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El turismo y su industria amenazan el esplendor y la conservación de Venecia

La ciudad recibe 12 millones de visitantes al año y ha perdido un 60% de su población

Venecia está dejando de ser una ciudad viva para convertirse cada vez más en un decorado de extraordinaria belleza habitado sólo por turistas. Conservadores y amantes de la ciudad han lanzado la alarma en vista del ritmo frenético con que se modifican pisos y negocios para convertirlos en pensiones y apartamentos de alquiler. El caso de Venecia, laboratorio turístico por excelencia, marca la pauta de lo que está por llegar en otras ciudades históricas del mundo. Conscientes del peligro, las autoridades intentan frenar la fuga de venecianos y evitar el monocultivo turístico, promoviendo otras actividades. Pero los precios prohibitivos del suelo hacen difícil frenar la espiral.

Los venecianos han olido el negocio y se han lanzado a explotar los encantos de su ciudad
Emergen las grúas por todas partes. Se remodelan viejas fábricas y palacios famosos

Durante siglos, el peligro ha procedido de la laguna. Las mareas y las periódicas amenazas del agua alta han sido la pesadilla de Venecia. Ahora, sin embargo, el peligro procede de la tierra firme, y a juzgar por el tono de los que lanzan la alarma, puede ser más devastador para la ciudad. Una ciudad que envejece a pasos agigantados (uno de cada cuatro venecianos tiene más de 65 años) y se despuebla (64.000 habitantes frente a los 164.000 de 1951) a ritmo creciente para dejar espacio a los turistas. Disminuye el número de farmacias, escuelas y oficinas y aumentan las pizzerías, los negocios de cristal de Murano y otros souvenirs. Todo se adapta al negocio rey: el turismo.

En los últimos tres años, la cifra de pensiones o residencias ha pasado de 59 a 455, mientras se abren incesantemente nuevos hoteles. Francesco Erbani, en el diario La Repubblica, echa la culpa a las normativas aprobadas por el equipo municipal del filósofo Massimo Cacciari (centro-izquierda), en 1996, que autorizaron a los propietarios de casas de apenas 120 metros cuadrados a convertirlas en pensiones o apartamentos de alquiler.

Roberto d'Agostino, asesor de Urbanismo en aquella etapa y actualmente consultor de proyectos estratégicos, traslada la responsabilidad a la Región del Veneto. "Aprobaron una norma que permite cambiar de uso cualquier vivienda con una simple declaración escrita", dice. Dicho y hecho. Los venecianos han olido el negocio y se han lanzado a explotar los encantos de su ciudad.

Pero los daños no son sólo ambientales. Mario Piana, profesor de Restauración del Instituto de Arquitectura de Venecia, cree que todas estas obras de acondicionamiento, que incluyen baños en las habitaciones, apertura de escaleras y ampliación de ventanas, no siempre bajo el control de las autoridades, pueden representar un serio peligro para la estabilidad de la ciudad. "En Venecia se construyó en madera hasta el siglo XII", ha declarado a La Repubblica. "A partir de entonces se añadieron los muros de ladrillo, pero siempre respetando un principio firme: la búsqueda de la máxima ligereza, para cargar lo menos posible el suelo lagunar". Los pavimentos de los viejos edificios son de una pieza. "Meterle mano a estas estructuras es peligrosísimo", añade Piana. "El equilibrio estático de los edificios se resentirá a la larga".

Palabras que en la actual junta municipal suenan exageradas, cuando no excesivamente apocalípticas. "Francamente, creo que Venecia es la ciudad más cuidada del mundo", dice D'Agostino. "No comparto esos temores. Puede que, ocasionalmente, alguna cosa se haga mal, pero, en general, el único riesgo es que la especulación inmobiliaria con fines turísticos ha hecho aumentar muchísimo los precios de las casas, precisamente porque la esperanza especulativa es enorme". Hasta el punto de que en una zona como el Canal Grande, el precio del metro cuadrado alcanza los 5.500 euros.

"El fenómeno turístico en Venecia es el mismo que se ve en otras partes del mundo. ¿Qué ha ocurrido en la Costa Brava española, o en las Baleares?", dice una portavoz del Consorcio Venecia Nueva, un organismo creado para defender Venecia de la laguna. "Los alcaldes sucesivos de la ciudad están sometidos a enormes presiones. No se puede decir que es culpa de uno o de otro".

De hecho, todos están de acuerdo en que se necesitan nuevos proyectos para evitar el monocultivo turístico. D'Agostino pone como ejemplo la potenciación de la actividad del puerto comercial, que da trabajo a 18.000 personas, y otros confían en que el Mose (los diques móviles que evitarán en el futuro el fenómeno del agua alta), una obra gigantesca que comenzará en breve, abrirá también el abanico de oportunidades de trabajo para los jóvenes venecianos.

Pero esa preocupación no parece reñida con la dedicación al turismo, verdadera gallina de los huevos de oro. En Venecia y en las pequeñas islas de la laguna emergen las grúas por todas partes. Se remodelan viejas fábricas (como el Molino Stucky, que ardió el pasado martes mientras se trabajaba en su transformación en un complejo de apartamentos con hotel incorporado) y palacios famosos.

"Hay que tener en cuenta que en 1966, cuando Venecia recibía tres millones de turistas al año, disponíamos de 12.000 plazas hoteleras en la ciudad. En 1996, la cifra de turistas aumentó hasta nueve millones, pero las plazas disminuyeron. A los turistas se les vendía Venecia y se les alojaba en Padua y hasta en el lago de Garda , y no gastaban nada en la ciudad. Ahora, las cosas han cambiado", dice D'Agostino. A Venecia llegan 12 millones de turistas al año, y las plazas hoteleras son 14.000. Y el ritmo está destinado a aumentar. La profecía de los agoreros tiene todas las probabilidades de cumplirse.

Un canal de Venecia en el verano de 1999.
Un canal de Venecia en el verano de 1999.IGNACIO CARRIÓN
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