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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La comunidad de lazos ligeros

Fernando Vallespín

Los libros de Zygmunt Bauman contienen siempre un discurso sugerente capaz de atrapar al lector. Son un perfecto ejemplo de cómo nuestra sociedad, lejos de ser impenetrable, puede ser desmenuzada y presentada con sentido. Un ejemplo de ello lo encontramos en este pequeño gran libro sobre la comunidad. Pero que nadie busque en él algo así como un análisis evolutivo de sus diversas concepciones; tampoco nada que tenga que ver con el conocido debate entre liberales y comunitaristas. El tema gira más bien en torno a uno de los grandes dilemas de la sociedad de nuestros días, la opción entre comunidad o individualización. A decir de Bauman, hoy estamos encapsulados entre dos fuerzas contrapuestas e igualmente poderosas: la búsqueda de la seguridad asociada a habitar en una comunidad y el no menos vigoroso impulso por la libertad que propicia nuestra "desvinculación" de la misma. Ambos valores, imprescindibles, son aparentemente incompatibles y sujetos a una tensión difícil de aplacar.

COMUNIDAD. EN BUSCA DE SEGURIDAD EN UN MUNDO HOSTIL

Zygmunt Bauman

Traducción de Jesús Alborés

Siglo XXI. Madrid, 2003

185 páginas. 12 euros

Más información
"Entre lo que sabemos y lo que podemos hacer hay una brecha que no sabemos cómo superar"

El núcleo de la discusión hay que contextualizarlo dentro de una reflexión más amplia sobre algunas de las grandes transformaciones sociales producidas en las últimas décadas. El propio autor ya ha venido teorizando sobre ellas en libros anteriores y las recogió bajo el rótulo de la "modernidad líquida". Uno de sus principales rasgos consiste, precisamente, en el debilitamiento, cuando no la quiebra total, de los tradicionales lazos sociales "comunitarios" -de la familia, la clase, la religión-, que corren parejos a la sustitución de un sistema de solidaridad pública por la búsqueda de soluciones privadas a la mayoría de los problemas sociales. Se ha abandonado el impulso de la modernidad clásica por establecer un control político de la inestabilidad social. Su lugar ha sido ocupado por la supuesta capacidad regulativa del mercado. O, lo que es lo mismo, que cada cual se busque la vida. En términos de Ulrich Beck, se nos pide que busquemos soluciones biográficas a contradicciones sistémicas; "soluciones individuales a problemas compartidos".

Desaparece así el mayor logro de la política moderna, el establecimiento de un sistema de protección social que permite "compartir fraternalmente" lo que entre todos hemos producido y nos asegura frente a la menesterosidad social y los riesgos de la vida individual. Esta comunidad apoyada sobre la mutua responsabilidad ética por el destino de cada cual ha dado lugar, bajo las nuevas condiciones del capitalismo global, desregularizado y depredador, a una nueva precariedad que trata de superarse a través de dos salidas distintas y contrapuestas, pero igualmente fallidas. Una es la reconstrucción de los vínculos comunitarios a través nuevas "comunidades de elección", en las que los individuos se mueven libremente. Son "comunidades instantáneas para el consumo instantáneo" y totalmente desechables después de su uso. El presupuesto de este modelo es que afrontarlo todo en solitario, el formar parte de una "comunidad de no-pertenencia" es lo que convierte a los individuos desenraizados en una comunidad. Y que la inestabilidad es un lugar del que puede disfrutarse. Va de suyo que dicho disfrute sólo está abierto a quienes pueden permitirse el acceso a una seguridad privada frente a las contingencias de la vida.

La otra salida es la creación activa de un sentimiento comunitario a través de las nuevas políticas de la diferencia, generalmente apoyadas sobre rasgos adscriptivos. La aceptación del multiculturalismo y de la "política del reconocimiento" sería su manifestación más palmaria. Y Bauman no se priva de dedicarle un buen número de críticas. Afirmar que no hay manera de saber que una diferencia es mejor que otra equivale a la postre a aceptar la más absoluta indiferencia hacia el Otro. El respeto de las "diferencias culturales" propiciaría, en efecto, una nueva estrategia de desvinculación respecto de su destino y el abandono del impulso por construir un sistema de solidaridad transcultural.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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