Destruir el pasado

Se han destrozado para siempre valiosos testimonios del pasado depositados en el destrozado Museo Arqueológico, pero les dará igual. Como les dará igual la diversidad cultural y religiosa del pasado del actual Irak, que perteneció a sumerios, acadios, persas y romanos que nunca tuvieron la suerte de conocer y que ahora bombardean con sus misiles y demás engendros bélicos. Las palabras de Donny George, director del museo de Irak, a un entrevistador de la BBC 2, "los occidentales ven ahora Irak como una zona militar y han olvidado que todo el país es depositario de un patrimonio milenario. Cualquier bomba o misil puede destruir un emplazamiento histórico o restos arqueológicos por descubrir", fueron adivinatorias. El palacio de Sargón II en Jursabd, el zigurat de Ur, la mona lisa de Nimrud y los vasos votivos de warka, las esculturas de bronce de Nínive o los alabastrones de Uruk, ¿que será de ellos?

Existen muchas formas de borrar las huellas de una cultura y de una civilización, pero ninguna tan efectiva como hacer desaparecer nuestro pasado. Y hablo de nuestro porque es un desastre para el mundo, y lo es, sencillamente, porque la historia de Irak, por ser la cuna de la historia, es la del mundo. Ojalá que los ojos comprensivos del ser humano sepan ver que la vida es inalienable y sagrada. Tanto en su pasado, en su presente, como en su futuro; tanto en los ojos de un niño como en los de un anciano; tanto en el presente como en las posibilidades de un futuro que podrían beber del pasado de su historia. Una historia rica y fértil.