_
_
_
_
Reportaje:

La Cartuja busca un nuevo Pickman

El futuro de la fábrica de cerámica, fundada por el comerciante inglés en 1841, pasa por encontrar un comprador

Reyes Rincón

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Desde orinales a exquisitos juegos de té para las meriendas de la burguesía. El catálogo de cerámica y loza de La Cartuja-Pickman reúne más de 5.000 piezas y aumenta con cada nuevo diseño. La pervivencia y conservación de la colección está garantizada tras ser declarada Bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta en 1998, pero los problemas económicos por los que atraviesa la fábrica exigen ahora la búsqueda desesperada de un comprador para evitar la desaparición de esta marca salida del olfato empresarial de un joven inglés hace 160 años.

Los Pickman eran una familia de comerciantes de Liverpool cuyo principal negocio consistía en exportar loza a ciudades con puerto de mar. El joven Guillermo decidió afincarse en Cádiz en 1810 para abrir un almacen de loza y vidrio y cuando murió, en 1822, su hermano Carlos vino a hacerse cargo del negocio. Tras 15 años de inmovilismo profesional el Gobierno impulsó una política proteccionista para favorecer la fabricación de loza española y Carlos Pickman supo aprovechar la coyuntura. En 1839 adquirió el Monasterio de La Cartuja de Sevilla, inactivo desde hacía 25 años tras la expulsión de los monjes cartujanos, y en 1841 instaló allí una fábrica de loza.

Más información
Una operación de venta en manos del Gobierno central

Así nació Pickman SA, una empresa en la que todo tenía sello inglés pero que se convirtió en una de las señas de identidad de la artesanía sevillana. Los maestros ingleses formaban a los aprendices andaluces; las materias primas se traían directamente de las Islas Británicas; las piezas defectuosas se rompían y el culpable tenía que pagar una multa de entre 10 y 100 reales que iba a parar a un fondo que se entregaba a enfermos de la ciudad; como en cualquier fábrica inglesa de la época, se cobraba los sábados y la jornada laboral era de 12 horas los meses de más luz y 9 los de menos.

Carlos Bayarri, conservador del Museo Pickman, no entiende la situación actual de la empresa. "Es una barbaridad lo que están haciendo, no pueden tener tan poca sensibilidad con este impresionante patrimonio", se lamenta. La colección histórica de La Cartuja comprende el archivo, todas las planchas de grabado y la colección de cerámica. El archivo está compuesto por más de 2.400 libros de registro y casi 160 cajas de documentos, los primeros de ellos fechados en 1821; en el catálogo de planchas se conservan más de 2.300 piezas cuadrangulares y casi una veintena de cilindros rotativos; pero las joyas que más deslumbran de la colección son los trabajos de cerámica, casi 3.500 piezas, desde menaje doméstico de uso cotidiano -vajillas, juegos de café, palanganas- a objetos decorativos -jarrones, tarjeteros, esculturas- y piezas relacionadas con la construcción y la industria -tejas, azulejería, lápidas conmemorativas y funerarias, expositores publicitarios-. La Junta argumentó para declarar BIC la colección "su valor artístico, la integridad del conjunto y su representatividad de los diversos estilos del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX". "Es un patrimonio impresionante y, probablemente, el único museo vivo de Europa, hecho con el trabajo de la propia empresa", sostiene Bayarri.

El museo de La Cartuja tiene tres sedes. La principal, ubicada en la propia fábrica de Pickman, que en 1971 trasladó sus instalaciones al municipio de Salteras. Este museo se inauguró hace diez años para conmemorar el 150 aniversario de la empresa y por él pasan a diario más de un centenar de personas. Además, parte de la colección se exhibe también en el Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla y en una muestra itinerante de alrededor de 150 piezas que ya ha recorrido numerosas ciudades españolas y europeas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Entre las estrellas de la colección, destacan un tarjetero con dos centauros dibujados en el centro, una pieza única que nunca llego a comercializarse; y la vajilla encargada y personalizada por la reina Isabel II, la primera monarca que visitó la fábrica, en 1853. La Cartuja es proveedora de la Casa Real española y de la inglesa y, según Bayarri, todas las casas reales europeas tienen alguna vajilla de la fábrica sevillana. "Su reconocimiento es internacional", dice el conservador del museo. "Sobre todo en Andalucía, tener en el ajuar una vajilla de La Cartuja era símbolo de casarse bien", subraya.

El proceso de fabricación de la loza es hoy en día muy similar al empleado en los tiempos de Carlos Pickman. La empresa, como no podía ser de otra forma, se hizo eco de la industrialización inglesa y mecanizó parte o todo el ciclo. Pero, según Bayarri, una pieza de 1841 y una actual "no se distinguen a dos metros de distancia". La mayoría de los diseños que se fabrican hoy se sacan de las planchas que se exhiben en el museo. Aunque a la colección se han ido sumando diseños más actuales, los modelos más vendidos siguen siendo los clásicos decorados negros o rosas que muestran vistas idealizadas inglesas con motivos orientales y que ya se fabricaban en Inglaterra en la primera mitad del siglo XIX. "Debe ser la única empresa del mundo en la que el producto que más vende es el mismo hoy que hace 150 años", advierte el conservador del museo.

Según Bayarri, el secreto del éxito de la cerámica de La Cartuja, especialmente del menaje doméstico, radica en la mezcla de belleza y resistencia. "Llama la atención lo bien que siguen encajando todas las piezas en cualquier mesa, diseños de hace un siglo y medio pero que parecen actuales", asegura. "Y para hoy en día es fundamental también que resulte bonita a la vista, pero sin dejar de ser práctica", añade, "y estas vajillas se pueden meter en el microondas y en el lavavajillas y no se alteran".

Sobre la firma

Reyes Rincón
Redactora que cubre la información del Tribunal Supremo, el CGPJ y otras áreas de la justicia. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local en Sevilla, corresponsal en Granada y se ha ocupado de diversas carteras sociales. Es licenciada en Periodismo y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_