroquí, Mohamed Buzubaa, confirmó el lunes que los 14 terroristas identificados prodedían de Sidi Mumen. Son "alumnos o estudiantes de familias modestas", dijo.

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Sidi Mumen, poblado por granjeros franceses en tiempos del protectorado, es ahora, como tantos otros suburbios de las grandes ciudades de Marruecos, una mezcla de chabolas y edificios bajos construidos apresuradamente sin ningún plan urbanístico. Su población de aluvión, emigrada estos años del campo, posee aún gallinas y burros que deambulan por las calles polvorientas porque no están asfaltadas del todo. Manadas de perros vagabundos escarban la basura acumulada en un descampado y muchas de las aceras inexistentes propagando olores nauseabundos.

No todas las viviendas tienen agua corriente, pero todas disponen de luz eléctrica y sobre los tejados de hojalata de las chabolas se erizan numerosas antenas parabólicas con las que sus habitantes pueden soñar con un mundo mejor, el de la vieja Europa, que no está a su alcance. "¿Cómo es Italia?", pregunta Ahmed, de 17 años, al periodista de paso, y, sin escuchar la respuesta, prosigue: "Me quiero ir a Italia. Ahorraré para irme". Curiosamente, Italia está de moda entre los marroquíes aspirantes a emigrar en lugar de los países francófonos.

Los kamikazes que se volaron el viernes con las mochilas repletas de explosivos se pensaron, probablemente, que harían un viaje aún más largo, hasta ese paraíso del islam donde les esperarían decenas de jóvenes vírgenes. Por eso, para llegar limpios al más allá, iban rasurados de los pies a la cabeza y llevaban tres días ayunando, según fuentes de la investigación.

Pertenecían, según las autoridades marroquíes, a la Vía Justa, un grupo de inspiración salafista que inició su andadura hace 16 meses en la plazoleta de Correos, así bautizada por los habitantes de Sidi Mumen porque es el único lugar con un buzón. Allí lapidaron al atardecer a Faud Kerdudi, un joven camello que blasfemaba borracho.

Zacarías Miludi, el jefe del grupo salafista, fue considerado por la policía como el autor intelectual de aquel asesinato. Como no participó en la lapidación, fue tan sólo condenado a un año de cárcel. A su salida de la prisión, hace unas semanas, le esperaban los servicios de seguridad, asegura un abogado. Desde entonces no se le ha vuelto a ver. Aun así, sus seguidores parecen haberse reconstituido.

Jalid, un adolescente de Sidi Mumen, que reconoce "traficar un poco" con droga, asegura "no haber tenido" ningún problema con los "barbudos" del barrio, aunque sus trapicheos le han valido pasar tres veces por la cárcel de Uchka. "Bien es verdad que no bebo", añade. Los jóvenes del barrio se emborrachan a escondidas con alcohol puro mezclado con coca-cola.

El adolescente se despide con una pregunta frecuente por parte de los marroquíes: "¿No sabría usted de algún trabajo en España? En mi casa somos 12 y sólo trabaja mi hermano de costurero. Así que necesito trabajar, pero por aquí no encontraré nada porque todos los de mi edad están en paro". Tampoco van a la escuela. Sólo en uno de los tres institutos de Sidi Mumen se puede acabar el bachillerato. En los otros dos sólo se cursa la enseñanza secundaria básica.

Lo único que abunda en el barrio son las mezquitas. "Surgen nuevas constantemente", explica Mohamed Buichu, concejal del partido nacionalista Istiqlal. "Pero sus imames no están acreditados por el Ministerio del Culto", señala, porque se han designado a sí mismos para el cargo y sus prédicas radicales no gozan de aprobación oficial.

Imposible encontrar a un clérigo en Sidi Mumen. La presencia de policías de paisano, que siguen a distancia a los periodistas, les incita a hacerse discretos. Los helicópteros de la Gendarmería sobrevuelan la barriada. De pronto, pese a la vigilancia, un joven parado suelta en voz baja una información a los periodistas: "Iros a la Marcha Verde, allí veréis más cosas".

Lo primero que se constata es que ese barrio adyacente está tomado por fuerzas de seguridad, uniformados y de paisano, que impiden el acceso y hacer preguntas a los transeúntes. "Para circular por aquí hace falta un permiso de la Wilaya (Gobierno Civil)", señala un agente tras controlar los carnés de prensa.

Las explicaciones que la policía no proporciona sobre los motivos de su despliegue las dan, con discreción, los lugareños. Cuentan que ahí, al fondo, está la casa de uno de los jóvenes que se sacrificó el viernes, en la que había instalado un laboratorio para fabricar bombas artesanales.

Un hombre empuja una carretilla en Sidi Mumen,  de donde procedían los terroristas.
Un hombre empuja una carretilla en Sidi Mumen, de donde procedían los terroristas.AP

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