Rehacer Oriente Próximo
¿Por qué los anglosajones han considerado imperativa la destrucción del régimen de Sadam Husein? Los propios vencedores han hecho variadamente hincapié en diferentes razones para legitimar la invasión. Veamos cómo han resistido éstas el paso del tiempo, junto a otras a las que también han aludido, aunque con menor potencia pulmonar.
1. Armas de destrucción masiva. Irak las tuvo, pero, probablemente, fueron desmanteladas antes de la guerra, bien es verdad que bajo amenaza de esa misma guerra. Pero lo que cuenta es que al deshacerse de ellas, Sadam probaba que no pensaba utilizarlas ni siquiera como desesperada venganza en la derrota.
2. Liberar Irak. Por intensa que fuera esta motivación, parece claro que, salvo una parte de los kurdos, el resto de los iraquíes no pedían que se los liberara así. Las escenas de júbilo eran todo menos una díada iraquí, y los cientos de personas que se dedicaron a librar el país de estatuas acusadoras son los que en todo lugar y condición quieren salir en la tele. Era como Hotel Glam, pero con más público. De otro lado, millones de chiíes están dejando bien claro que quieren un Irak tanto sin Sadam como sin anglosajones.
3. Establecer la democracia. El jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, por lo menos no tergiversa. Ha dicho que jamás se consentirá que Irak se transforme en un Estado islámico. ¿Qué haría Washington si unas elecciones democráticas demostraran que el pueblo iraquí, en el que es mayoritario el islam chií como en Irán, es tan antisionista como la extinta dictadura?
4. Atacar el terrorismo. La detención del líder terrorista que secuestró el Achille Lauro en 1985 ha sido esgrimida hasta por José María Aznar, como prueba irrefutable de la conexión de Bagdad con el terror islámico. Estupor. El asesino del judío norteamericano, Leon Klinghoffer, vivía solo, retirado, sin conexión alguna con Al Qaeda, y hasta tenía permiso de Israel para visitar Gaza. La justicia de EE UU es de suponer que le hará pagar por sus crímenes, pero aunque su culpabilidad sea irrefutable, no lo es menos que, refugiado en Bagdad, había dejado de ser, a todos los efectos, un verdadero agente terrorista.
5. Reconstrucción de Irak. Sería curioso que se destruyera algo para tener la oportunidad de reconstruirlo, pero aquí ya empezamos a encontrar un artículo de primera necesidad. La empresa Bechtel, de inmejorables conexiones con la Casa Blanca, ha recibido ya el primer encargo, por valor de 680 millones de dólares, para dejar el país como una patena. No en vano, Washington tiene tanta prisa en que se levanten las sanciones a la libre exportación de petróleo. Es posible que el Estado norteamericano acabe por no sacar ningún beneficio directo de la ocupación de Irak, pero unas cuantas grandes empresas norteamericanas se van a reconstruir ellas mismas con la victoria.
6. Rehacer Oriente Próximo. Vamos bien. Nadie lo niega en Washington, aunque se le llame democratización del país. Ese futuro Irak está llamado a ser una pieza esencial de la estrategia norteamericana; tanto como Egipto y Jordania, mucho más que Arabia Saudí -contaminada por Al Qaeda-, pero siempre menos que Israel, porque ésa es la clave de bóveda, y no un simple cliente. Ese nuevo Oriente Próximo habrá de ser tal que no sólo no obstaculice, sino que facilite un acuerdo territorial entre judíos y palestinos. De ahí el carácter de odd man out
-soledad en discordia- del Estado sirio, único adversario de Washington en Oriente Próximo.
7. ¿Y todo para
qué? Es una mala vulgata caracterizar lo que está pasando como un imperialismo clásico, del que Israel fuera el obrero especializado de la dominación. Gran parte de lo que dicen gran parte de los dirigentes norteamericanos va en gran parte en serio, como el Pyle de El americano impasible ante un Fowler, que esta vez en cambio le secunda, y ni Israel moviliza a Estados Unidos, ni Estados Unidos se sirve de Israel; simplemente, consideran sus intereses coincidentes. La Pax Americana es también la de Israel, con Sharon o cualquier laborista en el poder. Washington no busca primordialmente el petróleo, ni la aprobación del sionismo, ni la redención del pueblo iraquí, sino rehacer el mundo a su sabor. O que, por lo menos, todos obedezcan.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.