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Entrevista:RICHARD PERLE | GUERRA EN IRAK | Entrevista

"Esta guerra será corta, un abrir y cerrar de ojos"

Presidente hasta el jueves del Comité de Políticas de Defensa, asesor del Pentágono, Perle está considerado uno de los 'halcones' de la Administración de Bush en la política de Irak

Richard Perle, de 61 años, es el hombre que ha pregonado a los cuatro vientos que Estados Unidos debía acabar con el régimen de Sadam Husein. Eso sucedió en los últimos dos años. Perle fue secretario adjunto de Defensa en la Administración del presidente Ronald Reagan, donde se opuso a los acuerdos de limitación de armas estratégicas entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, una conducta por la que se le bautizó como el príncipe de las tinieblas. Su amigo Donald Rumsfeld, actual secretario de Defensa con George W. Bush, le ofreció en 2001 presidir un nuevo organismo, el Comité de Políticas de Defensa. Dicha entidad asesora del Pentágono reúne a ex responsables de seguridad nacional de varias administraciones estadounidenses, a dirigentes de los partidos republicano y demócrata y a militares retirados. Perle tuvo que dimitir el jueves de la presidencia (aunque permanece como miembro del comité) por un presunto caso de incompatibilidad con sus negocios privados, algo que él sigue negando. "No creo que la invasión de Irak sea la guerra de Perle", dijo ayer desde su casa de Maryland a EL PAÍS, en una amplia conversación telefónica.

"Quitar a Sadam era la única manera de acabar con las armas de destrucción masiva"
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Pregunta. ¿Cree que Estados Unidos ha subestimado la capacidad de resistencia del Ejército iraquí y de los fedayin?

Respuesta. No creo. Han transcurrido tan sólo diez días. En realidad, sólo ocho. El ataque precursor, por así llamarlo, tuvo lugar dos días antes de que comenzara la guerra. Si se toma ese ataque como punto de partida, vemos que las fuerzas de la coalición ya controlan un lugar clave [el puerto de Um Qasr] con el objetivo de evitar un desastre ecológico como resultado de la apertura del oleoducto y del consiguiente flujo de grandes cantidades de petróleo en el golfo Pérsico, que desde el punto de vista del medio ambiente ya es frágil. Y creo que había indicios suficientes de que Sadam Husein lo estaba intentando. De modo que era importante asegurar ese puerto. Y hemos conseguido también controlar los pozos de petróleo, que es algo vital para la reconstrucción de Irak.

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P. La resistencia iraquí ha generado muchas discusiones acerca de si Estados Unidos tiene en el campo de batalla la cantidad adecuada de tropas. ¿Cree que se necesitaban más soldados?

R. No creo que tengamos pocas tropas para la situación por la que atravesamos ahora y me parece que la campaña militar está progresando bien. Hay muchos cambios estos días, yo diría cambios emocionales en respuesta a un incidente aquí, a otro más allá. Pero no he visto nada inesperado.

P. Usted dijo que el régimen iraquí era un castillo de naipes y vaticinó que su organización militar sucumbiría después de oler la pólvora de las primeras bombas.

R. Me mantengo en lo que dije. Pero eso no quiere decir que... Usted tiene que dar la vuelta a la primera carta [risas] antes de que las otras caigan. Mire, ésta es una guerra que se está librando lejos de los países de las fuerzas de la coalición [EE UU, el Reino Unido y Australia] y han transcurrido sólo unos pocos días. Creo que no sólo derrotaremos a la Guardia Republicana... Siempre pensamos que la Guardia Republicana [la unidad de élite de Sadam Husein] debía ser confrontada militarmente. Pero intentamos conducir esta guerra minimizando las bajas civiles, sin utilizar toda la capacidad de fuego disponible, tratando de reducir nuestras propias víctimas. Y tratamos de preservar la infraestructura civil para el futuro de Irak. Por todas estas razones, no se puede conseguir un resultado de la noche a la mañana. Por ejemplo, tiene usted estas fuerzas parecidas a una Gestapo metidas en las ciudades. Me refiero a los fedayin de Sadam. Hemos tenido combates con ellos, que podrían haber sido resueltos con un simple ataque de artillería. Pero si están luchando desde un lugar donde hay muchos civiles o incluso se han rodeado de ellos usándoles como escudos... Hemos decidido no matar a civiles inocentes para acelerar las operaciones o para hacerlo más fácil para nuestras fuerzas. Estoy orgulloso por la forma en que estamos conduciendo esta guerra. Si esto lleva a alguna gente a pensar que el enemigo es más eficaz de lo que habíamos pensado, esto es sencillamente el precio que uno tiene que pagar.

