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Columna
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Lastimoso

Rosa Montero

A menudo los partidos políticos, en vez de ser colectivos de personas que intentan gestionar la sociedad conforme a unos principios, se convierten en hordas de individuos que permanecen juntos para sentirse identificados y protegidos por el grupo. Los valores se difuminan, y ya no hacen o dicen determinadas cosas porque les parezcan justas y atinadas, sino porque consideran que con eso jeringan al oponente. Más que cambiar la realidad, lo que quieren es que su propia realidad como grupo no cambie (salvo a mejor). Desean, sobre todo, meter goles; fanáticos y banales, se parecen demasiado a equipos de fútbol. Como en época electoral toda esta mezquindad se multiplica, ahora tenemos a los partidos arrojándose unos a otros la ensangrentada pelota de Cuba, como apuntaba Lindo el otro día. Un caso tan evidente de injusticia, una dictadura tan lacerante, y aun así los partidos se ponen tiquismiquis. No, no creo que, cuando se defiende la libertad en Cuba, haya que criticar a los que estuvieron contra la guerra de Irak, y me parece lamentable (porque diluye la gravedad de la dictadura cubana) que para condenar el castrismo haya que atacar a la vez a Estados Unidos. Esas coletillas tan redichas ("condeno, pero....") son como bufandas con los colores del equipo, para que no te confundan con el bando contrario. Qué lastimosa falta de pensamiento político.

Es como la respuesta de García Márquez a Sontag. El escritor expresa tan sólo su rechazo a la pena de muerte (¿pero por qué no habla de la represión social, de las feroces condenas por el simple hecho de opinar?), y sobre todo añade: "Yo mismo no puedo calcular la cantidad de presos, de disidentes y de conspiradores que he ayudado, en absoluto silencio, a salir de la cárcel o a emigrar de Cuba en no menos 20 años". Aparte de ese "conspiradores", tan elocuente en alguien que vive de la precisión verbal, el párrafo me ha dejado estupefacta. Ah, pero, ¿entonces lo sabía? ¿Entonces no era un dogmático a quien los prejuicios impedían ver la realidad cubana, sino que sabía que se detenía, que se maltrataba, que se encarcelaba injustamente? ¿Y a pesar de eso siguió -y sigue- defendiendo al régimen y al dictador con ardiente pasión durante tantos años? Por qué me producirá tanta pena todo esto.

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