Delirios metafóricos
Si un solo adjetivo sirve para describir lo que se siente una vez que acaba esta última película de Lawrence Kasdan, éste no puede ser otro que desconcierto. Porque, sin mediar aviso, una película que parece contar, como tantas otras de nuestro hombre, la vida de varios amigos durante años -con varios flash-backs, desde su infancia hasta su edad adulta-; un filme que, como Reencuentro, como Grand Canyon, sirve para poner en relación pasado-presente, sentimientos viejos y antiguas complicidades, deriva abruptamente hacia... ¡la ciencia-ficción, con alienígenas invasores, voraces gusanos gigantes, sangrientos ataques de seres abominables!
Es tanta la deriva de la trama, tan abismal su salto conceptual, tan grande la descolocación del espectador que la sensación que provoca el filme se parece mucho a la de haber hecho zapping frente a la pantalla y haber caído, como por casualidad, en otra película, aunque interpretada por los mismos actores. A partir de ahí, el problema no es tanto el de la sensación de haber perdido pie dentro de la ficción cuanto el de intentar justificar el por qué de tan abrupto cambio. Y ahí comienzan verdaderamente los problemas. Porque lo que hasta entonces era una narración inquietante, centrada en peripecias personales, un accidente, algunos episodios del pasado, se convierte en un violento panfleto ideológico, y de una ideología, además, impensable en el Kasdan conocido.
EL CAZADOR DE SUEÑOS / DREAMCATCHER
Dirección: Lawrence Kasdan. Intérpretes: Morgan Freeman, Thomas Jane, Jason Lee, Damián Lewis, Tom Sizemore. Género: ciencia ficción, EE UU, 2003. Duración: 130 minutos.
Centrada en el aislamiento de los cuatro amigos en una cabaña, por un lado; y en las vicisitudes de un grupo de militares que intentan frenar la contaminación parasitaria que transmite a una remota población un alienígena cuya nave ha "naufragado" en la Tierra, Dreamcatcher se convierte en un discurso de agresiva contundencia contra el otro, contra el diferente. Un otro a quien se ve, como en alguna vieja película de serie B de los años cincuenta, la edad de oro de este tipo de discursos metafóricos, como un ocupante de nuestro propio organismo, como alguien que, aviesamente, utiliza a seres humanos para expandir la enfermedad y la destrucción.
O dicho de otra manera, que Dreamcatcher, aunque venga firmada por el otrora liberal Kasdan, se parece más a un discurso de circunstancias, a un alarmado mensaje metafórico ranciamente conservador, a una advertencia sobre los peligros que acechan al familiar universo americano. Un discurso, en fin, en la misma línea que la reciente Señales, aunque rodado con menos personalidad que la película de M. Night Shyamalan. Su interés nada tiene que ver con lo cinematográfico, y sí con lo sociológico: se debe ver como una admonición sólo comprensible a la luz del inmenso trauma colectivo ocasionado por el 11 de Septiembre.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.