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Sin rastro del verdel a 15 millas de la costa

Los 'arrantzales' se muestran preocupados por el reducido tamaño de las piezas

Mikel Ormazabal

Más de cien pesqueros vascos zarparon ayer al acecho del verdel en el primer día de esta costera que no pudo iniciarse hace un mes a causa de la marea negra provocada por el hundimiento del petrolero Prestige. Los arrantzales que faenaron con anzuelo regresaron a puerto con capturas mínimas y piezas de un tamaño muy reducido y de difícil venta.

El Cantábrico presentaba ayer unas condiciones inmejorables para la pesca. En una mar en calma total y sin restos de hidrocarburo en las millas más próximas a la costa, los pescadores vascos no consiguieron localizar el pescado suficiente para surtir al mercado ni a 15 millas del litoral. Las autoridades pesqueras decidieron levantar la veda y abrir la campaña del verdel después de verificarse científicamente que el pescado del litoral vasco no está contaminado y presenta todas las garantías para la captura y el consumo.

La apertura de la temporada del verdel en el País Vasco -los pescadores cántabros y gallegos se negaron a salir a la mar- discurrió con peor suerte de la prevista, lo que sorprendió mucho a los arrantzales, acostumbrados a lograr buenas capturas de esta especie por estas fechas durante los últimos tres años. Los barcos regresaron a sus puertos casi vacíos, aunque los marineros mantienen la esperanza de que en los próximos días cambie el signo de su suerte.

Los pescadores vascos regresaron a sus puertos resignados después de una jornada baldía: las cajas de pescado, inmaculadas; los bolsillos, vacíos. Es un gaje de este oficio, que está habituado a alternar "golpes" de abundante pesca con paupérrimas capturas.

Un fracaso. La primera jornada de la costera del verdel (caballa) tras un mes de veda resultó "una ruina" en toda regla, afirma José Luis Aranguren, el patrón del Amets, un pequeño pesquero con base en Getaria que ayer rastreó sin fortuna toda la franja costera entre Mutriku y San Sebastián. En siete horas de travesía sólo completó cuatro cajas de pescado, el equivalente a unos 100 kilos.

Pero siendo preocupante la escasa captura, lo que más inquieta a los arrantzales es el tamaño de las piezas recogidas. "Son peces muy pequeños. Ésta es una señal muy mala. Otros años, era el anticipo del final de la costera", asegura Aranguren. La cuadrilla del Amets -el patrón y tres marineros-, que también ha participado en las tareas de limpieza del fuel vertido por el Prestige en la costa vasca, reaccionó con resignación ante la exigua cosecha, y con el triste consuelo de comprobar que el resto de barcos volvían también con una carga irrisoria.

Un mosaico de embarcaciones provistas de sistemas hidráulicos para lanzar al agua los anzuelos -no hace tanto, los arrantzales tiraban de manivela para recoger aparejos- siguió ayer con denuedo el rastro del verdel sin lograr dar con él. Aranguren, con casi 20 campañas de pesca a sus espaldas, probó fortuna alejando su barco hasta las 15 millas, algo inusual, tras constatar con "sorpresa" que junto a la costa los anzuelos apenas levantaban un racimo de peces de dimensiones no aptas para la venta. Pero mar adentro tampoco apareció ningún banco de verdeles, cuya presencia se hace muy visible por el brillo característico que su lomo refleja hacia la superficie, según cuentan los tripulantes del Amets. A 15 millas sólo era apreciable el majestuoso nadar de los delfines.

La radio que comunica a los pescadores entre sí confirma la aciaga apertura de la costera. "Alguno de Bermeo ha hecho 25 o 30 cajas. Un desastre. En condiciones normales, la voracidad del verdel facilita mucho la captura, pero hoy no es el día. En esta profesión hay que tener mucha paciencia. Mañana será otro día", se lamenta Iñaki Bikuña, un joven arrantzale de Getaria. De continuar así, tendrá que pensar en probar en la zona de Santoña y Santander, donde el año pasado consiguieron "salvar" la costera.

Cierto es que el primer día de la temporada, asegura Aranguren, se aprovecha para "probar los aparejos de pesca y, por supuesto, para localizar dónde está el pescado". Ahora bien, "esto se está convirtiendo en una excursión de una cala a otra, milla va-milla viene. Pero sin premio. Son muchas horas con los brazos cruzados, y así no hay jornal", añade el patrón. La mayoría de los pescadores vascos han permanecido en tierra desde el 1 de marzo, último día que salieron a recoger chapapote.

El sónar del Amets, que capta la presencia del pescado, no acaba de detectar alimento para los anzuelos. "Teníamos muchas esperanzas de pescar después de tanto tiempo sin salir a la mar, pero una vez más se ha cumplido el dicho de 'con viento francés, no pescarás un pez", dice Juan Mari. El aire procedente del Nordeste también se puso en contra de la labor de los arrantzales.

El día 31 se harán a la mar las embarcaciones que faenarán el verdel con redes de cerco. El Amets, de dimensiones más reducidas, agotará la campaña con anzuelo antes de preparar la costera del atún a partir de junio. "No podremos pescar, como el año pasado, frente a la costa gallega, justo donde se ha hundido el Prestige. Habrá que buscar otro caladero, esperemos que con más suerte que hoy", advierte Iñaki.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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