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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ruta hacia Palestina

Al acuerdo para la formación de un Gobierno palestino bajo la dirección de Abu Mazen abre, finalmente, la posibilidad de poner en marcha un nuevo proceso de paz entre israelíes y palestinos. Al aceptar un nuevo Ejecutivo con un primer ministro, el presidente de la Autoridad Palestina, Yasir Arafat, queda de hecho marginado. Ése era uno de los objetivos de la operación: desactivar a Arafat, relegándolo a un papel de referente. Se cumplen, así, las condiciones para que el Cuarteto (EE UU, UE, la ONU y Rusia) haga pública su hoja de ruta hacia la formación en 2005 de un Estado palestino que coexista con Israel.

La hoja de ruta no es un plan de paz detallado, sino una serie de "elementos" -objetivos y plazos a cumplir en tres fases- a través de "pasos recíprocos" en muy diversos campos. Inicialmente, y ahí reside uno de los problemas, plantea muchas más exigencias a los palestinos que a Israel, a quien sin embargo exige el final de las deportaciones, de los ataques a civiles, y la destrucción de los asentamientos construidos desde marzo de 2001, así como no construir nuevos. La solución de los dos Estados, según el texto, sólo podría darse con el "fin de la violencia y el terrorismo". Y eso es lo que se le pide a Mazen que haga. No es casualidad que el pulso final entre el nuevo primer ministro y Arafat se haya centrado en la seguridad. En una fórmula de compromiso, Mazen asume la cartera de Interior, pero el joven coronel Mohamed Dahlan, hombre en el que confían EE UU y los europeos, se ocupará de los servicios de seguridad, que ya controló en Gaza. Nace así un Ejecutivo palestino partidario del diálogo, de poner fin a la Intifada y de cerrar el grifo de la violencia palestina, labor que no le resultará fácil, como tampoco la de acabar con la corrupción.

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La hoja de ruta parte de una declaración mutua de reconocimiento: de Israel, a la "visión" de los dos Estados, y de la ANP, a la existencia del Estado judío. Pero pasa de puntillas, y sólo hacia el final, por Jerusalén. La segunda fase, de junio a diciembre de este año, contempla, tras unas elecciones palestinas, una conferencia internacional, que Aznar quiere que se celebre en Madrid, de la que saldría un acuerdo regional, y posteriormente, unas fronteras provisionales para el Estado palestino. Además, con lo logrado, en unos momentos de desasosiego tras la guerra de Irak, el Cuarteto puede revelarse como una forma viable de articular la llamada comunidad internacional, al menos en Oriente Próximo. Si Arafat ha dado su brazo a torcer ha sido por la presión concertada de todos sus integrantes.

Se abre una esperanza esencial para la estabilidad de la zona, aunque no conviene hacerse excesivas ilusiones. Ésta es una partida a varias bandas, y Sharon controla más de una. Los asesinatos selectivos, la continua destrucción de viviendas palestinas en Gaza y la influencia en EE UU, que tiene el año próximo elecciones presidenciales, junto al terrorismo palestino, no facilitan la paz. Pero se ha abierto una puerta.

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