P. ¿Fue una sorpresa para usted la actitud del Gobierno de José María Aznar, que apoya sin reservas al presidente Bush?

R. No estaba al corriente de ello hasta la famosa carta de los ocho países europeos en la que se apoyó a la Administración Bush y en la que España tuvo un liderazgo claro. Yo me estaba ocupando de este aspecto político. Pero me agradó mucho saber que España estaba con nosotros y con el Reino Unido y otros. Y sé que esto debe ser difícil por la gran contestación popular en España. Pero el liderazgo va de estas cosas. Y creo que cuando esta guerra haya terminado y la gente mire hacia atrás y analice la realidad, y cuando escuche a los iraquíes lo que tengan que decir sobre la vida, y cuando se descubran las armas de destrucción masiva habrá una revalorización, incluso entre aquellas personas que estaban en contra de ir a esta guerra.

P. Usted apuntó en agosto de 2002 que si Bush no iba a por Sadam Husein se le plantearía un problema de credibilidad. ¿Cree que esto ha jugado un papel importante en la decisión de ir a la guerra?

R. No, no lo creo. Pienso que el presidente ha adoptado una clara decisión que él creía esencial para este país y para muchos otros. Pero en cierto punto del recorrido, cuando estás al borde de la guerra, tienes que preguntarte a ti mismo qué pasa si te das la vuelta, si te echas atrás, cómo valoras las consecuencias de ello. Y eso es diferente del juicio sobre si la guerra está justificada en abstracto.

P. ¿Cuándo estima usted que Bush adoptó la decisión política de ir a esta guerra?

R. No lo sé. No sé exactamente cuándo lo decidió en su mente. Sé que adoptó la decisión... Entendí que eso ocurrió en el dicurso del Estado de la Unión, en febrero de 2002. A menos que Sadam Husein se desarmara voluntariamente pasaríamos a la acción. Cuándo consideró que era necesario, eso no lo sé, porque estaba la cuestión de la diplomacia.

P. Creo que usted señaló que el asunto de las armas de destrucción masiva no era la cuestión central del conflicto. ¿Podría explicarlo?

R. Mi punto de vista, y no refleja necesariamente el del Gobierno estadounidense, era el de que era necesario liberar al pueblo de Irak. Y de que la destitución del régimen de Sadam Husein era la única manera de remover las armas de destrucción masiva. Y creo que este pensamiento será reivindicado. Porque él tuvo todas las oportunidades para renunciar a ellas y no lo hizo. Y pienso que nunca las hubiera entregado. Por eso no veo distinción alguna en el objetivo de controlar las armas de destrucción masiva y el de cambiar el régimen de Sadam Husein. Pero también pensé que había una dimensión moral en la idea del cambio de régimen, y esto merecía ser elaborado.

P. Si pudiera reescribir la historia de estos últimos meses, ¿qué pasos no hubiera debido dar el presidente Bush?

R. Se lo digo ya. Creo que fue un error permitir que se reanudaran las inspecciones [de Naciones Unidas]. Una vez que Sadam Husein entregó la declaración, obviamente falsa, del 7 de diciembre de 2002, en la que no ofreció un solo indicio a los inspectores para que verificaran lo que él decía sobre la destrucción de las armas de destrucción masiva, creo que deberíamos haber dicho: "Aquí ya no hay trabajo para los inspectores". No había que dejar que los inspectores volvieran a Irak porque eso tenía un efecto. Eso suponía dar credibilidad a la idea de que estaríamos en condiciones, a través de inspecciones, de conseguir el desarme.

P. ¿Y qué había de malo en esa esperanza?

R. Era abrir esperanzas en algo que no se podría conseguir nunca. No creo que eso se hubiera logrado.

P. Hubiera, pues, recomendado más celeridad hacia la guerra.

R. No es tanto más celeridad. El 7 de diciembre, yo hubiera dicho: "Sadam ha perdido la oportunidad de sentar las bases para nuevas inspecciones". Si él nos hubiera dicho: el ántrax ha sido destruido en esta fecha por este equipo de gente y han utilizado estos métodos, aquí tienen los documentos de los técnicos y sus nombres, y pueden ser entrevistados. Y si lo hubiera hecho así para cada una de las categorías de armas de destrucción masiva, entonces sí habría habido una tarea para los inspectores. Cuando no lo hizo, creo que los inspectores nada tenían que hacer en Irak. Fue un error, pues, permitir que los inspectores regresaran porque le dio a mucha gente la esperanza de que había una solución.

