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Reportaje:GUERRA EN IRAK | Las víctimas

Bagdad empieza a enterrar civiles

Seis personas de tres familias distintas mueren al hacer explosión un misil en un bloque de viviendas de dos pisos

Francisco Peregil

Van saliendo ya a la luz pública muertes de civiles. Hasta el momento sólo aparecían imágenes de heridos, casi siempre de carácter leve. Pero ayer tres cajas de muertos recorrieron las calles de camino al cementerio envueltas en banderas de Irak. Y una multitud de milicianos y gente del barrio de Adamiya, con Kaláshnikov en las manos, juraban venganza y coreaban lo que tantas veces se oye estos días: "Sadam, nuestro alma y nuestro cuerpo sacrificaremos por ti". Las mujeres y los hombres, desde los balcones por donde pasaban las cajas, lloraban.

"Esto es un barrio donde no hay nada militar, ¿qué daño hemos hecho nosotros?", gritaban algunos de los vecinos. Otros se encrespaban al enterarse de que los occidentales que presenciaban el entierro eran españoles. "Han venido aquí en solidaridad con nosotros, no os metáis con ellos, no tienen nada que ver con el Gobierno español", comentaba el guía de los nueve brigadistas españoles que han decidido apoyar al pueblo iraquí con su presencia durante la guerra. Son los mismos brigadistas que colgaron en la calle desde donde trasmiten las principales cadenas de televisión del mundo una pancarta con la leyenda Aznar no war y que se divisa como fondo mientras hablan los periodistas ante las cámaras.

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Ayer presenciaron en directo el entierro. Una de las personas armadas llevaba un pasamontañas que le ocultaba el rostro. A medida que avanzaba el cortejo por las calles, se alzó el pasamontañas y dejó ver un rostro de adolescente. Había varios como él acompañando el féretro. A lo lejos, el humo del petróleo quemado seguía elevándose hacia el cielo.

La tragedia se había producido justo 24 horas antes. A la una de la tarde del lunes, en pleno día, los vecinos de la calle de Raguiba Khatum vieron cómo un misil pasaba por encima de sus cabezas y hacía explosión sobre cuatro casas situadas en un bloque de dos pisos. Husan, un profesor de arte que ha pasado años en España y habita en la misma calle, preguntaba: "¿Qué daño le habremos hecho los iraquíes a la ministra de Exteriores de España para que nos odie tanto?"

Husan comentó que el misil se llevó la vida de seis personas pertenecientes a tres familias distintas. "Tres hombres, dos mujeres y un niño de 11 años murieron. Y además, 27 personas resultaron heridas. Eran gente normal, trabajadora. Vivían de alquilados en estas casas y tenían huéspedes durante estos días". En la vivienda aún se apreciaba entre los cascotes y las vigas de hierro retorcidas el rastro de la tragedia: una cortina del primer piso prendida sobre el ventilador, el zapato de un niño, un plato roto, mantas por el suelo, una cazadora negra en una viga, un pijama, un sofá chamuscado, un calzoncillo de niño lleno de sangre, otro zapato de niña, cojines, un coche aplastado en su garaje, los hierros de un máquina de coser Singer esparcidos por el suelo, una chancla de mujer entre los escombros, que llegaban a la mitad de la calle, el cuaderno donde algún niño hacía sus ejercicios escolares, polvo, barro y agua estancada.

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"Se rompieron los cristales de muchas casas en la calle, a pesar de que tenían cinta adhesiva. En cuanto sucedió, toda la casa se llenó de gente. Llegaron los milicianos y después los electricistas a reparar la luz. Estuvieron hasta la una de la noche trabajando", comentaba el profesor de arte.

En el hospital, una niña que se llama Miel, vecina de la calle, recibía la visita de los brigadistas españoles. En la mesilla tenía pan, una pepsi y un seven up. Sobre la nariz, una venda, en la cabeza otra y en la mano otra.

Por la tarde, una tormenta de arena se cernió sobre Bagdad. Algunas palmeras parecía que iban a salir volando. El aire se volvió mucho más espeso y opaco que el día anterior con el humo del petróleo quemado. Pero eso no impidió que siguiera viéndose a lo lejos el relampagueo del fuego antiaéreo. Estos últimos días apenas suenan las alarmas antiaéreas. Pero siguen silbando los misiles por encima de todas las cabezas.

Familiares y vecinos acompañan los féretros de civiles muertos por los bombardeos de Bagdad.
Familiares y vecinos acompañan los féretros de civiles muertos por los bombardeos de Bagdad.JOSERRA PLAZA

Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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