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Reportaje:

Cómo se decidió la guerra

La semana pasada, cuando el presidente Bush se reunió con su equipo de asesores de seguridad nacional, el miércoles por la tarde [19 de marzo], para estudiar nuevas informaciones de la CIA de que el presidente Sadam Husein y otros miembros clave de la dirección iraquí estaban pasando la noche en un complejo del sur de Bagdad, el grupo estaba ya al tanto de otro secreto, tal vez aún mayor.

Según el plan oficial, denominado OPLAN 1003 V y aprobado por el presidente, la guerra con Irak ya había comenzado.

Poco más de dos horas antes, a la una de la tarde, hora de Washington [siete de tarde, hora peninsular], 31 equipos de Operaciones Especiales -unos 300 hombres- empezaron a introducirse, protegidos por la oscuridad, en el oeste y el sur de Irak. En unión de pequeños contingentes de las Fuerzas Especiales estadounidenses y unidades paramilitares de la CIA, se desplegaron para cortar comunicaciones, derribar puestos de observación y situarse en posiciones que les permitieran impedir lo que más temía el Gobierno de Bush: que el alto mando iraquí tomara medidas para el uso de armas químicas o biológicas, atacara Israel con misiles Scud o destruyera los campos de petróleo del país.

A finales de enero, el presidente Bush firmó una orden secreta por la que se autorizaba a la CIA a poner en marcha un plan para deshacerse de Sadam
El tipo de ataque había sido fijado en enero de 2002, cuando Donald Rumsfeld y el general Franks empezaron a esbozar los planes de guerra
Los abogados del Gobierno determinaron que el complejo de Granja Dora, en el que se había localizado a Husein, era una instalación de mando susceptible de ser atacada
Las tropas de Operaciones Especiales entrarían en Irak el día D, a la una de la tarde (hora de Washington); es decir, siete horas antes de que expirara el ultimátum
El primer equipo paramilitar de la CIA empezó sus acciones secretas en Irak en junio de 2000, recogió datos y se reunió con grupos de la oposición
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El plan preveía una ventana de 48 horas para que las fuerzas especiales llevaran a cabo sus misiones antes del comienzo oficial de la guerra, fijado para la una de la tarde del viernes [21 de marzo], con bombardeos masivos sobre Bagdad y otras ciudades. Poco después, el presidente debía anunciar el inicio de la guerra aérea, y las fuerzas terrestres convencionales cruzarían la frontera desde Kuwait nueve horas después.

Ese miércoles por la tarde, durante tres horas de reunión en el Despacho Oval, el presidente y sus principales consejeros de seguridad nacional desbarataron la coreografía prevista para el inicio de la guerra. Después de recibir la información ofrecida por el director de la CIA, George J. Tenet, el presidente ordenó un ataque aéreo y con misiles de crucero contra el complejo llamado Granja Dora, en Bagdad, con el objetivo de intentar matar a Husein y otros altos dirigentes.

Asimismo, el jueves, el Gobierno decidió adelantar 24 horas la operación terrestre. Comenzaría 15 horas antes de que se produjeran los primeros bombardeos a gran escala sobre Irak.

La apresurada revisión del plan bélico del miércoles, que han descrito numerosas fuentes gubernamentales fidedignas, se ajustó a un modelo fijado en enero de 2002, cuando el secretario de Defensa, Donald H. Rumsfeld, y el jefe del Mando Central estadounidense, el general Tommy R. Franks, empezaron a esbozar los planes de guerra.

A lo largo de los 14 meses sucesivos, en una serie de sesiones de dos y tres horas en el despacho de Rumsfeld -calificadas por las fuentes de interminables y a menudo agotadoras- y vídeoconferencias secretas entre el Pentágono y el cuartel general de Frank en Tampa, los estrategas del Pentágono elaboraron más de 20 versiones del plan. En total, Bush recibió una docena de informes en ese tiempo.

El flujo constante de modificaciones, preguntas y alteraciones por parte de Rumsfeld y Franks puso a prueba el sistema de planificación bélica hasta casi el punto de acabar con él, según varias fuentes autorizadas. Pero, al mismo tiempo, el proceso sirvió para incorporar una flexibilidad y una capacidad de sorprender sin precedentes, que caracterizaron los primeros días de la guerra.

Tira y afloja

En su discurso sobre el estado de la Unión del 29 de enero de 2002, Bush declaró que Irak formaba parte de un "eje del mal" y, con ello, colocó al país en lo que, visto desde ahora, parece un inevitable camino hacia la guerra.

