El régimen iraquí asegura que está intacto
Los altos mandos, el aparato del Estado y la seguridad siguen en pie después de 13 días de guerra
Trece días después del inicio del asalto estadounidense a Irak, el régimen de Sadam Husein se mantiene prácticamente intacto. Los intensivos bombardeos de la capital no han alcanzado a ninguno de los nueve altos responsables a los que Washington quiere juzgar por crímenes contra la humanidad, a la cabeza de los cuales están el propio presidente iraquí y sus dos hijos, Uday y Qusay. Más aún, el Estado sigue funcionando apoyado en un aparato de seguridad que, si acaso, ha reforzado aún más su control sobre la población. Como cada día, el ministro de Información, Mohamed Said al Sahaf, compareció ayer desafiante ante los periodistas. "Vamos a derrotar a los agresores", declaró.
El ministro reiteró: "Vamos a derrotar a los agresores, no al pueblo estadounidense, a quien esos villanos no representan, porque no tenemos nada contra los norteamericanos, sino que luchamos contra los invasores y tenemos plena confianza en que ganaremos". Sus palabras pueden sonar a bravuconada ante la evidente desproporción de fuerzas y medios entre la superpotencia mundial y un país 10 veces más pequeño en tamaño y en población. Sin embargo, en la calle, los iraquíes también se sienten capaces de vencer.
Incluso para quienes en los meses anteriores se atrevieron a expresar descontento con la dictadura, la presencia de tropas extranjeras ha ejercido un efecto paralizante. Da la sensación de que la población se hubiera apostado en las ventanas a la espera de ver lo que ocurre. La mayoría de los iraquíes no se identifica con ninguno de los dos contendientes. En parte, esta actitud es fruto de la desconfianza hacia la nueva y la vieja potencias coloniales, EE UU y Reino Unido. En parte, es también miedo a significarse antes de tiempo.
"El punto de inflexión fue Um Qasr", señala un observador político. El enfangamiento de las tropas estadounidenses en ese puerto evidenció que se había minimizado el apoyo con el que contaba el Gobierno de Bagdad en el sur del país y magnificado el impacto del imponente despliegue norteamericano. En efecto, al tercer día del ataque, las caras largas de los funcionarios del régimen se mudaron en gestos de firmeza y desafío.
No son sólo declaraciones. También hay hechos. El Ministerio de Comercio inició ayer la distribución de raciones alimenticias para agosto y septiembre. Durante los próximos 10 días, sus camiones repartirán medio millón de toneladas de comida a 48.000 comerciantes-agentes. La logística involucrada en este proceso, que controlan agentes del Baaz y de la policía y supervisa el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, demuestra que el país sigue funcionando. Un 60% de los iraquíes depende de esa ayuda para su supervivencia y, en vísperas de su salida de Bagdad, fuentes de la ONU expresaron a esta enviada su preocupación porque la guerra interrumpa ese suministro. "Estimamos que los más necesitados cuentan sólo con raciones para seis semanas, ya que la repentina acumulación de comida les ha llevado a vender parte para satisfacer otras necesidades", advertía una portavoz. El esfuerzo por seguir alimentando a la población no puede sino reforzar la base popular del Gobierno.
En Bagdad, los guardias de circulación observan los atascos que aún se producen en calles comerciales como Al Yumhuria. A la vez es cierto que la mayoría de los puestos del mercado del Serrallo se hallan cerrados y que Hadrithiye, donde se concentran edificios y viviendas oficiales, se ha convertido en un barrio fantasma. Abren las tiendas de alimentos y también las de antenas de televisión.
Fuera de la capital, la situación cambia según la provincia. Una mujer que regresó ayer de Balad Ruz (provincia de Diyala, entre Bagdad y la frontera con Irán), donde se ha refugiado con sus hijos, cuenta que no tuvo que parar en un solo control de carretera. "La situación está tranquila y el régimen cuenta con apoyo popular", interpreta su marido, un funcionario. No es el único caso. Aunque la estación de taxis y autobuses de Alawi estaba ayer semivacía, los iraquíes siguen entrando y saliendo de Bagdad sin mayores problemas. "La semana pasada llevé a mi familia a Baquba y casi no se nota que haya guerra", aseguró un vecino del barrio de Karrada, aunque admitió que "han bombardeado la central de telecomunicaciones y que no es posible hablar por teléfono".
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