"Éste es un lugar civil, no militar; aquí no hay soldados"
"Éste es un lugar civil, no militar; aquí no hay soldados", insistía una y otra vez ayer Sabri Hamid. "Mi mujer ha resultado herida, ¿por qué?, ¿puede explicármelo Bush?". El vendaje del pie atestigua que no es nada grave, pero Saida sufre una crisis nerviosa todavía dos horas después de que varios proyectiles hayan roto la tranquilidad del centro de inválidos de guerra Medinat al Dora, en el barrio del mismo nombre.
Hamid, de 46 años, es un veterano de la guerra irano-iraquí (1980-1988), y por ello lleva 15 años en una silla de ruedas. "Ya ve que yo no puedo andar, así que no podía ayudarla", explica el hombre mientras muestra a la periodista los tres impactos de las bombas que han caído a las diez y media de la mañana en la calle adyacente a su casa y junto al campo de fútbol del recinto.
Una docena de residentes han resultado heridos, según el doctor Alí al Ameri, director del centro. "Nos ocupamos de la rehabilitación física y la reintegración social de los minusválidos de guerra", manifiesta Al Ameri. "En total, aquí viven 137 discapacitados con sus familias y el medio centenar de empleados que les atienden".
Medinat al Dora está al suroeste de Bagdad, a una quincena de kilómetros del aeropuerto, desde donde los residentes aseguran que llegaron los proyectiles. Difícil de saber de qué se trataba. Los que impactaron ya han sido retirados y los tres 155 milímetros sin estallar que los minusválidos muestran en el campo de fútbol dan la impresión de pertenecer a otra batalla.
El centro está rodeado de trincheras vacías. "Es una medida defensiva ante los invasores", asegura el director. Sea como fuere, algunos de los residentes están preparados para combatir incluso en silla de ruedas. Omar Husein, que perdió las dos piernas en la guerra con Irán, exhibe su Kaláshnikov para probarlo.
Civiles o veteranos de guerra, con buena salud o mutilados, casi todos los hombres que se han quedado en Bagdad dicen estar dispuestos a presentar batalla al invasor.
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