Un diálogo con el universo del artista
Bajo una suave lluvia de celofán se inauguró ayer a las cinco de la tarde el Museo de la Fundación Jorge Oteiza en Alzuza (Pamplona). Las esculturas se repartían por laberínticos espacios que trazó en su día el arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza, que optó en su arquitectura por lo quebrado y vigoroso en vez de lo simétrico y sosegado. Como remate del edificio, tres cuboides grandes se alzan por encima de todo.
Hay paños acristalados que son como respiraciones visuales que parten de lo íntimo interiorizado hacia lo lejano expansivo. Del exterior destaca el rojo, que es como si fuera tierra roja justamente después de la lluvia. Es la imagen de una atalaya ignea que mirara atentamente hacia lo lejos.
El montaje en general no pasa de lo discreto. Tomémoslo como un montaje experimental. De todos modos, la obra escultórica de Oteiza, sumamente proteica, se impone ante cualquier tipo de montaje. Y se impone por la grandeza de sus propósitos experimentales, las maclas, las cajas metafísicas, y cualquier tipo de escultura que por ahí pulula fuera de estos tipos enunciados. Flotaba, y flotará, la grandeza de su legado. Paseando por el espacio que trazó el arquitecto navarro, las obras vistas nos llaman, nos piden que estemos atentos a cualquier movimiento trazado sobre hierro, piedra y demás materiales. De forma íntima, pero no por eso menos profunda y total, el laboratorio de tizas mínimas es un regalo de pura emotividad racional. Parece increíble que en unas dimensiones tan reducidas exista tanto tesoro. Parecen esculturas metafóricamente hablando como si fueran migajas de diamante.
Por las paredes del espacio aparecen textos del propio Oteiza. Son reflexiones metafísicas que invitan al recogimiento, al análisis, al estudio... Es un diálogo que Oteiza mantiene con el espectador-lector.
Huir de lo trivial
Posiblemente, pasado este primer envite inaugural los responsables del museo harán dejación de los focos que inciden de manera teatral sobre algunas esculturas. Sabemos que cuando en arte plástico se introduce la teatralización necesariamente entra en funciones la trivialización. Y hay que huir de lo trivial como de una mala digestión, llamémosle sueño.
Muy cerquita del museo se encuentran los cuerpos ya sin vida de su mujer, Itziar Carreño (1904-1981), y del propio Jorge Oteiza (1908-2003). Es justo recordar a Itziar, quien fuera esposa y ductriz de Jorge durante más de medio siglo.
Al marcharnos del museo echamos la mirada al fresno que hay en el jardín. En ese momento se movían las hojas, y en cada movimiento se sentía el latir del universo oteiziano.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.