P. Una alternativa a la guerra...

R. Una alternativa sin llegar hasta la guerra, sí. Toda la diplomacia en el seno de Naciones Unidas hubiera sido diferente.

P. En Europa, como en Estados Unidos, siempre se ha dado como un hecho incontestable la existencia de divergencias en el seno de la Administración Bush. Por un lado, Colin Powell; por otro, Donald Rumsfeld... ¿Lo ve usted así?

R. Esta versión de los hechos se convirtió en una creencia generalizada. Y, como siempre suele ocurrir, resulta equivocada. Por supuesto que hubo diferencias. Hubo las diferencias institucionales normales entre diplomáticos y guerreros. Pero nunca el tipo de división grave sobre la estrategia general a seguir, según fue descrita en la prensa.

P. El viernes, el secretario de Defensa Rumsfeld amenazó a Siria y a Irán con consecuencias... ¿Es Irak el capítulo final o el prólogo de la nueva política de la Administración Bush?

R. Es difícil contestar a esta pregunta. La situación de Irak es única. Porque había resoluciones de Naciones Unidas, muchas de las cuales fueron violadas. Hubo una guerra en 1991 y un alto el fuego. La expulsión de los inspectores en 1998. Todo hace de Irak un caso especial que no puede aplicarse a otros casos. No hay dos casos iguales. El objetivo de proteger a Estados Unidos de actos de terror se va a plantear en numerosos lugares. Pero el mensaje variará de una situación a otra. Usted sabe, nosotros no usamos la fuerza muy frecuentemente. Y muchas veces se malinterpreta el pensamiento de la Administración, en el sentido de que vamos a invadir todos los lugares. No es así.

P. ¿Cuál debe ser el papel de la ONU en la ayuda humanitaria y en la posguerra?

R. No me gustaría hacer de esto una gran cuestión, de la cuestion humanitaria, de la ONU versus otros países e instituciones. Estados Unidos no tiene ninguna intención de permanecer en Irak más allá de lo necesario. No somos un poder imperial. No dominamos los países que liberamos. Ni en Bosnia ni en Kosovo. Somos malinterpretados.

P. Sin embargo, el teniente general retirado Jay Garner está preparando el Gobierno que se hará cargo de Irak después de la guerra?

R. Lo que hay es un planteamiento para un proceso de transición. Pero pretendemos entregar el poder a las nuevas autoridades iraquíes lo más pronto posible. Eso sí, no va a ser una transferencia instantánea de poder. No vamos a dejar Irak un día antes ni un día después de lo necesario.

P. Usted acaba de dimitir por presunta incompatibilidad como presidente del Comité de Política de Defensa, el organismo que asesora al secretario Rumsfeld. ¿Se ve a usted como víctima de esta guerra?

R. No me considero para nada una víctima. Me he comportado de manera íntegra. He dimitido como presidente del Comité de Políticas de Defensa, pero sigo siendo miembro de él y no he violado ninguna incompatibilidad.

P. ¿No fue un exceso acusar a un periodista de ser terrorista cuando publicó una información relacionada con sus negocios privados?

R. No lo dije en sentido literal. Lanzar bombas periodísticas sin interesarle a quién pueden herir, eso quise decir. Si tuviera la oportunidad de repetir la entrevista, no lo diría. Fue un error.

P. ¿Cuanto durará esta guerra?

R. Será una guerra corta, sigo pensando que será corta. Alguna gente piensa que ocho días es una guerra larga [risas]. Parece más larga. En la historia militar será como abrir y cerrar los ojos.

P. ¿Ésta es la guerra de Richard Perle?

R. Por supuesto, no. Mucha otra gente veía la situación como yo. Quizá podía expresar mis puntos de vista en público. Y lo hice.

P. Los puentes rotos entre Estados Unidos y Francia, ¿se reconstruirán?

R. Hasta el jueves, pensé que había escuchado las posiciones más extremistas por parte de los franceses. Conozco la historia de Charles De Gaulle. Francia quiere ser el contrapoder de Estados Unidos en el mundo. Pero cuando Dominique de Villepin no quiso decir a quién prefería como vencedor de esta guerra. Esto me golpeó. Estamos hablando de Sadam Husein. ¿Y no sabe de qué lado está? La gente está en Estados Unidos muy contrariada con los franceses.

Richard Perle, en una entrevista en televisión.
Richard Perle, en una entrevista en televisión.AFP

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