La música como recogimiento
La Semana de Música Religiosa de Cuenca dosifica con criterio sus espacios de actuación. El equilibrio que de ello resulta define, entre otras razones, la personalidad del festival que dirige Antonio Moral. La música como espectáculo, aunque sea de tema religioso, se programa en el Auditorio. Los momentos para la confidencia espiritual se reservan para la iglesia de San Miguel. La música fundida con el rito religioso tiene su sitio en los Oficios de la Catedral. La sensación de verdad que se desprende de la sencillez unifica todas las propuestas.
Mientras el obispo de Cuenca celebraba la acción litúrgica solemne del Viernes Santo, Juan Carlos Asensio y su grupo Schola Antiqua cantaron desde el coro de la catedral y leyeron fragmentos de la Pasión según San Juan en latín, con sobriedad y una dicción cristalina. Entonaron los tractos, los graduales, las antífonas o los salmos con recogimiento y una belleza extraña que lo llenaba todo. El obispo exponía con sentido de la medida las homilías, y elevaba sus oraciones por los gobernantes que buscan la paz o recordaba en sus preces al castigado pueblo iraquí.
Cuenca vive durante estos días entregada a las procesiones, los rezos y la música. Ayer sábado concluyó, entre encendidas aclamaciones, el ciclo de tres matinales dedicadas a las 15 sonatas del Rosario, de Biber: cinco para los Misterios Gozosos y otras tantas para los Dolorosos y los Gloriosos. Su escucha ha producido una conmoción. Por su propia hermosura, desde luego, y por una interpretación primorosa (en Cuenca, incluso se puede decir ponderosa) del grupo La Risonanza, con Fabio Bonizzoni al clave y órgano; Franco Pavan, a la tiorba y laúd; Caterina dell'Agnello (Catalina del Cordero, qué nombre tan evocador) al violonchelo barroco. y los violinistas (a cual mejor) Olivia Centurioni, David Plantier y Riccardo Minasi. Han tocado todos ellos desde el sentimiento. Con una técnica prodigiosa, sí, pero por encima de todo con el corazón en la mano, embelesando a cada instante con una música llena de sugerencias. Son además de ese raro tipo de intérpretes que despiertan afecto. Cuenca alcanza la plenitud en iniciativas como ésta. Cuenca o cualquier lugar.
Rinaldo Alessandrini dirigió plausiblemente desde el clave la primera ejecución en tiempos modernos de El sacrificio de Abel, de Alessandro Melani. Un compacto cuarteto solista y la categoría del grupo Concerto Italiano sacaron adelante con competencia y rigor el oratorio del compositor italiano de la segunda mitad del XVII.
Con respecto a la Pasión según San Juan, de Bach, en la versión de 1725, Ton Koopman entusiasmó en una visión dramática y expresiva de muchos quilates, sustentada por los formidables Amsterdam Baroque Orchestra y coro. Cumplieron los solistas masculinos, en especial el tenor Jörg Dürmüller y el bajo Klaus Mertens, y defraudaron estrepitosamente las mujeres. La mezzosoprano, por sosería; la soprano, por torpeza al destruir la maravillosa aria final de la obra, sin técnica ni expresividad. Prefiero ni acordarme de sus nombres. No ganamos para sustos.
Babelia
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