El videoarte, entre la galería y la pantalla
El auge del medio estimula la creación de una feria especializada y una distribuidora latina
El videoarte, en sus diferentes formatos de proyección o instalación, ha sido el rey de las últimas grandes exposiciones internacionales. Cada vez hay más creadores que utilizan este medio y el público también crece. El problema sigue siendo la distribución. Alcanzar la televisión es, con excepciones, casi una utopía y las dos grandes opciones posibles son la venta del vídeo en las galerías o la exhibición de las piezas en festivales, muestras o exposiciones. En el primer caso se vende la copia, de la que generalmente hay ediciones limitadas de entre tres y cinco ejemplares, y en el segundo se cobra el derecho de exhibición por cada pase.
Las galerías de arte contemporáneo españolas están empezando a reaccionar y cada vez son más las que incorporan vídeo en sus programaciones. Existía el problema del coste, porque no sólo resulta cara la producción, sino también los aparatos de proyección de estos trabajos, que a veces, en el caso de las instalaciones, exigen equipos muy sofisiticados cuyo alquiler o compra no compensa al galerista. También están ahora mismo debatiendo sobre cómo comercializarlo sin perder el aura de obra única o limitada que exige el mercado.
Barcelona celebrará en noviembre la primera feria especializada en videoarte
La Fundación Arte y Derecho patrocina la creación de la primera distribuidora española
Un buen foco de experimentación será la próxima edición, en noviembre, de la feria New Art de Barcelona, que organiza la asociación de galerías Art Barcelona en un hotel, que estará dedicada exclusivamente al vídeo. "Hay muchas ferias en el mundo y para poder atraer al coleccionista internacional y a las instituciones necesitábamos una especialización", comenta el galerista Pere Soldevila, que este año confía en compartir la dirección de New Art con el cineasta Bigas Luna. "Pensamos que el arte del futuro pasará en gran parte por el vídeo, sobre todo ahora que se están reduciendo los costes de producción. Es verdad que de momento el coleccionista de vídeo es muy minoritario en España, pero esperamos atraer a gente interesada de toda Europa".
Tal como pudo comprobarse en la pasada edición de Arco, el vídeo en galería ha copiado el sistema de comercialización de la fotografía artística. Es decir, pese a su facilidad de reproducción, generalmente se vende en ediciones limitadas y los precios varían en función del artista y del formato (los españoles venden a entre 1.000 y 24.000 euros la copia). En cualquier caso, son precios muy diferentes de los que ofrecen las distribuidoras, las cuales tienen diferentes tarifas de alquiler o venta en función de si el destinatario es una entidad sin ánimo de lucro o un coleccionista o galería. En España, de momento, no existe ninguna, aunque la Asociación de Artistas Visuales de Cataluña está trabajando en un proyecto que ya cuenta con el apoyo de la Fundación Arte y Derecho para ponerlo en marcha y confía en recibir apoyos institucionales. "Ninguna de las grandes distribuidoras son rentables desde el punto de vista comercial y todas ellas reciben apoyos institucionales o de entidades museísticas", explica Florenci Guntín, actual responsable del proyecto. "Incluso la Electronic Arts Intermix, que tiene en su catálogo a artistas como Gary Hill, Nam June Paik, Tony Oursler o Mike Kelley, es una empresa sin ánimo de lucro bajo la tutela del Dia Center for the Arts de nueva York y con subvenciones locales y estatales".
Las distribuidoras, cuyo catálogo ahora suele estar disponible en Internet, son un elemento importante para facilitar la programación de vídeos en muestras, exposiciones o centros educativos. También son básicas para dar a conocer a los artistas al público potencial. "Nuestro objetivo es crear una distribuidora que facilite el trabajo de los programadores y sea una plataforma internacional de difusión de las artes electrónicas de los creadores españoles y latinoamericanos", aclara Guntín, que ha analizado el panorama general y confía en que en 2004 podrá ponerse en marcha esta iniciativa con un catálogo inicial de cien autores.
De momento, en España hay pocas colecciones públicas o privadas -una excepción es la Mediateca de la Fundación La Caixa (www.mediatecaonline.net)- y esto hace difícil, y encarece, la programación de vídeos. "Resulta complicado porque hay que contactar con todos los artistas y negociar los derechos de autor con cada uno de ellos", indica Berta Sichel, del departamento de audiovisuales del Museo Nacional Reina Sofía, de Madrid, centro que no tiene colección propia. Ha sido una de las tres organizadoras de la muestra Monocanal, que reúne 46 obras de artistas españoles desde 1996 a 2002 y que se inauguró simultáneamente -ventajas del medio y la tecnología- en Madrid, Murcia, Santiago y Valladolid. Aún puede verse estos días en Granada y Barcelona. "Hemos pagado 400 euros por tres pases en Madrid y después 200 euros en la itinerancia", indica Sichel, que se muestra muy satisfecha de la respuesta del público -"se ha cuadriplicado en los tres años que llevo en el Reina Sofía"- y considera que este sistema de pagar por exhibir "permite apoyar a los artistas que no tienen galerías fuertes, que son la inmensa mayoría".
"Las distribuidoras generalmente se quedan la mitad de lo que cobra el autor, por lo que intentamos negociar directamente con el autor", explica Toni Serra, videocreador y uno de los organizadores de la Mostra de Vídeo Independiente OVNI (www.desorg.org), que celebra su octava edición del 27 al 31 de mayo en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. "Lo que sale más a cuenta es comprar las obra. Nosotros lo hemos hecho para consulta de archivo y, además, cuando hay itinerancia, aunque haya que volver a negociar los derechos, se gana tiempo". Para el videoartista Manuel Sainz, que con otras dos personas organiza un maratón de 24 horas de videoarte en Barcelona el próximo viernes (www.25hrs.org), la venta directa de vídeo escasea y el pago por pase no permite casi nunca cubrir gastos. "Hay artistas que financian el vídeo con la venta de objetos o fotografías que giran alrededor del mismo", explica. Los dos coinciden en que hay una demanda clara de un público que busca alternativas al discurso único de la televisión.
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