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Crítica:ESTADOS UNIDOS, FASCINACIÓN Y RECHAZO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Choque de civilizaciones en el seno de Occidente

Joaquín Estefanía

El ataque a Irak no ha surgido últimamente de la Casa Blanca. Ni siquiera a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Estaba implícito en la mente de los que hoy mandan o influyen (los Richard Perle, Donald Runsfeld, Dick Cheney, Paul Wolfowitz, Condoleezza Rice...) desde hace mucho tiempo. Seguramente desde que quedó inacabada la primera guerra del Golfo en 1991 y Sadam Husein subsistió. Los planes para acabar con Sadam confluyeron con los deseos de George W. Bush, cuando ganó las elecciones presidenciales y quiso terminar la obra que dejó varada su padre, el presidente George Bush.

He aquí un libro para entender los motivos de esta guerra, desde el punto de vista de Estados Unidos. Una frase de The New York Times le da su centralidad mediática: "Ningún ensayo había generado tanta polémica e interés desde la publicación de El choque de civilizaciones, de Samuel Huntington, y El fin de la historia, de Francis Fukuyama". Poder y debilidad es un libro menor desde el punto de vista teórico; desde luego, menor que el de Huntington y quizá también que el de Fukuyama, pero lo mismo que los anteriores es enormemente oportuno en la coyuntura en la que aparece, caracterizada por una guerra y por todos sus efectos colaterales, entre los que no son menores la ruptura de la confianza entre Estados Unidos y Europa, y en el propio seno de la Unión Europea.

PODER Y DEBILIDAD

Robert Kagan

Traducción de Moisés Ramírez Trapero

Taurus. Madrid 2003

165 páginas. 17,20 euros

Kagan traza un panorama de las disensiones, muy profundas, entre la vieja Europa y los Estados Unidos de Bush, que no se reduce al distinto papel de ambas partes en este conflicto. El autor acusa a los europeos de haberse fabricado su particular "paraíso posmoderno" después de la guerra fría, apoyados en el poderío militar de Estados Unidos. Mientras Estados Unidos creaba una inmensa hegemonía militar, que era utilizada por Europa para contener al enemigo soviético, Europa dedicaba su dinero a construir un atractivo Estado del bienestar, un sistema garantista de las relaciones internacionales, una argumentación basada en el derecho y en la diplomacia. Mientras Estados Unidos era Hobbes y Marte, Europa era Kant y Venus. Europa aportaba la parte atractiva del sistema de valores occidentales (su cultura, su economía) mientras Estados Unidos hacía el gasto de ser bronco, duro, militarista, imperialista.

Esta comodidad europea no

estaba basada en un convencimiento moral o político de la superioridad del multilateralismo, sino en su extrema debilidad militar. Los europeos han sido incapaces de dotarse de un ejército ni de una fuerza de intervención inmediata con los que compartir los sacrificios norteamericanos. Y si no ha habido una moral o una política superior, lo que existe es hipocresía. Ya basta, dice Kagan, de esa división del trabajo por la que Estados Unidos se dedica a amenazas como la del terrorismo, las armas de destrucción masiva o los "Estados proscritos", mientras Europa se centra en desafíos como los conflictos étnicos, la inmigración, el crimen organizado, la pobreza o la degradación ambiental. Estados Unidos es el sheriff de las películas de vaqueros, mientras Europa es el encargado del saloon. Y los malos suelen disparar al sheriff, no al encargado.

La diferencia entre ambos bloques, insiste Kagan una y otra vez, no es de cultura o de filosofía, sino de capacidad. Si la cultura estratégica de Europa otorga hoy menos valor a la mano dura y al poderío militar que a otros instrumentos de poder blando como la economía y el comercio es porque Europa es militarmente débil, aunque sea económicamente fuerte.

El pronóstico para el futuro no es bueno. Tardarán en cicatrizar las heridas porque Estados Unidos ha empezado a caminar en otra dirección. "En estos momentos, el multilateralismo es imposible y la acción unilateral inevitable", afirma el autor. Después de lo cual, sus apelaciones a un entendimiento futuro entre EE UU y Europa quedan en mera retórica.

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