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Reportaje:LA TRANSICIÓN EN IRAK

Cómo pasar consulta con un chaleco antibalas

Los sanitarios españoles en Um Qsar atienden a niños quemados y a adultos con fracturas y heridas de guerra malcuradas

Miguel González

A la entrada de las dependencias que ocupan las tropas españolas en el puerto viejo iraquí de Um Qasr, un cartel advierte a los soldados de que se encuentran en "alerta Charlie", el nivel inmediatamente inferior a la alerta máxima, que corresponde según las normas vigentes de la OTAN a la existencia en lugar de una "amenaza concreta".

¿Existe una amenaza concreta contra las fuerzas españolas desplazadas a Um Qsar? A juzgar por los avisos que reciben los españoles procedentes de la división de inteligencia británica, responsable de la seguridad en el sur de Irak, sí que existe. Incluso se han llegado a transmitir algunas indicaciones concretas de vehículos sospechosos de ser utilizados en atentados terroristas.

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El problema, según lo explica un oficial español, es que a veces, al verificar estas informaciones, se comprueba que en realidad proceden de ciudadanos iraquíes que pretenden saldar rencillas pendientes con sus propios vecinos.

La venganza es uno de los males de toda posguerra y en Irak también está presente. No obstante, agrega el mismo oficial, hay indicios de que ex militantes del partido Baaz, fieles al dictador Sadam Husein, se están reorganizando para acosar a las fuerzas de ocupación.

Por si acaso, la unidad española toma sus medidas de precaución. Al hospital de Um Qasr, un inmueble destartalado al que sólo se le puede atribuir la cualidad de centro sanitario por la muchedumbre de enfermos y lisiados que se agolpa en sus pasillos, acuden cada día a pasar consulta tres médicos militares y cuatro ATS españoles. Los siete profesionales sanitarios se encargan de examinar a sus pacientes bajo la atenta mirada de dos infantes de Marina, equipados con porra, pistola y chaleco antibalas.

Aunque la impaciencia de enfermos y familiares provocó en los primeros días más de un tumulto, no parece que la violencia física sea allí el mayor problema para la salud. Sábanas manchadas de sangre y jeringuillas tiradas por el suelo sugieren otro tipo de riesgos evidentes. "Si no tienen agua para lavarse ellos, ¿cómo van a gastarla en limpieza?", argumenta el comandante médico Manuel Cano para explicar esa situación.

Niños quemados en las cocinas de sus casas o alcanzados por la explosión accidental de proyectiles abandonados, adultos con heridas de guerra malcuradas y fracturas que han derivado en deformidades, enfermos crónicos que nunca han sido tratados adecuadamente de sus dolencias son algunos de los pacientes que llegan al centro hospitalario.

"A los que están mejor los atendemos aquí y los más graves los mandamos al hospital del buque Galicia, si es que tienen medianamente arreglo", explica el comandante Manuel Cano.

¿Y a los demás? "Aunque suene duro", responde este militar médico, "para ésos la única solución es morirse".

Morirse de enfermedades que son perfectamente curables en España, explica, pero no en el Tercer Mundo, en el que se ha sumergido Irak, pese a atesorar en su subsuelo las segundas mayores reservas de petróleo de todo el planeta.

La mayoría de los iraquíes que acuden al dispensario proceden de Basora, la capital de la región, con más de un millón de habitantes, situada a unos 40 kilómetros de distancia, lo que no deja de resultar sorprendente, ya que allí cuentan con un hospital británico mucho mejor dotado que el instalado ahora por las fuerzas españolas en Um Qsar.

"Los americanos y los ingleses no han venido en misión de ayuda humanitaria, han venido a lo suyo", explica a este periódico un médico español. "Es verdad que cuando ves a un niño en estas condiciones se te cae el alma al suelo, pero al parecer ellos no los ven", comenta con amargura.

Task Force 840

El almirante Juan Antonio Moreno Susanna, jefe del contingente militar español en la zona, la Task Force 840 en terminología de la coalición internacional ocupante, se desplazó ayer hasta el cuartel general de las fuerzas terrestres de la coalición en Camp Doha (Kuwait) para coordinar la actuación de los soldados españoles con los responsables del mando anglo-estadounidense.

El Gobierno español decidió ayer mismo reducir los 65 militares de la unidad NBQ (Nuclear, Biológica y Química), ante la evidente ausencia en Irak de las temidas armas de destrucción masiva. Además, el Ejecutivo decidió enviar una unidad de apoyo logístico con 80 efectivos y reforzar las misiones de seguridad con 350 legionarios.

No obstante, un equipo de protección NBQ deberá quedarse todavía en Irak, entre otras razones para controlar el nivel radiológico de las zonas donde Estados Unidos utilizó munición con uránico empobrecido.

A pesar de que nunca se ha demostrado la relación entre este armamento y el cáncer, los militares españoles aseguran que todos los vehículos atacados con esta munición han sido ya retirados del lugar y que se siguen estrictas medidas de prevención.

Ayer, el contingente español entregó a bordo del buque Galicia quince indumentarias completas del Real Madrid al equipo de fútbol local, que ha cambiado su denominación de Sadam Husein para ser rebautizado con el nombre de Libertad.

Pero mientras se escenifican las relaciones sociales con la población local, los tiradores españoles y las patrulleras estadounidenses apuntan a cualquier embarcación no identificada que navega por la zona. Ni siquiera en misión de ayuda humanitaria se puede bajar la guardia.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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