Más o menos al mismo tiempo, mientras la primera fase de la guerra de Afganistán se acercaba a su fin, tras haber expulsado a la milicia talibán del poder, el presidente firmó una orden secreta por la que se autorizaba a la CIA a poner en marcha un plan global para deshacerse de Husein. Autorizó gastos superiores a 200 millones de dólares para dar apoyo a los grupos de la oposición y ampliar la obtención de informaciones.

El primer equipo paramilitar de la CIA empezó sus acciones secretas en Irak en junio de 2002: recogió datos y se reunió con grupos de la oposición. Más tarde, la CIA introdujo otros grupos paramilitares y estableció vínculos con iraquíes en todo el país, incluida Bagdad.

Paralelamente a esta operación clandestina, Rumsfeld, Franks y otros funcionarios del Pentágono, tanto civiles como militares, empezaron a elaborar el plan de guerra en medio del máximo secreto.

Según varias fuentes, la primera vez que se le pidió a Franks que presentara una idea sobre las operaciones, propuso una fuerza de gran tamaño. Rumsfeld, con la reciente experiencia de la guerra de Afganistán, defendía un punto de vista totalmente distinto, con una fuerza terrestre mucho menor y, en cambio, mucha más participación de los cuerpos de Operaciones Especiales.

El tira y afloja entre los dos continuó durante los meses posteriores. El plan inicial preveía 14 días de bombardeos antes de iniciar el ataque terrestre. Rumsfeld instó a Franks a que redujera el plazo entre la campaña aérea y la de tierra. Franks intentó convencer a Rumsfeld de que era necesaria una fuerza más numerosa.

Se avanzaba con lentitud. En agosto, Bush declaró en una entrevista que todavía no había visto ningún plan militar que le pareciera factible para Irak. "Un presidente prefiere tener un plan militar que vaya a triunfar", añadió.

A principios de septiembre, según algunas fuentes, el presidente Bush recibió una versión factible y posible de OPLAN 1003 V, la primera versión de un plan de operaciones con la que se sintió cómodo. Sin embargo, ante las firmes presiones del secretario de Estado, Colin L. Powell, el presidente decidió acudir a Naciones Unidas con el fin de obtener más apoyo internacional para desarmar a Irak. Tanto las negociaciones sobre una resolución del Consejo de Seguridad que diera a Husein una última oportunidad de revelar si tenía reservas de armas prohibidas como las inspecciones de Naciones Unidas iban a prolongarse durante casi seis meses.

Esta "larga diplomacia", como la denomina una fuente, dio a Rumsfeld y Franks el tiempo que, según se ve ahora, necesitaban para desplegar las fuerzas necesarias en la región del Golfo Pérsico y perfeccionar su plan bélico.

Día D

En enero, el plazo entre el comienzo de la campaña aérea y el de la campaña terrestre se había reducido a cuatro días, cosa muy distinta de la guerra del Golfo de 1991, cuando los aviones estadounidenses y aliados bombardearon Irak durante 38 días antes de que las fuerzas de tierra entraran en Kuwait para expulsar a los invasores iraquíes.

A finales de febrero, Franks sugirió la idea de comenzar la guerra con un gran despliegue secreto de equipos de Operaciones Especiales en Irak. Afirmó que se podía mantener el sigilo durante 48 horas antes de que Irak y el mundo se dieran cuenta de que Estados Unidos había empezado la guerra.

Según las fuentes, al presidente, al principio, no le gustó la idea, porque había dicho en público que anunciaría el momento en el que dicidiera entrar en guerra. No obstante, las ventajas militares de la misión de las Operaciones Especiales eran lo bastante importantes como para que Bush aceptara emplear un lenguaje deliberadamente vago el lunes, cuando dio su ultimátum a Husein y le dijo que se fuera de Irak antes del miércoles. Si Husein ignoraba el ultimátum, dijo el presidente, la acción militar comenzaría "en el momento que decidamos".

El plan de guerra que el presidente había puesto ya en marcha era mucho más específico.

Las tropas de Operaciones Especiales entrarían en Irak el día D, miércoles [19 de marzo], a la una de la tarde, hora de Washington (nueve de la noche en Irak), es decir, siete horas antes de que expirara el ultimátum. En las 48 horas posteriores, según explican varias fuentes, Bush y su Gobierno no iban a decir gran cosa sobre cuándo iba a empezar la guerra.

El viernes, a la 1 de la tarde -designado en el plan como Día A-, habría un bombardeo aéreo masivo sobre Irak. Nueve horas después, alrededor del amanecer del sábado en Irak, empezaría la ofensiva de tierra, en el día G.

