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LA POSGUERRA DE IRAK | La seguridad ciudadana

La seguridad es la primera preocupación de los iraquíes un mes después de la caída de Sadam

El despliegue de tropas estadounidenses y británicas se revela incapaz de imponer el orden

Sin infraestructuras, sin salarios y sin Gobierno -a excepción de un ministro del Petróleo-, la Administración iraquí comienza a organizarse bajo la supervisión de expertos estadounidenses, que colaboran con cuadros medios y técnicos del régimen derrocado de Sadam Husein, para hacer que Irak vuelva a la normalidad un mes después de que el Ejército de EE UU ocupara el país. Tanto ciudadanos de a pie como responsables políticos estiman que, por encima de todo, es necesaria la seguridad, que la masiva presencia de tropas de la coalición no ha logrado imponer.

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Las carreteras que recorren Irak de Norte a Sur, desde la frontera con Kuwait hasta la frontera turca, son una interminable sucesión de convoyes estadounidenses. Miles de toneladas de material militar entran y salen del país. Todas las localidades que se cruzan por el camino entre Bagdad y Basora -Hila, Diwaniya, Simaza, Nasiriya- tienen importantes guarniciones, protegidas con alambres de espino y carros de combate. Incluso en el desierto, es habitual encontrar decenas de tanques en formación.

"Hay personas que no quieren que tengamos una larga estancia en Irak y nos ven como una fuerza de ocupación. No tenemos pruebas de que estén consiguiendo armas, pero existe esa posibilidad", señaló a principios de semana el general de brigada británico Graham Binns, comandante de las llamadas ratas del desierto, las tropas que controlan el sur del país.

A pesar de los numerosos controles y patrullas de las tropas estadounidenses y del toque de queda vigente en algunas ciudades, entre ellas Bagdad, siguen llegando a diario decenas de heridos a los hospitales iraquíes. Heridas que no son provocadas solamente por accidentes caseros con las armas de fuego que prácticamente cada iraquí guarda en su casa, sino también por los continuos asaltos y robos que se producen en unas calles y carreteras donde no hay ninguna clase de autoridad. En el hospital de Jajr, una clínica de Bagdad con 150 camas, llegaron ayer dos heridos de bala y otros dos por explosiones de bombas abandonadas.

Incidentes como los de la semana pasada en Faluja, a unos 60 kilómetros al oeste de Bagdad, donde los soldados estadounidenses mataron a 15 personas en dos jornadas de protesta son una excepción, pero el descontento ante la lentitud con que avanzan las cosas está cada vez más presente en las declaraciones de los líderes políticos. "A los americanos les importa mucho su seguridad y menos la nuestra", dijo Shirwan Kamil, presidente del Consejo Municipal de Nasiriya, cuando fue preguntado por la posibilidad de una rebelión.

En Bagdad todavía persiste el olor a quemado de los saqueos e incendios que sufrieron numerosos edificios oficiales y negocios después de que el 9 de abril las tropas de EE UU tomaran la ciudad. Numerosos negocios han abierto sus puertas desde entonces. Sin embargo, muchos comerciantes se llevaron toda la mercancía a casa -desde productos de papelería a electrodomésticos o piezas de recambio de automóvi-les- y no están dispuestos a abrir hasta que vean policía por las calles. Otros no pueden abrir porque les robaron todo. Todavía ayer se podía ver a la puerta de un centro comercial a personas que se llevaban todo lo aprovechable: un trozo de vidrio, la pata de una mesa o decenas de papeles a los que darán alguna salida.

Aman, seguridad, es la palabra que más se escucha en las calles y mercados, ya sea en Bagdad, en Tikrit, el feudo de Sadam Husein, o en Basora, la capital del sur del país. "Por encima de todo, nuestra principal preocupación es la seguridad", asegura Nada Doumani, portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Irak. "No es sólo un problema de robos. Los asaltos tienen consecuencias incluso en el sistema sanitario. En Basora, durante los saqueos, robaron las cañerías y dejaron a la mitad de la población sin agua potable. Los problemas epidémicos que puede provocar esto son enormes", señala. Todo ello sin contar los peligros de la munición sin estallar: sólo en Bagdad el CICR ha detectado 800 sitios sin control.

La incertidumbre está provocando que los precios se disparen. Antes de la guerra un kilo de manzanas costaba 500 dinares y ahora unos 2.000. Los cambistas callejeros daban hace 20 días 2.500 dinares por un dólar, ayer 1.700. En este ambiente los 20 dólares de ayuda de emergencia que la Administración de EE UU para Irak ha repartido entre 30.000 funcionarios puede quedarse en casi nada y eso que ellos son unos afortunados: son los únicos que han cobrado. Jueces, policías, médicos y enfermeras siguen trabajando gratis. En algunos casos han dejado de acudir a sus puestos porque no tienen dinero para pagarse el transporte".

Mientras se espera la formación de un Ejecutivo provisional supervisado por EE UU este mismo mes, el Ministerio de Sanidad ha comenzado a funcionar.

Un policía militar estadounidense apunta con su arma a iraquíes detenidos por saqueo en el centro de Bagdad.
Un policía militar estadounidense apunta con su arma a iraquíes detenidos por saqueo en el centro de Bagdad.EPA

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