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GUERRA EN IRAK | La posguerra
Columna
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Conflictos de posguerra

El horror de la guerra -de todas las guerras y no sólo de la que nos televisita ahora durante las 24 horas de los siete días de la semana- ya lo tenemos todos marcado en la retina. La guerra de Irak, que ha entrado en su fase decisiva y todo hace pensar que final, marca sin duda un antes, que ya parece muy remoto, y un después lleno de incógnitas e incertidumbres. Se puede dar por cierto que los días de la dictadura de Sadam Husein están contados y que no son muchos. También que la pacificación y la reconstrucción de Irak se convierten en el mayor reto para el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. Revelará si la comunidad internacional es capaz de regenerar organizaciones y sistemas de seguridad que se desplomaron antes de que cayera la primera bomba en Bagdad. O si nos adentramos en un túnel de inseguridad y espantos aún más profundo.

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No podía, por tanto, haberse celebrado en fechas más oportunas el seminario organizado por el comité español de ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados), que se clausura mañana en Granada bajo el lema Refugiados y reconciliación post-conflicto. ACNUR-España ha reunido en esta ciudad, símbolo de la convivencia de tres religiones y de su destrucción por la intolerancia y el recurso a la limpieza "étnico-religiosa", a decenas de expertos internacionales en dos conflictos que precedieron al de Irak, pero que, aún presentes, pueden verse muy influenciados, para bien o para mal, por la evolución de la posguerra en Irak. Había en Granada práctica unanimidad en denunciar los planes de Washington de implantar un Gobierno militar propio en Bagdad "en la primera fase". "Es un disparate, auspiciado por los neoconservadores de Cheney y Rumsfeld, que sumiría en la violencia a toda la región y supondría una catástrofe para los americanos", comentaba el estadounidense Joseph Montville, del Centro de Estudios Estratégicos de Washington. El suizo Werner Blatter, que fuera máximo responsable del ACNUR en la antigua Yugoslavia, insiste en que la ONU tiene que asumir un papel protagonista, pero con objeto de ceder "con prontitud, aunque con temple y sin precipitación", responsabilidades de Gobierno a los iraquíes. Para ello habrá que buscar, en el exilio y en el interior, líderes que puedan ganarse el respeto del pueblo y no hayan ejercido responsabilidades. "La reconciliación requerirá allí, como en Bosnia y en Kosovo, la presencia extranjera durante tiempo. Será lenta". Si fracasa, no puede excluirse que descarrilen otros procesos más avanzados, como es el de la estabilización de los Balcanes.

Pero más allá de las diferencias entre Europa y Washington respecto al nivel de protagonismo de la coalición vencedora, la ONU y los iraquíes en la reconstrucción de un Irak liberada de Sadam Husein, será el conflicto palestino el que determinará si Washington puede generar un mínimo de confianza entre árabes y europeos que, con el tiempo, haga cicatrizar la inmensa herida abierta. Tony Blair y José María Aznar se han comprometido y han comprometido a George Bush a que, esta vez sí, se aplique el mapa de ruta hacia la rápida creación de un Estado palestino y el levantamiento de la mayoría de los asentamientos. En esta cuestión están de acuerdo todos: ONU, UE, Rusia y China. Si Bush rompe su palabra y "vuelve a ceder ante Sharon y los lobbies judío y neoconservador en Washington, que ya se ha puesto manos a la obra para dinamitar el proyecto", como señala la comisionada general de la ONU para refugiados de Palestina, Karen Abu Zayd. "La Administración de Bush puede quedarse totalmente sola". Sola no puede reconstruir Irak. Sola estaría ante el dilema de abandonar Irak derrotado después de vencer o asumir una ocupación que sólo le reportaría más muertos, más odio, más gastos y más desastres económicos en casa. Difícilmente le perdonaría el electorado a Bush semejante situación prolongada. Sería una paradoja histórica que su reelección acabara dependiendo de hacer algo de justicia en Palestina, de poner coto a los desmanes de Sharon e imponer un Estado palestino en Gaza y Cisjordania sin unos asentamientos por los que la mayoría israelí no derramará ni una lágrima.

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