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Tribuna:ELECCIONES 25M | El análisis
Tribuna
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Las primarias de Álava

Repasa el autor las expectativas electorales en Álava y recuerda que los resultados de esta provincia suelen ser idénticos a los generales.

Los estadounidenses prestan especial atención a las primarias en el Estado de New Hampshire porque, además de ser las primeras en celebrarse, marcan la pauta de por dónde discurrirá la elección presidencial. Salvando las obligadas distancias, algo similar se podría sostener del comportamiento electoral de Álava, provincia que tradicionalmente ha clavado los resultados. O, dicho de otra manera, que la singular perspicacia de la estadística electoral alavesa -o su proverbial pragmatismo acomodaticio- le permite resumir que quien gana aquí, gana en el conjunto. Pocas circunscripciones pueden presumir de semejante olfato para determinar de dónde soplan los vientos sociológico-electorales. Quizás por eso, además de por su posición estratégica en el mapa político-institucional vasco, los tres candidatos a ganar han arrancado aquí la campaña.

El acertijo se resume en si se asemejarán los resultados al último 13-M o a los comicios de 1999
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Hace unos días, una periodista recogía opiniones críticas acerca de la gestión municipal del alcalde de Vitoria, Alfonso Alonso, durante la legislatura que acaba. No sólo nadie quería identificarse públicamente sino que, a renglón seguido del rapapolvo off the record al primer edil vitoriano, concluían que había algo más importante que el balance de gestión del referido. El maldito embrollo de la política vasca se come las estrictas disputas municipalistas o de gestión provincial de Vitoria y Álava. Lo singular no es si gana fulano o mengano, sino si lo hace el bloque X o Y. Qué importa quién obtenga más sufragios cuando lo esencial es quién esté en disposición de gobernar con la suma adecuada.

Álava es la plaza institucional donde se juega la posibilidad de un salto en el vacío en la presente política vasca. Y que eso es lo que cuenta lo han venido a signar con rotundidad las propias planchas electorales y sus discursos. ¿Que hubiera sido mejor otro candidato?, ¿que el o la fichaje estrella ya tienen descontados los réditos electorales?, ¿que con esa lista sería un marrón tener que gobernar los próximos cuatro años?, ¿que mejor que te haga la campaña el líder supremo que alguien de cabeza a quien nadie conoce?, ¿que tienes menos meses de empadronamiento y de trayectoria en el territorio que el último inmigrante rumano? ¡A quién le importa! En Euskadi se vota no a favor de, sino en contra de, más para prevenir lo que se tiene por desastre colectivo que para procurar novedosos modelos de gestión. Y ahora volverá a pasar lo mismo.

El acertijo se resume en si se asemejarán los resultados al último 13-M autonómico o a los anteriores comicios locales de 1999. En esa tesitura, al que más le interesaría una abstracción respecto de lo que ocurre en el entorno sería al PP alavés. No solo por la guerra contra Irak o el chapapote o hasta las vacas locas resucitadas para la ocasión. Incluso ni siquiera por tener que ser el único en evaluar su gestión.

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Como callan los interrogados por mi amiga periodista, el mayor haber de los populares alaveses lo constituye el que en cuatro años hayan sustituido a los nacionalistas y no solo no se hayan hundido las columnas del templo local y provincial, sino que incluso, en el marasmo y violencia vascas, ésta haya sido tierra de mesura, sentido común y refugio. Nada alegraría más a los candidatos de ese partido que el no ver por aquí hasta el 25-M a ningún preboste de su organización (de los del sur, pero tampoco de los del norte).

Los socialistas han hecho el fichaje más sonoro y talentoso, en la persona del primer diputado general de la provincia, el ex peneuvista (aunque él siga refiriéndose a "El Partido") Emilio Guevara. Un fichaje que no es solo el de un candidato estrella, sino más bien una metáfora de su ilusión para esta vez: personificar en éste el ancho espacio de encuentro que un día tuvo la sociedad vasca en torno a sus instituciones y al Estatuto de Gernika.

La coalición nacionalista, después de dilapidar el banquillo de la oposición institucional de estos cuatro años -en coherencia autocrítica con el nivel político de ésta-, ha acudido a disciplinados funcionarios del partido que necesitarán tanto de los aires favorables de fuera como de las ayudas del lehendakari o de las que le pueda venir de los que para la ocasión no se presentan por "imperativo legal". Con todo, la calidad de la plancha de los nacionalistas es lo de menos y pueden perfectamente ganar en uno y otro escenario.

Lo que pasa es que la suma de sumandos aquí sí que puede alterar el resultado (salvo revolcón histórico, geológico). Se adivina, pues, un esperado y lógico entendimiento entre populares y socialistas, a paso cambiado con el resto de España, para hacerse con las dos instituciones principales. Con la novedad de que esta vez los segundos no están por la labor de ser necesaria y exageradamente generosos en todas partes. Pero para cada hipótesis hace falta que a los tres les cuadren los números.

En resumen, que, como pasa en New Hampshire, siendo cruciales los resultados alaveses, lo que pase lo sabremos después de la diez de la noche del domingo (después de haber sobrevivido a la irrealidad de los sustos de las encuestas israelitas a la salida de urna, que nos trasladará la necesidad de ruido de radios y televisiones).

Antonio Rivera es catedrático de Historia Contemporánea de la UPV-EHU.

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