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ALARMA EN CHINA POR LA NEUMONÍA ATÍPICA

Las largas vacaciones del 1 de Mayo exponen a millones de viajeros al contagio

Pekín prohíbe viajar a algunos países del sureste asiático, pero dice que moverse por China es seguro

China tiembla por la epidemia de la neumonía atípica, que ayer se cobró otras 12 vidas en Hong Kong y que las próximas vacaciones, con motivo del 1 de Mayo, amenaza con extenderse. Las autoridades han empezado a tomar medidas drásticas, pero las previsiones les desbordan. En las pasadas fiestas del Año Nuevo Lunar, la primera semana de febrero, 500 millones de chinos se desplazaron por el interior del país. Es el mayor movimiento de masas que se produce cada año en todo el mundo, con trenes, autobuses y aviones repletos de viajeros ahora expuestos al contagio.

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Durante las vacaciones del Año Nuevo Lunar los viajeros colapsan trenes, autobuses y aviones para reunirse con sus familias durante la más importante de las celebraciones chinas. Para millones de emigrantes es la única ocasión de volver a casa después de un año de trabajo. Para otros es el momento de hacer turismo.

Pero China cuenta con dos semanas más en las que los habitantes del país más poblado del planeta, con 1.300 millones de almas, se ponen en marcha como una gran marabunta. Las instauró el Gobierno en 1999 para impulsar el consumo y estimular la economía. La del 1 de octubre, Día Nacional, aniversario de la fundación de la república popular por Mao Zedong, que el año pasado movió 58 millones de personas, y la del Día del Trabajo, el 1 de mayo. Y aquí está el problema.

Con la epidemia de neumonía asiática fuera de control y extendiéndose por el país, los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) temen que el desplazamiento de decenas de millones de personas contribuya a la propagación de la enfermedad. Así lo señalaron el pasado miércoles durante la rueda de prensa en Pekín en la que revelaron que China tiene muchos más infectados de los que las autoridades han anunciado, y así lo dijo el mismo día en Ginebra (Suiza) el director ejecutivo de enfermedades transmisibles de la OMS, David Heymann.

El Gobierno chino defiende que el país es seguro para viajar y que no hay riesgo en tomar aviones o trenes, y ha impulsado el turismo con vistas a esta semana. La provincia de Guangdong, con el 38% de los casos registrados de neumonía atípica en todo el mundo, se ha promocionado como un destino ecoturístico, y Pekín, con 14 millones de habitantes, ha preparado más taquillas de despacho de billetes de tren y permitirá por primera vez pagar con tarjeta de crédito, según la prensa local.

Todo esto, pese a que el pasado 2 de abril la OMS recomendó que no se viaje a Guangdong, donde se registró el primer caso de neumonía, ni a la fronteriza Hong Kong, de donde saltó el virus al resto del mundo.

Temor a alarmar

Las autoridades sanitarias chinas no quieren alarmar a la población en un país en el que la palabra estabilidad es sinónimo de sagrado, no quieren herir el furor inversor del que se ha beneficiado China en los últimos años, y tampoco quieren herir el turismo, un sector que representa alrededor del 5% de la economía y que es estratégico en sus planes de desarrollo. El año pasado viajaron 70 millones de personas durante las fiestas del Día del Trabajo, que gastaron 28.000 millones de yuanes (3.100 millones de euros).

"El departamento de Turismo ha suspendido los viajes de los turoperadores chinos a algunos países , pero viajar en China es seguro", dice He Xiong, subdirector del Centro para la Prevención y Control de Enfermedades.

Sin embargo, Pekín no parece tenerlas todas consigo, y ha utilizado un doble lenguaje. Mientras por un lado airea que el país es seguro, por otro está intentando convencer a la gente a través de los medios de comunicación para que disfrute las vacaciones cerca de su residencia, "evitando los inconvenientes de los largos viajes y el ruido y la masificación de las ciudades".

Bajo el lema Regreso a la naturaleza, las agencias están promocionando los desplazamientos cortos, de carácter agrícola, ecológico, deportivo y de ocio; que según Sun Gang, subdirector de la Administración Nacional de Turismo, "pueden ser beneficiosos para la salud". Son viajes que, además, "permitirán reducir la diferencia de bienestar existente entre las ciudades y el campo". Dos pájaros de un tiro.

Li, de 30 años, un empleado de una empresa de comercio exterior que sólo da su apellido, es uno de los pequineses que este año no saldrá de la capital durante las vacaciones. "De momento la cosa no es muy seria, el Gobierno sólo ha anunciado 200 muertos ; pero el día que uno de mis amigos enferme, tendré miedo. Aun así, este año me quedaré en Pekín. Alquilaré un coche y haré viajes cerca. Pese a lo que dice el Gobierno, creo que es peligroso coger el tren", dice protegido detrás de su mascarilla.

El jefe del Gobierno local de Hong Kong, Tung Chee-hwa ( en el centro), ayer en una de las calles de la ciudad.
El jefe del Gobierno local de Hong Kong, Tung Chee-hwa ( en el centro), ayer en una de las calles de la ciudad.AP

Tres mascarillas por si acaso

En los últimos días, las autoridades sanitarias han emprendido una batalla contra los virus, con la televisión mostrando brigadas que desinfectan autocares, aeropuertos y estaciones de tren. Por un lado, el Ministerio de Comunicaciones afirma que "se ha preparado una cantidad suficiente de autobuses en todo el país para cubrir las necesidades de los turistas" durante las vacaciones. Por otro, añade que "se comprobará que todos los vehículos cumplen los requisitos sanitarios".

Para mostrar estos preparativos, el Gobierno preparó el jueves pasado una visita de la prensa a la mayor estación ferroviaria de Pekín, la del Oeste. En el vestíbulo del gigantesco edificio coronado por una pagoda, varios empleados protegidos con mascarillas repartían prospectos a los viajeros informando amablemente sobre la enfermedad. Un poco más lejos, un funcionario desinfectaba con un pulverizador escaleras mecánicas, sillas y mostradores. Detrás corrían las cámaras de televisión.

Ayer, los funcionarios habían desaparecido con su mesa, y las únicas mascarillas que se veían eran las de algunos pasajeros. En el mostrador de información de la estación, dos empleados a cara descubierta habían arrinconado en un extremo los folletos sobre la neumonía. Sólo algunos carteles en las paredes recordaban la existencia del síndrome respiratorio agudo grave (SARS).

En otra de las estaciones de tren de Pekín, situada en pleno centro, He Guong Mei, una estudiante de dirección de empresas, de 25 años, se muestra asustada por la neumonía asiática. "He decidido irme a casa de mis padres a Shandong sin esperar a que acaben las clases. Esto es muy peligroso. Me voy y no volveré hasta después de las vacaciones. Este año va a haber menos viajes en mayo", dice.

He aquí una nueva muestra de la desinformación que reina entre los ciudadanos. "Ha habido ya 37 muertos en Pekín", dice nerviosa, cuando la cifra oficial de fallecidos es de cuatro, y de 37 la de enfermos. "No, no llevo dos mascarillas. Llevo tres. En mi universidad las venden a tres yuanes (33 céntimos de euro) cada una, pero aquí en la estación cuestan seis", explica mientras le brillan los ojos por encima de una gruesa capa de gasas que parece un almohadón.

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