Se lleva el azul
Frente a la impresión de que el mundo se calienta políticamente, se caldea astronómicamente o se radicaliza en la religión, la realidad es, contrariamente, de una tonalidad progresivamente tibia y descolorida. No sólo los partidos políticos han perdido identidad y, al final, se acomodan a las encuestas, sino que la misma sexualidad tiende a difundirse en mil sexos. En lugar de esto o aquello, el hombre-hombre y la mujer-mujer, lo que reina hoy es un mapa iridiscente, arborescente, cubierto por una grama donde se mezcla la disensión. Con ello, el tono y el sabor resultantes son menos fuertes, más mestizos y, finalmente, idóneos para la metabolización
Frente a la idea de que el absoluto dominio norteamericano acentúa el radicalismo, lo cierto es que una superpotencia de tal magnitud induce ante todo a la creación de micropoderes, clandestinos y terroristas, más dirigidos a minar biológicamente los fundamentos celulares que a presentar una batalla campal. El nuevo orden del mundo posee una inspiración más femenina que masculina, menos inclinada a la acción directa y más proclive a la ventaja sutil. La parte femenina de Oriente hace tiempo que está permeando la cultura occidental con su sigilo y discreción propia. Pero también con su eficacia definitiva. De esa naturaleza es también el nuevo fenómeno económico que está captando la máxima atención de los expertos.
Junto al éxito mundial del color azul, el sexo multívoco, la religión mix, las comidas de fusión y las tiendas de ropa que son en realidad cafés, ahora se extiende por el planeta el fenómeno de infinitos productos que, en la danza de la descaracterización mundial, bajan sin cesar sus precios. Es decir, rebajan su accesibilidad y hasta su habla. En realidad, son los mismos que hace unos meses o incluso mejores, pero cada vez valen menos. En coherencia con la entropía general del universo, la mayor presencia comercial de China, la deflación japonesa, la guerra de Irak y la hipermagnitud de una cadena de supermercados norteamericana, Wal-Mart, el mercado registra un descenso en el coste de las cosas.
La cadena Wal-Mart, odiada por todos los pequeños y medianos comerciantes del mundo, basa su estrategia en arruinar con precios imbatibles a los competidores del entorno inmediato. Así, aceleradamente, ha llegado a convertirse en la primera empresa de facturación del mundo, por delante de la petrolera Exxon. Wal Mart cuenta con 4.400 establecimientos en 10 países y si en Europa no se halla tan presente es debido a que la francesa Carrefour, el segundo gigante, le ha cerrado el camino. No tardará, sin embargo, mucho Wal-Mart -contra la que se han publicado ya decenas de libros en Estados Unidos- en aparecer por los solares de nuestro extrarradio. Wal-Mart opera como una ávida célula de la baratura y los clientes acuden a ella como moscas, apresados por sus saldos de golosina. La revista Newsweek de esta semana informa sobre sus 60.000 millones de dólares de facturación y los planes para doblar esta cifra en cinco años, cuando la perspectiva del sector no superará un aumento del 25%.
La incertidumbre abarata ahora los viajes turísticos y las hipotecas; las ventas por Internet rebajan el precio de casi cualquier cosa y las acciones están por los suelos. China, por su parte, a despecho de la neumonía, sigue enfriando la mayoría de los precios, que, por contagio, enfrían a los de sus competidores, asiáticos o no. En la historia económica más reciente, el temor se refería a la temperatura de la inflación, el miedo a ser carbonizados por la orgía. Ahora, en cambio, la amenaza procede de un horizonte de bajo nivel, azulado, helado, desexualizado, desempleado. ¿Entusiasmos por el porvenir? La gente con mayores recursos aspira a ser criogenizada. Y, el resto, o encarga los hijos a base de embriones congelados o trata de procurarse, cerca de la muerte, trasplantes de órganos sacados de una nevera. El paso del siglo XIX al XX se produjo a través de una industria pesada, ruidosa y ardiente, pero los primeros pasos del siglo XX al XXI transcurren entre la liviandad, el silencio y el frío.
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