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GUERRA EN IRAK | Los soldados hispanos

La entrada en combate del 'marine' Medina

Francisco Peregil

El soldado Armando Medina nunca se había visto en una guerra. Ahora, cuando regrese a su pueblo de Tejas (Hereford, de 25.000 habitantes) tal vez podrá contar que iba dentro de un carro blindado junto a otros 20 marines y que mató a 13 personas. "Eran militares. Si no los hubiese matado, ellos me habrían matado a mí. A dos de ellos les vi bien la cara. No me gustó. Era cara de furia, me estaban disparando. Pero también salvé la vida a cuatro civiles iraquíes que se habían quedado entre dos fuegos. Eran dos niños, una mujer y un anciano. Todos lloraban".

Tiene 20 años, echa de menos jugar al golf y la play station. Hasta el momento, las veces que ha escrito a sus familiares les ha dicho que hasta el momento no ha visto a ningún iraquí y que nunca ha entrado en batalla. Ni que ha pasado miedo. "Les digo siempre que estoy lejos del frente. Pero una vez pasé mucho miedo. Avanzábamos por una zona boscosa y de repente vi que empezaban a caer a mi lado compañeros. Era una emboscada. Me tiré al suelo y salvamos el pellejo como pudimos. Un amigo me dio por muerto. Cuando de pronto me vio aquí, frente al hotel Palestine, no se lo creía. Estuvimos abrazados mucho tiempo".

Lleva tres meses fuera de casa y 27 días aseándose con pequeñas toallitas que se pasa por todo el cuerpo cada mañana. Duerme una media de cuatro horas en su saco de dormir, en los alrededores del Sheraton. El resto, lo pasa haciendo guardia. Para no quedarse dormido, no bebe café ni ninguna sustancia. "Sólo disciplina, eso es lo mejor. Saber que si me duermo un segundo pueden matar a mis amigos es suficiente para mantenerme despierto". Habla un español con acento mexicano y con muchas palabras olvidadas. "Mi mamá era de Madrid. Murió hace un año. Y mi padre es de la capital de México. Como me paso casi todo el tiempo con mis compañeros, voy olvidando el español".

Entre el chaleco antibalas y su pecho guarda cinco sobres con cinco cartas que le han enviado sus familiares y amigos; la última de ellas la recibió en Bagdad. "Releo cada carta todos los días. Pero a quien más echo de menos es a mi hermana. Es mi mejor amiga. Tiene 24 años, mire su foto. ¿A que es guapa?".

En la parte trasera de su casco lleva, como todos los marines, su apellido, para que pueda ser identificado inmediatamente en medio de la batalla. Cuando llegue a su pueblo, Medina podrá contar que en la guerra murieron tres amigos suyos.

"Estaba hablando por la radio con uno de ellos. Cada uno avanzábamos en un carro blindado. Le comuniqué en ese momento por radio que yo iba a tirar hacia la izquierda y que él tomara la derecha. Entonces, un misil cayó en su carro y los mató a todos. Lo conocía desde hace tres años. Ese día me enojé con todo Irak. A otro amigo le dispararon en el estómago. No quiero estar aquí, ni llevarme nada, ni acordarme nunca de este país. No quiero que ningún amigo mío muera por esta gente que ni agradece lo que hemos hecho ni les importan nuestras vidas. Además, no son soldados valientes. Se rendían con las manos en alto y cuando nos acercábamos empezaban a disparar. Estoy deseando volver a mi casa. Dejaré el Ejército y empezaré a estudiar la carrera de químico nuclear".

El chaleco antibalas pesa 20 kilos; el macuto que cuelga de la cintura, donde porta la máscara antigás y el traje contra ataques químicos, seis kilos; el fusil M-16, cuatro; la mochila, 30. En total, carga con unos 60 kilos, mientras que él pesa 50. El rifle puede disparar 30 balas en un minuto y pesa. En el chaleco lleva el cepillo para limpiar el rifle, la radio de control remoto, una linterna potente no más grande que un rotulador, varias cartucheras que suman hasta 150 balas de repuesto y una granada de mano. En la mochila lleva víveres para sobrevivir un mes, a razón de una comida cada tres días, dos alpargatas, dos mudas, saco de dormir, lentes de visión nocturna. Gana 500 dólares en EE UU y mil en época de guerra. Votó a George W. Bush pero cree que ya no lo volverá a votar. "Está bien que hayamos echado a Sadam, pero no tenían que haber venido tantos soldados".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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