El martes, al parecer, Rumsfeld estaba tan preocupado por la posibilidad de que se filtrara el calendario, que dio a Franks la orden ejecutiva, formal y secreta de poner en marcha el plan 1003 V en un día y a una hora que le comunicaría de palabra. De esa forma, no habría documentos escritos sobre el momento de inicio de la guerra.

El miércoles, como estaba previsto, las fuerzas estadounidenses de Operaciones Especiales entraron en Irak, acompañadas de pequeños contingentes de fuerzas especiales británicas y australianas. Dos horas y media después, Tenet acudió a la Casa Blanca para reunirse con el presidente, el vicepresidente Cheney, Powell, Rumsfeld, la consejera de seguridad nacional Condoleezza Rice y el general de las fuerzas aéreas Richard B. Myers, jefe del Estado mayor conjunto, en el Despacho Oval.

Tenet disponía de nuevos datos sobre el paradero de Husein. El plan de guerra estaba a punto de cambiar otra vez.

Un intento

Mientras estudiaban la información, Bush y sus asesores examinaron diversos aspectos.

¿Era legal atacar directamente al líder iraquí? Los abogados del Gobierno determinaron enseguida que el complejo de Granja Dora, en el que se había localizado a Husein, era una instalación de mando susceptible de ser atacada militarmente y, dado que la guerra ya había comenzado, decidieron que la incursión aérea era legítima.

¿Habría daños de importancia fuera del complejo? El aislamiento del recinto dejaba pensar que no iba a ser un gran problema. La precisión de objetivos permitía atacar los edificios en los que se creía que estaban Husein y sus hijos Uday y Qusay, además de otros miembros de la élite iraquí, al tiempo que se respetaba un edificio utilizado por familiares de dichos dirigentes.

¿El ataque aéreo destruiría la seguridad operativa del plan de guerra? No podía saberse con certeza, pero los asesores del presidente llegaron a la conclusión de que quizás un ataque contribuyera a la seguridad de la operación, al sembrar la duda y la confusión dentro de Irak y aumentar la incertidumbre sobre el momento y la naturaleza de la guerra inminente.

¿Cabía la posibilidad de que un ataque quirúrgico enviara un mensaje equivocado a la gente del interior de Irak que estaba ayudando o se esperaba que ayudara secretamente a las fuerzas estadounidenses, que hiciera creer a los posibles aliados iraquíes que el Gobierno de Estados Unidos buscaba una salida fácil? Varios miembros del Gabinete afirmaron que la presencia de casi 250.000 soldados estadounidenses en las fronteras de Irak demostraba la seriedad de Bush.

¿Estaba Husein realmente allí? Las informaciones eran "inmejorables", en palabras de una fuente, y se llegó al acuerdo de que merecía la pena hacer el intento.

Unas horas después, aviones invisibles F-117A arrojaron dos bombas de 1.000 kilos sobre el complejo, seguidas de una oleada de misiles de crucero Tomahawk disparados desde buques estadounidenses situados en el Mar Rojo y el Golfo Pérsico.

El presidente apareció en la televisión nacional a las 10.15 de la noche para anunciar el comienzo de la guerra.

En cuanto al recinto de Granja Dora, las valoraciones iniciales muestran que resultó gravemente dañado con el bombardeo de precisión. Sin embargo, los responsables de los servicios estadounidenses de información, que creen que Husein y sus hijos estaban en el búnquer durante el ataque, no tienen aún una respuesta definitiva sobre si murieron, quedaron heridos o escaparon indemnes.

© The Washington Post

Bush con sus principales asesores en el Despacho Oval, el 19 de marzo. De izquierda a derecha, Steve Hadley, consejero nacional de Seguridad adjunto; Karen Hughes, consejera especial del presidente; Richard Myers, presidente de la Junta del Estado Mayor; Dan Bartlett, director de Comunicaciones; Dick Cheney, vicepresidente; Donald Rumsfeld, secretario de Defensa; Condoleezza Rice, consejera nacional de Seguridad, y Colin Powell, secretario de Estado.
Bush con sus principales asesores en el Despacho Oval, el 19 de marzo. De izquierda a derecha, Steve Hadley, consejero nacional de Seguridad adjunto; Karen Hughes, consejera especial del presidente; Richard Myers, presidente de la Junta del Estado Mayor; Dan Bartlett, director de Comunicaciones; Dick Cheney, vicepresidente; Donald Rumsfeld, secretario de Defensa; Condoleezza Rice, consejera nacional de Seguridad, y Colin Powell, secretario de Estado.REUTERS

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