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AGENDA GLOBAL. | ECONOMÍA
Columna
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Argentina: fin del 'veranito' y elecciones

Joaquín Estefanía

HOY SE CELEBRA LA PRIMERA VUELTA de las elecciones presidenciales en Argentina. Si todo sale como indican los sondeos y no hay sorpresas (un voto oculto a favor de algún candidato que haga que éste saque 10 puntos al siguiente), la segunda vuelta tendrá lugar dentro de tres semanas. Veintiún días es un periodo muy largo para un país al que le falta tiempo para arreglar sus problemas.

Para fijar la fotografía política en la que se vota, el ministro de Economía, Roberto Lavagna, ha aportado en los últimos días algunos datos de coyuntura que manifiestan una cierta mejora económica: crecimiento del PIB en el primer trimestre del año de casi el 6% (frente al mismo periodo del año anterior); gran aumento de la producción industrial en el mes de marzo, superior al 21% (espectacular si no se partiese de tan bajo como se está); un tipo de cambio bastante estable; la inflación, controlada, o el pronóstico de que el segundo trimestre del año, en el que estamos viviendo, será el cuarto consecutivo en el que el país crecerá, lo que indicaría el final definitivo de la recesión.

Lo que suceda en Argentina será decisivo para el continente. Hay muchos ciudadanos que no consideran la democracia como un dato central de sus vidas cotidianas; que han visto muchas reformas, pero pocas mejoras

Con ser prudentemente buenas estas cifras -que son las que permiten a los optimistas oficiales hablar de una especie de veranito en la economía argentina-, no son las que formarán parte de la agenda de prioridades del próximo presidente argentino: negociación del pago de la gigantesca deuda externa, de casi 150.000 millones de dólares frente a casi 700.000 acreedores privados y públicos; reforma de un sistema financiero debilitado; confirmación de las reglas del juego empresariales; tarifas para los servicios públicos; una política social que dé respuesta a un paro superior al 17% de la población activa y a un espectacular engrandecimiento de las bolsas de pobreza y la marginación, etcétera. Y atender a los problemas embalsados por la justicia, frente a los cuales apenas queda holgura alguna; entre ellos, la decisión de la Corte Suprema que, a través de un caso concreto (un depósito en dólares del Gobierno de San Luis), redolarizó el sistema anulando la conversión obligatoria de depósitos en dólares a pesos argentinos. O el fallo de la Corte Federal de Nueva York, que acaba de dar la razón a tres fondos de inversión que habían comprado bonos del Estado argentino y no los cobraron porque Argentina suspendió los pagos. Dicho tribunal ha dado de plazo hasta el 14 de mayo (es decir, antes de la segunda vuelta) para que Argentina efectúe el pago so pena de embargo. Para dar salida a estos problemas, de naturaleza muy urgente, se necesita el aval y el dinero fresco del FMI.

Con la elección del nuevo presidente no se solucionan los problemas políticos argentinos. Éste se va a encontrar casi inmediatamente con las elecciones a gobernadores de provincias, tan influyentes, y, dependiendo de quien sea, con un Congreso poco favorable a sus tesis y a sus políticas. Por ello sería tan imprescindible un pacto de Estado que en estos momentos se ve poco factible.

Lo que suceda en Argentina va a influir decisivamente en la marcha de toda América Latina. En el seno de las Naciones Unidas se está terminando de elaborar un exhaustivo informe sobre la democracia en la zona, con una filosofía muy concreta: mirar a la economía desde la democracia y no al revés, como tantas veces ha sucedido en las últimas dos décadas. Las conclusiones de las encuestas que se han hecho dentro de este informe no son muy optimistas: en muchos casos, la democracia no es el factor central que organiza a las sociedades, por lo que existe un equilibrio inestable; lo conquistado en ese periodo no es irreversible, y existe un stock de no demócratas y de indecisos importante. O igual de peligroso: se practica una democracia irrelevante, anémica, que no es un dato central para la vida de muchos ciudadanos.

Después de Lula, lo que ocurra en Argentina inclinará la balanza hacia uno u otro lado.

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