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VISTO / OÍDO
Columna
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Esto aburre un poco

Apenas comenzada, la campaña aburre. Vi y oí a los tres seductores de Madrid, y también sus sonrisas y bromas fuera de cámara (fotos): me gustan sus caras, pero nadie puede seguir sus cifras. Madrid tiene importancia como síntoma para las generales: es conservadora por la mayoría de buen nivel de vida, y el subproletariado y la inmigración no irán a las urnas porque no tienen fe; si aun así ganan socialistas y comunistas -¡los rojos!-, Aznar puede adelantar su retirada y nombrar sucesor al que quiera quemar. A Gallardón, con la carrera perdida. La mayoría se les va de las manos.

Las elecciones municipales se están dividiendo en dos: el País Vasco y el resto de España. El gran apretón de Aznar está en su creencia de que va a acabar con el nacionalismo: por los éxitos policiacos franceses y por la guerra de las urnas. Va allí, y hace mal. Como hace mal Felipe González: no son para ese terreno. Allí no son gratos. Ni es el juego de España, el de las elecciones generales, el que importa allí. El error de Aznar para el País Vasco, aunque pueda ser creído en el resto de la España no nacionalista sin entrar en su fondo -otros no nacionalistas no lo estimamos así-, es el de combatir contra un pensamiento vasco arraigado que tampoco quiere bombas. El de los socialistas, sumarse pura y simplemente a esa acción desmesurada y mentalmente totalitaria que agranda al enemigo en lugar de reducirle. Parecía que habían visto la realidad cuando perdieron tontamente las elecciones sumando su Nicolás Redondo al Mayor Oreja de los otros; retiraron a Nicolás, pero no enmendaron su juego. Parece que pesan más sus propias víctimas del terrorismo que les muerde los calcañares y mata a sus concejales para eso, para provocarles y no dejarles ser el socialismo internacionalista que necesita ese país; y Aznar les azuza acusándoles de aliados del comunismo: bastante daño ha hecho ya al socialismo español un anticomunismo que tuvo sus razones de ser (más bien de estar) en otros tiempos, pero que hoy no tiene que ser una brecha política.

La lógica, en Vasconia como en cualquier pueblo, ciudad o autonomía, sería que la izquierda tuviera objetivos comunes. Que aceptara aquello de lo que Aznar les acusa. Es verdad que el PC pinzó malamente a los socialistas cuando éstos tenían el poder. Pero ya no hay deudas históricas. El problema general es el aznarismo.

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