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Reportaje:

Brecha en el socialismo francés

Quince libros intentan explicar el éxito de la extrema derecha y la debacle de Lionel Jospin en las presidenciales de hace un año

El 21 de abril de 2002, a las ocho de la noche, los franceses descubrían con sorpresa el nombre de los dos candidatos que iban a disputar la segunda vuelta de la elección presidencial. Uno, Jacques Chirac, era el incombustible líder de la derecha y se clasificaba con el peor porcentaje (19,88% de los votos) jamás obtenido por un presidente saliente; el otro, Jean Marie Le Pen (16,96%), era el vociferante jefe del populismo a la francesa, cuyas simpatías por las tesis fascistas no son ningún secreto.

El gran ausente era Lionel Jospin, el socialista que había ejercido durante cinco años como primer ministro y que se veía eliminado al conseguir tan sólo el 16,18% de los votos.

Quince días más tarde Chirac, que antes en los sondeos había sido dado perdedor frente a Jospin en la segunda vuelta que todo el mundo esperaba, ganaba ante Le Pen con un resultado que era un plebiscito: el 82,15% de los sufragios eran para él mientras que a Jean Marie Le Pen, cabeza visible del Frente Nacional (FN), a pesar de haber progresado en votos, no superaba la barrera del 18%. Un 10% de mayor participación le impidió alcanzar el soñado 30%.

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Un año después el Partido Socialista (PS) no se ha recuperado de la debacle sufrida y prepara su congreso del 16 al 18 de mayo en medio de una gran división. El actual primer secretario del partido, François Hollande, sólo parece convencer a los elefantes socialistas, antiguos ministros y altos responsables que le quieren para asegurarse una situación preeminente. Su ponencia deberá afrontar otras tres: la obrerista y de base de Marc Dolez, la izquierdista de Henri Emmanuelli y la republicana de Vincent Peillon y Arnaud Montebourg. La suma de los tres disidentes puede dejar en minoría a la actual dirección.

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Nada menos que 15 libros se han publicado este último mes -cuatro firmados por dirigentes socialistas, uno por un verde, los demás por periodistas o personajes que se ocultan tras un seudónimo- para intentar analizar lo ocurrido aquel 21 de abril. Pero puede que sea la autobiografía de un "jubilado" de la derecha -Philippe Séguin, ex ministro y ex candidato a todo- quien mejor ha resumido la dimensión del desastre al predecir "un 21 de abril bis [...], pues las mismas causas conducirán a los mismos efectos". Séguin teme que Jean Marie Le Pen conquiste en 2004 la región Provenza-Alpes Marítimos-Costa Azul: "No hay ninguna duda de que puede ser su futuro presidente".

Si el Partido Socialista aparece dividido y desorientado, los Verdes y los cada vez más grupusculares comunistas oscilan entre la radicalización del discurso y la institucionalización de sus acuerdos con el PS. La derecha democrática, por su parte, quiso aprobar una ley que dificultase en las legislativas y regionales el acceso a la segunda vuelta de las formaciones minoritarias. Su objetivo oficial era cortarle las alas al FN, pero el real era deshacerse de una vez por todas de la competencia de los centristas europeístas de la UDF. El Constitucional ha anulado la ley.

La derecha en el poder intenta frenar la progresión del FN a base de lemas como "tolerancia cero ante la delincuencia" y reanudando ante las cámaras de TV las operaciones de expulsión de emigrantes ilegales. Los repetidos casos de fugas carcelarias ponen en duda la eficacia de la policía, y la sucesión de cierres de fábricas alimenta el número de votantes potenciales del FN, hoy por hoy el partido que mayor voto obrero atrae en Francia.

La hija de Jean Marie Le Pen, Marine, vota en una elección interna en Niza.
La hija de Jean Marie Le Pen, Marine, vota en una elección interna en Niza.EPA

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